Enrique Echavarren. «No he pegado ojo ni a la ida ni a la vuelta, no había forma de encontrar postura en el avión, me dolía el cuello, pero la experiencia ha merecido la pena. Ahora mismo no volvería, estoy muy cansado, pero dentro de una semana sí. Con los ojos cerrados». Así se expresa Markel Lizeaga, el zaguero aficionado hernaniarra que ha compartido viaje con los pelotaris profesionales de Aspe Iker Irribarria, Xabier Erostarbe y Andoni Ugalde en la visita anual a la Euskal Etxea de Bakersfield (California).
Regresó a casa en la tarde del lunes tras disfrutar de una estancia de casi diez días en tierras estadounidenses y ayer se incorporó a su puesto de trabajo en la empresa Mantinair de Astigarraga, donde lleva tres años tras haber completado en su día un módulo de Instalaciones Térmicas en Zubieta.
No era la primera vez que cruzaba el Océano Atlántico. En noviembre de 2016 formó parte de la delegación de la Federación Vasca a Isla Reunión junto a otros dos pelotaris. Aún así, padeció los avatares de un viaje tan largo. «Salimos el sábado 23 de mayo desde Biarritz. Llegamos dos horas antes al aeropuerto y echamos una partida al mus antes de coger un vuelo con destino a París, donde hicimos escala. Tuvimos suerte, porque prácticamente fue llegar y embarcar hacia Los Ángeles. El viaje se hizo un poco pesado, son casi once horas, pero tratabas de matar el tiempo viendo películas o con videojuegos».
Una vez en tierra, Joxe Rekondo, un pelotazale de Mugaire que jugaba a pelota en su juventud antes de emigrar a Estados Unidos y que reside en Bakersfield (California) desde hace bastantes años, les dio cobijo. «Fue a buscarnos al aeropuerto y luego nos llevó a su casa. Nos ha tratado de maravilla, como si fuésemos reyes. Se ha preocupado de todo. No nos dejaba pagar nada, ni siquiera el desayuno, y nos daba un poco de vergüenza. Cuando sales fuera es otro mundo y aprendes a valorar las cosas». Rekondo, el alma de la Euskal Etxea, lleva dos décadas patrocinando el viaje de los pelotaris vascos a Bakersfield. La cifra está cercana al centenar.
Lizeaga, de 25 años, no era el primer pelotari hernaniarra que pisaba Bakersfield. Hace años el honor le correspondió a Aitor Gorrotxategi. «Somos amigos y le pedí consejo. Me dijo que disfrutase todo lo que pudiese porque era algo que no iba a olvidar en la vida. Es más, me comentó que cambiaría todas la txapelas que ha ganado como aficionado por haber vivido esa experiencia».
Al zaguero hernaniarra, que comenzó a jugar a pelota cuando tenía ocho años, le sorprendió «que me incluyeran en la lista. Había hecho algún entrenamiento con Aspe cuando era juvenil, luego volvieron a llamarme pero tenía mal de manos y ahí se acabó la historia. Habrán pasado unos ocho años. Me dijeron que necesitaban un zaguero y no me lo pensé dos veces. A Ugalde y a Erostarbe ya les conocía desde aficionados. A Irribarria, no. Hemos hecho muy buenas migas. Xabier ya estuvo en San Francisco hace tres años cuando quedó campeón de Euskadi Elite».
Lizeaga, que el domingo debuta en el Campeonato Elite de Euskadi formando pareja con Yoldi ante Santxo y Telletxea en Zumarraga, desvela que «era la primera vez que estaba en Bakersfield (una población de 300.000 habitantes). Me pareció una ciudad muy tranquila, las casas son bajas, cada una con su jardín a la entrada. Es la típica ciudad americana, como las que salen en las películas».
Allí disputaron dos encuentros de exhibición, bajo un calor sofocante. «El frontón era al aire libre y haría unos 30 grados. Jugué el primero con Ugalde y ganamos (25-24). Luego lo hice con Irribarria y también ganamos (30-26). A mí no me conocían, pero a ellos sí. La gente no se pierde los partidos. Los ve por televisión los fines de semana».
De Bakersfield, los expedicionarios guipuzcoanos, que se defendían como buenamente podían en inglés -Ugalde era el más aventajado- tomaron rumbo a Las Vegas, donde permanecieron dos días alojados en el hotel Linq. «Una ciudad alucinante, llena de luces. Los edificios parecen de película», a juicio de Lizeaga. Y cayeron en la trampa del juego. «Como no habíamos gastado nada, Erostarbe y yo jugamos al black jack y a la ruleta. Pusimos 200 dólares. Estuvimos a punto de perderlo todo, pero al final recuperamos 30». Después visitaron San Francisco, el parque natural Yosemite -que le encantó a Irribarria- y el Gran Cañón del Colorado en helicóptero antes de volver a Euskadi.