Núria Escur. Con Aitaren etxea (La casa del padre,Destino, en su edición castellana) Karmele Jaio ha ganado el Premio de la 111 Akademia 2019 al mejor libro en euskera. Léanla: “Mirando al espejo has tenido otra visión: además de verte a ti mismo y a tu padre, te ha parecido ver en el reflejo a otros hombres detrás. Todos tienen la cara de tu padre. Podría ser tu abuelo, tu bisabuelo”. Jaio (Vitoria-Gasteiz, 1970) nos cuestiona: “la normalidad oculta mucha anormalidades”.
Su libro obliga a reflexionar sobre el género “heredado” o “adoptado” libremente. ¿Uno acaba pareciéndose a sus progenitores?
La familia es nuestra primera referencia del mundo y de cómo funciona. Lo que aprendemos de niñas y niños en casa queda marcado a fuego en nuestro disco duro. La manera en que nos tratan, los mensajes que nos envían, vamos interiorizando qué se espera de unas y de otros. Siempre cosas distintas. Lo que nos transmite la familia, junto a todos esos valores y mandatos sociales que nos inculca la sociedad nos va moldeando hacia una manera correcta de actuar, la que creemos que nos corresponde con respecto a nuestro género. Y eso nos acaba influyendo en nuestra educación sentimental, en aspiraciones profesionales…
¿Nos condiciona en lo público o en lo privado?
En todo. Tanto a la hora de elegir qué vamos a estudiar o a qué aspiramos en la vida como en el modo en que nos enamoramos o tenemos sexo con otra persona. El género tiene un peso excesivo en nuestras vidas. Y, a pesar de ello, y de que seguimos reproduciendo y transmitiendo esos mandatos, no siempre somos capaces de verlo ni los reconocemos tan claramente. La normalidad oculta muchas anormalidades.
La normalidad oculta muchas anormalidades”
¿La sociedad vasca es particularmente patriarcal o matriarcal?
Hay un mito sobre la sociedad matriarcal vasca, muy arraigado en la cultura popular, que creo que no se corresponde con la realidad. Se habla del papel de la mujer en la mitología, su “importante papel” en el caserío etc… y es cierto que el rol de nuestras mujeres tiene sus especificidades, como cualquier otra cultura tiene las suyas, pero ¿y el poder? El poder de nuestras abuelas era gestionar las casas y hacer “milagros” con el dinero que les daban sus maridos. ¡Ese era su poder! Porque el otro poder, el poder verdadero, y la última palabra siempre la ha tenido el hombre. Aquí y creo que en todo el mundo.
Usted nace en 1970 ¿Cómo ha marcado a su generación la gestión del conflicto vasco, los años más difíciles, etc…?
Ha marcado mucho nuestra vida. Hemos vivido nuestra juventud con el conflicto de fondo, siempre ha estado ahí, por eso aparece en el libro. Algunos lo han sufrido en primera persona, con más intensidad y sufrimiento, pero para el resto también ha sido un condicionante muy importante en sus vidas. Hemos nacido con ello.
Advierte que ha querido dar relevancia a “las palabras no dichas”. “Esas palabras de plomo, que aparecen solo cuando baja la marea, cuando quedan a la vista las rocas escondidas bajo el agua”, como dice la propia novela. ¿Cuáles, podría concretar? ¿Qué es lo que más solemos esconder?
Generalmente escondemos lo más importante. Creo que todas las personas tenemos nuestras preocupaciones, problemas, heridas, pasiones… Sin embargo, si repasamos nuestra conversación de un día entero, esos grandes temas no aparecen. Generalmente hablamos de temas más superficiales.
Todas nos hemos sentido violentadas por ser mujeres alguna vez…”
Los silencios hablan.
Por eso en nuestras conversaciones siempre planea algo que es invisible y que es todo lo que nos gustaría decir, todo lo que sentimos, todo lo que estamos pensando y no verbalizamos. Por eso para mí, en todo lo que escribo, es más importante lo que los personajes dejan sin decir que lo dicen. Estoy convencida de que hay más verdad en esos silencios que en las palabras pronunciadas.
¿Ha vivido la violencia de género en primera persona o en alguien cercano?
Más allá de la violencia de género, ejerciendo una mirada más amplia sobre la violencia contra las mujeres, creo que todas tenemos algún ejemplo propio o cercano sobre algún tipo de abuso. Todas hemos tenido alguna vez algún “susto”, todas hemos pasado miedo volviendo de noche a casa, todas nos hemos sentido violentadas por ser mujeres alguna vez… Y si nos referimos estrictamente a la violencia de género, estoy convencida de que a nuestro alrededor hay muchos casos de violencia en pareja que no conocemos. El mayor peligro para las mujeres, en muchos casos, está dentro de las casas.
