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El lehendakari que ‘nunca’ estuvo en Suecia: En la aventura de Agirre no faltaron ingredientes de una novela de espionaje (Deian)

2017/01/07

En la estancia del lehendakari Aguirre en Suecia, previa a su traslado a América, no faltó ningún ingrediente digno de una novela de espionaje y guerra, pero descarnadamente real

Lotura: Deia

Óscar Álvarez Gila. Si esto lo supieran en Hollywood, hace tiempo que habrían hecho una película”, me decía un colega del Latinamerikainstitutet de la Universidad de Estocolmo, cuando le explicaba las vicisitudes por las que pasó el primer lehendakari del Gobierno vasco, José Antonio Aguirre, para escapar de la Europa ocupada por los nazis. Las conocemos gracias al libro que publicó en 1943 la Editorial Ekin de Buenos Aires (De Gernika a Nueva York pasando por Berlín), y más recientemente por la edición comentada por Iñaki Goiogana de su diario personal, publicada por Sabino Arana Fundazioa en 2010. El periplo que llevó al lehendakari desde Bélgica, donde fue copado tras la capitulación de Francia en mayo de 1940, hasta su reaparición pública en Uruguay en octubre de 1941, tiene todos los ingredientes de un buen guion cinematográfico: persecución y clandestinidad, con todo un sistema de ayuda gestionado desde Nueva York por Manuel de Ynchausti, en el que se involucraron miembros de diversos cuerpos diplomáticos, así como personas de buena voluntad que permitieron al lehendakari evitar ser capturado y remitido a la España franquista. Bien cabe imaginarse que le habría esperado allí un destino muy similar al de Lluís Companys, presidente de la Generalitat, entregado en agosto y fusilado en octubre de 1940.

La elección de Suecia como punto de partida para su traslado a América era la más lógica, dado que no podía usar ningún puerto de las oficialmente neutrales España y Portugal; y más aún cuando el estallido de la guerra entre Alemania y la Unión Soviética el 22 de junio de 1941 hizo imposible la primera opción que había barajado: cruzar toda Siberia hasta el Pacífico y, desde allí, embarcarse hacia Estados Unidos. Así, tras obtener un visado de tránsito en la embajada sueca en Berlín, el 22 de mayo de aquel mismo año pudo viajar a Göteborg, en la costa atlántica, a fin de tomar el primer barco con destino a América. No obstante, lo que se estimaba que pudiera llevarles apenas unos días acabó por alargarse hasta fines de julio. Aguirre documenta en su libro y diario la vida familiar y sus impresiones sobre la sociedad sueca, al tiempo que desgrana las gestiones que debió hacer para conseguir tanto un pasaje en un barco, como los oportunos visados para su destino. Finalmente, el 31 de julio abandonarían Europa a bordo del Vaxholm, con destino a Río de Janeiro.

IDENTIDAD FALSA Seguir los pasos del lehendakari durante su estancia en Suecia es casi tan difícil como les fue a sus perseguidores dar con su paradero durante aquellos duros meses. En primer lugar, porque oficialmente Aguirre nunca estuvo en Suecia: entró y salió del país usando la identidad falsa del panameño José Andrés Álvarez Lastra (y su esposa bajo otra identidad igualmente supuesta: la venezolana María Arrigorriaga, viuda de Guerra, y sus dos hijos). Y son estas dos identidades las que dejarían un rastro en la burocracia estatal sueca. En el Archivo Nacional (Riksarkivet) pudimos localizar, gracias a la ayuda del personal de documentación, diversos testimonios de su paso por Suecia en los fondos de la States Utlänningskommission (Comisión Estatal de Inmigración): en concreto, tres expedientes marcados específicamente con los nombres con los que viajaba el matrimonio Aguirre-Zabala.

Los dos primeros expedientes datan entre junio y julio de 1941 y vienen a confirmar el relato aportado por el propio lehendakari que hasta ahora constituía la única fuente con la que contábamos para conocer estos dos meses de su biografía. Son dos solicitudes cursadas por la agencia de viajes Nordiska Resebyrå de Göteborg, de 4 de junio y 10 de julio respectivamente, dirigidas a la Socialstyrelsen (Agencia de inmigración), pidiendo la prórroga del visado temporal expedido en Alemania al matrimonio.

