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Soy María Echave, nieta de vascos. Soy Marita, como ellos y mi padre eligieron nombrarme. Escribo y cocino cosas de vascos. La vida de mis abuelos es lo que me ha motivado a hablar sobre ellos; a buscar más profundamente los rasgos de mi identidad para explicar por qué siento desde pequeña este vínculo de sangre hacia su tierra, su cultura, su idioma, su gente.
La cocina era el ámbito donde nos reuníamos, donde amona Francisca desgranaba las historias de su infancia feliz en Antzuola, y nos pintaba los bosques y el río de Aizarnazabal donde aitona Lorenzo había nacido perdiendo a su ama siendo muy pequeño; nos contaba de su trabajo en las minas de hierro, y de la huída como polizonte hacia Argentina para escapar de la milicia en África. Todo eso era la causa de sus pocas palabras y de cierta tristeza que velaba sus ojos claros. Aprendí a amar esos silencios, esa manos rudas, esa txapela que no se sacaba ni para dormir. Y se hicieron carne en mi sangre esas historias.
En la cocina molíamos las nueces para la intxaursaltsa de Navidad y disfrutábamos del amor de la familia. Allí, todos cerca del fuego y del pan. La cocina era un dominio familiar y también el lugar para los amigos. Por eso es también que elegí recopilar recetas y cocinar según sus costumbres con sabores que cambiaron porque los ingredientes no eran los mismos.
La curiosidad de escuchar a mis abuelos hablar en voz baja, en un idioma tan distinto, me hizo pensar que no eran españoles aunque de allá decían que venían. Esas palabras quedaron grabadas también en los dichos, los refranes, los nombres de los animales domésticos y algunos enseres de la casa. Amona cantaba en euskara canciones breves y alegres pero no hablaba con nosotros en su lengua materna. No podía enseñarnos algo que estaba prohibido. Las palabras del idioma la remitían a lugares que nunca más volvería a ver. Por eso a ella le ilusionaba más contarme cómo hacían la sidra en el caserío o por qué le gustaban tanto las manzanas y las cerezas. Prefería mostrarme su huerta, su jardín, los frutales y las aves de su corral, mientras blanqueaba sábanas y manteles al sol.
Ahora a través de la generosa propuesta de Euskalkultura.com espero poder compartir desde este punto de la diáspora Argentina, esas experiencias, las historias de vida que voy juntando e hilvanando en las recorridas por las euskal etxeak de distintos pueblos y ciudades de mi país. Me anima ese mismo espíritu de andar, conocer y compartir que permitió a los vascos poblar y enriquecer esta nueva tierra elegida y que es la cuna de su descendencia.