Arantza Rodríguez / Bruselas. Nada más levantarse, Iñigo se desayunó con el atentado en el aeropuerto. “Vuelo con frecuencia y he reconocido perfectamente la zona de la explosión. Lo primero en lo que he pensado es en mis padres”, aseguraba. En esas estaba cuando se produjo el estallido en el suburbano. “De repente, hemos escuchado sirenas de bomberos, policía y ambulancias cerca de casa. Hemos visto por la ventana gente corriendo para todos los lados y un autobús lleno de personas heridas ensangrentadas”, relataba. Enseguida se afanó en contactar con familiares y amigos. “Mis padres estaban preocupados y me han pedido que no salga de casa. Hay alerta 4. Solo se escuchan sirenas y las calles están desiertas”, señalaba.
Recluido en casa, junto a su novia, admitía su inquietud. “Estamos nerviosos. De momento no trabajamos hasta nueva orden”, explicaba, incapaz de hacer análisis más allá del drama humano. “No sé si estos atentados son evitables, pero confío en que la seguridad da lo mejor de sí para atajarlos. Tras lo que pasó en París, me planteé que cometerían algún acto en Bruselas, pero nunca piensas que pueda llegar a este extremo”, admitía.
Pese a vivir desde hace 15 años en la capital belga, Julen Fernández se enteró del atentado por WhatsApp, recién llegado a su despacho. “Lo primero que he hecho es escribírselo a mi mujer, que trabaja cerca del aeropuerto. Luego he puesto en el grupo de la familia que estábamos bien”, contaba este bilbaíno de 39 años, que trabaja para el Consejo de la Abogacía y preside la peña del Athletic en Bruselas. “Somos 66 socios. La esposa de uno ha pasado por la estación diez minutos antes del atentado”, detallaba.
Acostumbrado, por desgracia, a convivir con los atentados en Euskadi, decía estar afrontando lo sucedido con mayor calma que otros. “En Bilbao hemos vivido episodios similares muchos años y estamos más habituados que los belgas o personas de otros países que tienen más olvidado el fenómeno del terrorismo”, explicaba. “Yo he pasado por calles en Bilbao donde acababan de asesinar y he tenido compañeros que iban en los metros de Madrid, pero no puedes vivir con miedo porque al final los terroristas consiguen cambiarnos la forma de actuar. Habrá un impacto y la gente cogerá más bicicleta y coche y menos transporte público, pero hay que intentar hacer vida normal porque si no, nos ganan”, recalcaba.
El lugar escogido para atentar en el metro no le parecía baladí. “Es la parada del Parlamento europeo. No sé si ha sido o no programado, pero no es solo un atentado contra Bélgica, sino contra objetivos y valores europeos, como lo son el derecho a la vida y a la libre circulación. El ataque trasciende a todos y de ahí la oleada de solidaridad que estamos recibiendo”.
Tras recordar el atentado en el Museo Judío, Julen consideraba que era “muy probable” que la capital belga se convirtiera en un objetivo porque “tienen bastantes terroristas entrenados y retornados de Daesh y Bruselas simboliza el Estado de Derecho. Las grandes ciudades que defienden valores, como en Francia puede ser el laicismo, están afectadas”. Pese a la presencia del ejército en las calles, este tipo de atentados, decía, son difíciles de evitar “porque la barbarie es imprevisible. Es humano sentirse vulnerable en situaciones de crisis, pero tenemos que ir más allá porque somos más fuertes. Aunque en un momento dado tiembla el suelo que pisas, hay que seguir andando”.
“ES MUY COMPLICADO PARARLOS”. Conduciendo camino del Parlamento Europeo, donde trabaja, Itxaso Muñoa oía la trágica noticia por la radio. Justo cuando pasaba por la salida del metro atacada, que utiliza habitualmente. “He avisado a mi familia y me he puesto a contactar a mis allegados en Bruselas. Estamos en vísperas de Semana Santa y había gente que podía tener vuelos para las vacaciones”, indicaba esta tolosarra de 39 años. Una vez en el despacho, se apresuró a encender la tele. “La imagen que más me ha impactado es la de los heridos en Rue de la Loi. Es una calle muy transitada por la que paso muchas veces”, comentaba. El viernes tenía previsto ir a buscar a unos familiares al aeropuerto. Pese a todo, no se sentía “más vulnerable” que antes. “Llevamos desde noviembre con mucha tensión y, luego, con una calma tensa, pero hay que seguir viviendo”. En el Parlamento el ambiente era “tranquilo”, aunque la agenda de trabajo quedó trastocada y solo hubo “un tema de conversación”, los atentados suicidas. “Son muy difíciles de atajar. ¿Cómo paras a alguien que está dispuesto a hacerse explotar?”.
También Ana Etxaburu, presidenta de la Euskal Etxea de Bruselas, veía complicado frenar estos ataques. “Hay policías y militares, pero no pueden estar en todos los sitios. La sensación es de que puedes coger el metro para ir a hacer compras o ir a la escuela y boom”. Al saber del atentado en el aeropuerto, pensó que habían sido “unos locos que se habían suicidado en venganza” por la detención hace unos días del terrorista huido de los atentados de París, pero luego se produjo la explosión en el metro. “Es caótico. Dicen que nos quedemos en casa, mis amigos han ido a buscar a los niños a la escuela... El sábado teníamos cena en la Euskal Etxea. Veremos si la gente está de humor...”.
Al ex jugador de baloncesto Juanma López Iturriaga las explosiones le sorprendieron en el aeropuerto, si bien no se percató hasta que le instaron a correr. Ainhoa Erkiaga, una secretaria lekeitiarra que lleva 16 años en Bruselas, respiraba a la tarde tranquila en casa, pero la mañana la pasó recluida en el trabajo “en shock”. “Sobre todo sentía miedo”, confesaba y aseguraba que lo ocurrido era de esperar. “Desde noviembre llevo diciendo que nos iba a tocar cuando menos lo esperásemos”, comentaba, convencida de que ella podía haber sido una de las víctimas. “Conozco a dos personas que se han librado por los pelos. El jueves tengo un vuelo previsto. Si lo hubiese cogido para hoy (por ayer), podía haberme tocado. Nunca sabes dónde van a poner las bombas”.