Viernes 17 en Chascomús, sábado 18 en Tandil, lunes 20 en Bahía Blanca, martes 21 en General Villegas, miércoles 22 en Bragado, jueves 23 en Chacabuco, viernes 24 en Chivilcoy, sábado 25 en Arrecifes, domingo 26 en Río Cuarto, lunes 27 en Córdoba, miércoles 29 en Lomas de Zamora, jueves 30 en La Plata, y en Buenos Aires del martes 28 al jueves 30.
Es esta la cronología de una enloquecida gira de conferencias que Josu Legarreta y sus extensiones vascoargentinas me propusieron y yo acepté hace algo más de quince años para hablar de nuestras cosas, es decir, de nuestro país y sus gentes.
[Nota de EuskalKultura.eus: Así recogía nuestro boletín en marzo de 2006 aquella intensiva visita de Azurmendi a la Argentina]
El anuncio de tregua de ETA de 2006 me pilló en General Villegas, pero no eran los temas políticos ni patrióticos, salvo excepciones, los que más interesaban en aquellas reuniones de descendientes vascos que, más que para oír, venían a ser oídos y escuchados. Todos tenían historias tras ellos y querían que hacerme partícipe de ellas.
La mayoría de sus historias y de sus vidas tenían que ver con el campo, con la agricultura, con la ganadería. Había varios veterinarios entre ellos, más de uno de apellido Azurmendi.
Nunca imaginé que fuéramos tantos, nunca que hubieran llegado a la provincia de Buenos Aires desde diferentes puntos de Euskal Herria, cuando yo daba por demostrado que nuestro origen común estaba en Zegama, y me encontraba con que los había con orígenes tan distintos.
Que hubiera tantos tiene una explicación sencilla: los emigrantes de finales del XIX y comienzos del XX necesitaban brazos para trabajar el campo, lo normal era tener diez hijos e hijas. Los que se acercaron a las conferencias estaban en relativa buena posición, alguno tal vez en muy buena, pero nuestra gente prefiere decir que tiene unas vaquitas y un campito, que alardear de tener muchas cabezas y hectáreas.
En esto son poco argentinos, mejor poco porteños, que la provincia y la ciudad son bastante distintas.
Fue Jesús Pardo, un escritor santanderino de biografía apasionante, el que me habló hace muchos años ya de un Azurmendi ilustre que había merecido un poema de Amado Nervo jugando con el apellido.
Me hizo el comentario con ocasión de la entrevista que le hice cuando publicó su libro Autorretrato sin retoques y me hizo llegar todas las precisiones del caso: “Querido Juan Azurmendi está en el libro ‘POESIAS VARIAS’, 1906-1919, y es de 1918. Se encuentra también en el tomo II de las Obras Completas de Aguilar, página 1634”.
Seguían otras concreciones a las que entonces no di demasiada importancia.
Años más tarde participé en una mesa redonda en el Museo Nacional de Antropología de México. Concluida, se me acercó una catedrática para preguntarme si tenía algo que ver con Juan Antonio Azurmendi, que no era otro que el destinatario del poema de Nervo.
Se ocupaba la profesora de una exposición fotográfica del fondo Juan Antonio Azurmendi (1890-1905), una selección de 43 de las 375 placas de cristal que lo conforman, imágenes inéditas y valiosísimas del álbum familiar y una muestra excelente de los usos y costumbres de la burguesía de su tiempo. Dice así el poema en cuestión:
Querido Juan Azurmendi:
Tu apellido es de tal son
que no rima sino con
la palabra turca effendi.
Pero tiene, como augur
de los más altos destinos,
la ideal palabra üBur
que abre todos los caminos.
... Mas hablemos de otro asunto:
Hoy, tu carta al recibir,
invitándome a partir,
de partir estuve a punto.
Tus cuartetas en un tris
me pusieron, del desliz
de ir a verte hasta París
o buscarte en Biarritz.
No es el tipo de poesía y de poeta que a mí me guste más, pero el mexicano Amado Nervo (1870-1919), que murió por cierto en Montevideo, ha tenido muchos seguidores, y ha merecido muchas loas. Seguramente no es éste su poema más logrado, pero tampoco se puede pedir y esperar demasiado de una creación de encargo o de agradecimiento.
Nota bene: Escribo esto en confinamiento, tras revisar y reordenas libros y memorias, que es para lo que da esta circunstancia secuestrada. He consultado y he sabido que “efendi” es un título de respeto o cortesía utilizado en el imperio otomano, equivalente a lord o algo así. No está mal para una modesta saga como la nuestra. No todos pueden presumir de dar para un poema de un muy laureado personaje.