Tras el levantamiento del General Franco en 1936 y hablando del exilio inglés, se puede decir que los problemas de salud y las muertes estuvieron bastante presentes en la estancia en tierras inglesas de niños vascos, sobre todo en los primeros momentos, entre los años 1937-1938, fallecieron unos ocho niños, además de dos personas adultas al servicio de las colonias. Como se hace ver con suficiente amplitud en “¡Salvad a los niños!” (Gregorio Arrien, Fundación Sabino Arana, 2014), sus fallecimientos se produjeron por diferentes causas y circunstancias. En marzo de 1938, murió José Sobrino Riaño, de 15 años de edad. En torno a su fallecimiento se creó una natural emoción y una pequeña leyenda, cuando el poeta Luis Cernuda le dedicó en Londres unos versos llenos de sentimiento de dolor, con el título “Elegía a un muchacho muerto en Inglaterra”.
No fue menos sentido el fallecimiento, el 26 de julio de 1937, de la maestra Encarnación Velasco Mendizabal, como consecuencia de un ataque al corazón. Natural de Bilbao, tenía 35 años de edad. Su funeral constituyó un verdadero acontecimiento, siendo enterrada en el cementerio de Eastleigh, Hants. Su cuerpo fue embalsamado y colocado en tres ataúdes, de forma que pudiera ser transportado más tarde a Euskadi.
Pero no vamos a limitarnos a las muertes producidas prematuramente. Por el contrario, y en claro contraste con lo anterior, nuestra intención es hacer ver que en el exilio ha habido y hay personas que han llegado a una notable longevidad y han disfrutado de una larga vida, pese a ciertos difíciles momentos. La maestra Mª Teresa Larrucea Bustinza puede constituir un buen ejemplo de esto que decimos, ya que falleció a mediados de 2016, a los 99 años de edad: Seguramente es una de las últimas andereños que acompañaron a los niños evacuados al extranjero.
Alistada como acompañante voluntaria en la expedición infantil inglesa, Mª Teresa Larrucea y los expedicionarios salieron el día 21 de mayo de 1937 del puerto de Santurtzi (Bizkaia), rumbo a Southampton. Viajaban en esta expedición a bordo del “Habana” 3.861 niños y más de 200 emakumes, entre jóvenes maestras y auxiliares, amén de quince sacerdotes y varias enfermeras y médicos.
Una vez en el suelo inglés, los organizadores distribuyeron a los niños por grupos, en diferentes colonias (un centenar en total), repartidas por toda la geografía del país. A Larrucea le tocó actuar, junto con una auxiliar, al frente de la colonia conocida como el hogar de Carlisle, una de las ocho casas que la Congregación de las beneméritas Hermanas de Nazaret pusieron al servicio de los refugiados vascos. Vivían allí unos 25 chicos, 14 niños y 11 niñas. A juzgar por las cartas que remitió la maestra a sus superiores, se encontraba muy satisfecha con los niños, que se aplicaban mucho y eran buenos: “Por la mañana, al levantarse, se reunían todos en una clase y hacían las oraciones en acción de gracias a Dios, algunas en euskera. Lo mismo al acostarse. A su juicio, los niños estaban contentísimos y las monjitas también".
Al igual que en las restantes colonias, entre 1937 y 1940 se fue vaciando de niños el hogar de Carlisle, quedando en Inglaterra unos 500 chicos y chicas en total. Con la vuelta de los menores a su tierra, las andereños quedaron sin colocación, prácticamente en la calle. De esta situación se habla largamente en la antes mencionada obra.
Como consecuencia de ello, una parte de las emakumes retornaron a Euskadi, y otra parte quedó viviendo en Gran Bretaña, empleadas en ocupaciones diferentes, bastante humildes, como empleadas de hogar, de fábricas, de hospitales, etc. En estas circunstancias, algunas de ellas se aprestaron para reemigrar a América.
Cuando en 1942 los vascos residentes en Inglaterra se lanzaron a crear las dos entidades de Euzko Etxea y la Asociación Euzko Emakumiak, las personas más activas, responsables y participativas, como era el caso de Mª Teresa Larrucea, se apuntaron para actuar en ambas instituciones, creadas sin distinción de matices políticos, sociales o religiosos. Unos pocos años antes, los refugiados españoles y catalanes habían constituido sus respectivas organizaciones de tipo social, cultural y político.
No eran muchas las emakumes vascas asociadas, unas 50 en total ( la mayoría antiguas maestras y auxiliares), pero, con todo, realizaron una encomiable labor, especialmente en relación con la situación educativa de los niños y jóvenes que habían quedado en Inglaterra, la situación de los soldados, los enfermos y los refugiados en general. La asociación femenina creó una institución de asistencia a los vascos, no solo a los que se encontraban en Gran Bretaña, sino también a los refugiados que vivían en Francia en muy difíciles circunstancias.
Las entidades anteriores permanecieron activas hasta el año 1947, aproximadamente. Al disolverse las organizaciones, no es fácil saber los caminos que siguieron sus componentes; unos pocos vascos, tanto hombres como mujeres, quedaron en Inglaterra, mientras que bastantes marcharon a Francia, para poder emigrar dsde allí a Venezuela o a otros países de América Latina.
Por lo que respecta a Mª Teresa Larrucea, parece que su destino final fue Estados Unidos, donde se estableció hasta su fallecimiento. Su muerte tuvo lugar en Fort Worth (Texas), el 30 de julio de 2016, cuando apenas le faltaban unos meses para cumplir los cien años.