¿Por qué cree que aumentan las violaciones “en grupo”, como manadas de depredadores?
No sé si han aumentado o es que son más visibles ahora, sobre todo tras la repercusión mediática del caso de Pamplona, pero creo que el hecho de que nuestros jóvenes se estén educando sexualmente a través de un tipo de porno degradante para las mujeres, porno que fomenta la cultura de la violación, tiene una repercusión terrible en la forma en que entienden hoy las relaciones sexuales.
Los chicos están aprendiendo a que tienen derecho a acceder al cuerpo de las chicas y aprenden a excitarse con el abuso de poder”
¿Hay un aprendizaje cultural de la violencia?
Sí, que asocia sexo con violencia y con humillación. Lo cuenta muy bien Ana De Miguel. Los vídeos porno más vistos en España reproducen relaciones no consentidas, o sea, violaciones. Los chicos están aprendiendo a que tienen derecho a acceder al cuerpo de las chicas y aprenden a excitarse con el abuso de poder, más allá del sexo.
¿Qué le han comentado, mayormente, los hombres que han leído? ¿Y las mujeres?
Con esta novela me ha ocurrido algo especial con los hombres lectores. Se me han acercado muchos, me han escrito, me han dado las gracias incluso… Muchos me han dicho que han visto reflejadas actitudes suyas que les cuesta reconocer o admitir, que esto les ha dolido, pero, al mismo tiempo, les ha ayudado a ser conscientes de ellas. Muchos también me han reconocido que algo se ha removido en su interior con la relación que se describe entre padre e hijo, esa imposibilidad de mostrar sus sentimientos el uno al otro. Por su parte, las mujeres me han agradecido que recoja algunas vivencias relacionadas con las renuncias a sus proyectos y el hablar de las relaciones de poder con hombres en contextos concretos y reconocibles.
¿Recuerda cuándo y por qué decidió ser escritora?
No exactamente, aunque sí tengo un leve recuerdo de que un día leyendo “Nubosidad variable” de Carmen Martín Gaite, tendría 16 o 17 años, pensé que a mí también me gustaría escribir algo así. Siempre me gustó leer y el germen de mi afición a la escritura está en la lectura, eso seguro.
Nuestra lengua no está normalizada, está en constante amenaza”
Construcción de roles, género, ¿teme que acaben siendo temas manidos?
Mientras sigan influyendo tanto en nuestras vidas y teniendo consecuencias tan negativas en las vidas de las mujeres, tendremos que hablar de ello, denunciarlo. No creo que los temas se agoten siempre que haya una manera distinta de contarlos. Llevamos siglos escribiendo del amor, de la muerte, del paso del tiempo… y son temas que nunca se agotan.
Hay en su libro tres miradas. La de los ojos del escritor bloqueado, Ismael Alberdi, la de su hermana Libe, feminista militante, y la propia voz de la escritora relegada a esposa, madre e hija. ¿Qué arma usa para, finalmente, encontrarse a si misma? ¿Cómo cree que cambiarán, en qué, esas miradas dentro de unas generaciones?
Me interesaba contar que dependiendo del lugar desde el que miramos al mundo, vemos una realidad totalmente distinta. No sé si estas miradas cambiarán, pero me gustaría que las próximas generaciones de hombres reconocieran sus privilegios y dieran pasos firmes para cambiar esta situación de desigualdad; y que las próximas generaciones de mujeres encontraran la fuerza y las condiciones necesarias para creer en sí mismas y en sus posibilidades.
¿Qué futuro le augura a aquellas literaturas que quieren mantener una lengua propia, sea el vasco o el catalán, a pesar de las dificultades?
Bueno, supongo que todas las literaturas quieren mantener una lengua propia, no solo las llamadas lenguas minorizadas; lo que ocurre es que lo tenemos más difícil. Nuestra lengua no está normalizada, está en constante amenaza y escribimos siendo conscientes de que no tiene el futuro asegurado. Sin embargo, no creo que sea un futuro negro. Creo que la literatura vasca está viviendo uno de sus mejores momentos y que tiene un gran futuro. A pesar de todas las dificultades, se están escribiendo muchas obras de calidad, que es lo importante.
¿Qué escena del libro le costó más y por qué?
Lo que más me ha costado ha sido no caer en generalidades, no hacer una caricatura de hombres y mujeres y no sermonear. No es un libro que quiera convencer a alguien de algo, quiere mostrar unas situaciones y hacerle pensar. He hecho un esfuerzo constante para mostrar los matices y la complejidad de la realidad.