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Hace ya un siglo: 'Versolaris' en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (Noticias de Navarran)

2020/10/17

Hace 100 años, miembros de la diáspora vasca en Argentina realizaron una donación de una obra de Valentín de Zubiaurre al Museo Nacional de Bellas Artes como expresión de su identodad en la nueva tierra

Lotura: Noticias de Navarra

Alfonsina Leranoz. Hacia finales del siglo XIX, Argentina recibió una afluencia masiva de inmigrantes procedentes de toda Euskal Herria, que muy pronto se organizaron en diversas asociaciones, al mismo tiempo que se integraban en espacios de influencia local. En este contexto, el surgimiento de una burguesía agropecuaria, comercial e industrial vasca consumidora de arte, así como la existencia de una colectividad que valoraba e invertía en obras de sus paisanos, incentivaron la creciente circulación de producciones de artistas vascos en diversos espacios expositivos. Los propios artistas identificaron muy tempranamente en este próspero territorio americano un mercado de arte propicio para vender sus obras, sobre todo las de iconografía vasca.

Los hermanos Valentín y Ramón de Zubiaurre Aguirrezabal no fueron ajenos a este interés por el mercado de arte argentino, tal como el propio Ramón confesó al escritor José María Salaverría en una entrevista realizada para la popular revista Caras y Caretas en el año 1926. Hijos del compositor vizcaíno Valentín de Zubiaurre Urionabarrenechea, ambos eran sordos de nacimiento y esto les generaba dificultades en el habla. Al ser su padre maestro de la Capilla Real en Madrid, fue allí donde se formaron, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y desarrollaron la mayor parte de sus carreras artísticas. Gracias a becas concedidas por la Diputación de Bizkaia viajaron por Francia, Países Bajos, Italia y Austria para completar su formación. A su regreso, compartieron un estudio en Madrid, aunque conservaron el de la casa familiar de Garai, donde practicaban la pintura al aire libre. Participaron de exposiciones nacionales e internacionales de arte, donde recibieron galardones; realizaron exhibiciones individuales y colectivas en las principales capitales del mundo; vendieron sus pinturas a través de marchands; lograron que sus obras ingresasen al patrimonio de prestigiosos museos; participaron en reconocidas asociaciones artísticas, como la Asociación de Artistas Vascos. En 1945, Valentín fue elegido miembro de la Academia de San Fernando, pronunciando la lección de ingreso Pintores mudos y sordomudos en la historia de España.

La presencia de los hermanos Zubiaurre en la escena artística argentina se remonta a la Exposición Internacional del Centenario de la Revolución de Mayo en 1910, donde sus obras fueron expuestas y premiadas en el Pabellón de Arte Español. Desde entonces, expusieron regularmente en Buenos Aires y tuvieron apariciones en la prensa local, destacándose en La Baskonia, una popular revista de la colectividad vasca en Argentina. Durante la década de 1910, ambos fueron nombres frecuentes en las exposiciones de arte español organizadas en galerías comerciales como la galería Witcomb.

Fue en los salones de Buenos Aires y Rosario de esta afamada galería donde, entre septiembre y octubre de 1920, los hermanos Zubiaurre realizaron dos exposiciones con un gran éxito de ventas, al punto que, a su llegada a Rosario, más de mitad de las obras ya habían sido vendidas. Incluso se realizaron adquisiciones para reconocidas instituciones públicas, como el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (MNBA), para el que el Estado argentino compró la obra La Partida de Ramón, y el recientemente inaugurado Museo Municipal de Bellas Artes de Rosario.

El catálogo de la exhibición incluyó un prólogo de José Ortega y Gasset que iniciaba con las siguientes palabras: "Los hermanos Zubiaurre son vascos, sordomudos y pintores. Esto quiere decir que hay en ellos tres potencias de mutismo. Ser vascos es, sin más, una renuncia nativa a la expresión verbal. El misterioso pueblo vascongado posee un idioma elemental que apenas sirve para nombrar las cosas materiales, y es por completo inepto para expresar la fluencia fugitiva de la vida interior". El texto continuaba exaltando la "mudez" y el "intimismo silencioso", como una virtud que se trasladaba a la plástica de los Zubiaurre. Otros autores, como Margarita Nelken y Marco Sibelius en la revista Augusta, también habían vinculado la sordera de los hermanos a su pintura como parte de un elogio al primitivismo de sus obras, aunque sin asociarla de manera explícita a su filiación vasca ni negando la capacidad expresiva del euskera.

