I. A. López, de 32 años, empezó a jugar a rugby con doce en el club San Marcos, desde donde llegó al Bera Bera en la 2007-08. Su primer partido con el club donostiarra fue “contra el Ordizia. Jugué cinco minutos y les metí un try -ensayo-. Había estado dos partidos sin jugar porque no llegaba la licencia, y tenía ganas. Salí desde el banquillo e hice un avant en el primer balón que toqué. Después de tanto tiempo esperando, me quería morir”. El primera línea, sin embargo, se resarció anotando un ensayo: “Corrí como 50 metros, me vinieron a placar tres jugadores, uno no llegó, otro me lo saqué y otro chocó antes de entrar a la zona de marca. El Ordizia me pareció un equipo duro, bien rústico”. Los donostiarras ganaron aquel derbi por 18-3.
Tras su experiencia en Donostia, volvió a Argentina, pero en el San Marcos había pocos jugadores y dio el salto al Pucará: “Es un club muy grande, tiene cuatro campos de rugby y unos mil jugadores. Es el tercero con más gente de Argentina”. Allí coincidió con Valentín Cruz, Albertario, Delle Donne y Benjamin Daviron. Empezó a jugar con Argentina XV, y en 2014 dio el salto a la segunda división profesional francesa para jugar en el Massy. Allí, sin embargo, no estuvo a gusto: “Massy no es nada lindo, y después de descender a la Liga Federal 1 y de no poder ascender al año siguiente, no había un buen ambiente. Mi prioridad era jugar en un club del sur de Francia. Queria salir de la zona de París, porque es un buen lugar para hacer dinero, pero no para vivir”.
En la selección española, Julen Goia le comentó que el Ordizia estaba iniciando un nuevo proyecto y se animó a fichar por el club de Altamira: “Aquí hago lo mismo que en Francia, pero la familia está mucho mejor. ¡Los niños van solos al colegio! Ya hablan euskera”. Él mismo intentó aprender este idioma: “Casi me vuelvo loco, pero lo que me echó atrás es que en cada pueblo las palabras son distintas”.