La exposición en Witcomb tuvo una amplia cobertura en la prensa local, sobre todo, en La Baskonia. Sin embargo, la revista no hizo ninguna mención al catálogo ni a su texto, lo cual resulta llamativo considerando la apasionada defensa del euskera que se hacía desde sus páginas. Principalmente, La Baskonia divulgó la adquisición de la obra Versolaris de Valentín de Zubiaurre por parte de un grupo de integrantes de la colectividad vasca de Buenos Aires para ser donada al MNBA. Cabe mencionar que los bertsolaris son una iconografía recurrente en la producción pictórica de Valentín y existen importantes obras con este asunto y título en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en Madrid y en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, de fechas anteriores a la pintura de Buenos Aires. Previo a la noticia de esta donación, un artículo del 10 de septiembre firmado por Enrique Hernández anunciaba la exhibición de los Zubiaurre, al mismo tiempo que criticaba la indiferencia ante las personalidades y manifestaciones de la cultura vasca por parte de los vascos de Buenos Aires. En la crónica de la exhibición del 20 de septiembre se elogiaba especialmente dos obras: Versolaris, de Valentín, y La partida, de Ramón, es decir, aquellas que pasarían a formar parte del patrimonio del MNBA.

DONACIÓN

En la primera edición del mes de octubre, La Baskonia informaba y aplaudía la donación: "La adquisición de la obra ha sido regalada al Museo Nacional de Bellas Artes, acompañada de una nota en la que los donantes expresan su amor por esta tierra, y con homenaje de recordación a la misma, ofrecen al Museo dicho lienzo que refleja una de las costumbres populares del país euskaro. Muy plausible el gesto de nuestros compatriotas." Un mes después, la revista reprodujo el cuadro a media página y, en la última edición del año, publicó el intercambio epistolar entre los donantes y el director del MNBA, Cupertino del Campo. En la carta de donación, de octubre de 1920, los vascos manifestaban sus intenciones con un gran lirismo: "En representación de un grupo de baskos españoles residentes en esta ciudad, me complazco en ofrecer a la institución de su digno cargo la obra Versolaris (Los improvisadores del verso), en que el reputado pintor de nuestras costumbres, don Valentín de Zubiaurre, ha interpretado con amor y verdad a los modestos pero fogosos poetas de la tradición del pueblo euskaro que cantan con la espontaneidad natural de los pájaros, a la sombra de los añosos árboles del solar, en medio del silencio sólo interrumpido por los aplausos de los ancianos y jóvenes que religiosamente escuchan sus trovas. Sería para nosotros un honor, señor Director, que ese establecimiento aceptara el lienzo, como uno de los exponentes de la cultura artística actual de nuestra raza, tan gentilmente considerada y tan bien comprendida siempre en esta tierra hospitalaria, patria de nuestros hijos".

Los firmantes de la carta, en representación del grupo de donantes, son Ciriaco Morea y Casto Orbea, dos inmigrantes vascos que tuvieron éxito económico en la Argentina, fueron miembros notorios de importantes instituciones vascas de Buenos Aires y mantuvieron un estrecho vínculo con su tierra natal como benefactores. Ciriaco Morea fue un industrial metalúrgico, comerciante y hacendado navarro, miembro de la primera Comisión Provisoria de Euskal Etxea, que en 1910 fundó un pueblo con su nombre en la provincia de Buenos Aires. Casto Orbea fue un industrial guipuzcoano, proveniente de una tradicional familia dedicada a la fabricación de armas en Eibar, secretario del Centro Vasco Laurak Bat y uno de los principales gestores para la plantación del retoño del árbol de Gernika frente a la Casa de Gobierno de la Nación Argentina en 1919.

La carta de aceptación y agradecimiento de la donación, firmada el 3 de diciembre por Cupertino del Campo y su secretario, Atilio Chiappori, destacaba: "Con su generoso acto han demostrado que la colonia baska, no solamente concurre al engrandecimiento material del país, con su trabajo tesonero, sino también al mayor progreso de la cultura artística argentina".

De este modo, mediante la donación de Versolaris, los donantes buscaron el reconocimiento de una representación de su identidad en la institución artística más importante de la tierra de acogida. Y las circunstancias que envolvieron este pequeño acontecimiento estuvieron rodeadas por el paradójico encuentro entre un artista sordo que pinta una tradición oral, un filósofo que declara el mutismo de los poseedores de esa tradición y un grupo de inmigrantes que se apropia de una imagen de esa misma tradición para exaltar una identidad propia, que contiene la presencia tácita de la lengua del pueblo vasco.



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