Ambas las firma Ingve Persson, el empleado de la agencia encargado de gestionar el viaje del lehendakari y, si nos remitimos a lo que el propio Aguirre recoge en su diario, una persona muy próxima, y de las pocas que tuvo conocimiento de su verdadera identidad. A las cartas se añaden los formularios de solicitud firmados por los propios interesados. El formalismo de la burocracia nos deja entrever algunas cosas interesantes. En ambas solicitudes, por ejemplo, se indica como domicilio el hotel Kung Karl en Göteborg, y se registra como persona de referencia en Suecia, nada menos que al cónsul de la República Dominicana, Erik Hultgren. El motivo que aduce Persson es en los dos casos muy similar: los pasajeros tomarán un transatlántico a Nueva York, dice en la primera carta; saldrán del puerto de Göteborg en cosa de 10 a 14 días, dice en la segunda. La incertidumbre era la norma desde el inicio de la guerra.

Suecia, como país neutral, había tenido que firmar un acuerdo con británicos y alemanes regulando las condiciones de su tráfico naval con América, limitando el tonelaje y características de los productos que Suecia podía importar, únicamente para su abastecimiento. Además, incluso con bandera neutral, algunos barcos suecos habían sido hundidos en el Atlántico. Recién llegado al país, el 30 de mayo Aguirre recogía en su diario cómo hemos leído en sueco que un vapor de Göteborg ha sido torpedead”, y se preguntaba sobre su viaje: ¿habrá dificultades? Ciertamente las hubo: los planes urdidos por Persson y financiados por Ynchausti caían presa de las cancelaciones y los retrasos.

Un día antes de su partida, el periódico local Göteborgs Handels- och Sjöftarts- tidning confirmaba a toda plana el hundimiento en abril en el Atlántico norte de otro barco sueco que viajaba hacia Brasil, el Venezuela, dejando al menos 49 muertos. Aguirre no menciona en su diario esta noticia, no sabemos si por desconocimiento o, simplemente, por la feliz perspectiva de su próxima salida. Y el contexto internacional tampoco ayudaba: Suecia se hallaba en aquellos meses de 1941 en plena Midsommarkrisen (la demanda por parte de Alemania de dejar pasar tropas por su territorio para luchar contra la URSS, bajo la velada amenaza de la conquista del país).

ESPÍAS ALEMANES Los expedientes incluyen informes de la policía criminal de Göteborg, que tras confirmar la veracidad de las solicitudes (Nordisk Resebyrå ha recibido 2.000 dólares de un banco americano para abonar los pasajes tan pronto como se retornen aquí los pasaportes), añaden algunas pinceladas sobre la estancia de los Aguirre-Zabala. Por ejemplo, se menciona su religión, ya que con los dos hijos de ella acuden regularmente a la única iglesia católica de la ciudad, la S:t Joseph Katolska Kyrka de la calle Spannmålsgatan. Además, la prensa local que Aguirre mismo decía consultar a pesar de las dificultades idiomáticas explica en parte la decisión que tomaron, en dos ocasiones, de trasladarse a poblaciones turísticas del sur de Suecia: primero a Båstad, del 9 al 16 de junio, y después a Västra Bodarna, del 16 al 26 de julio. Era temporada alta en el calendario turístico sueco, pero con las problemas económicos y la guerra europea los hoteles estaban casi vacíos, razón por la cual Aguirre, siguiendo el consejo de Persson, optó por desplazarse en busca de un alojamiento más barato. Además Göteborg no era el lugar más seguro para un fugitivo: al poco de llegar a Suecia, la prensa informaba, precisamente, del desmantelamiento de una red de espionaje alemán en la ciudad.

El documento final de esta primera serie, sin embargo, nos deparaba una sorpresa. El 10 de febrero de 1944 la Socialstyrelsen informaba al ministro de Asuntos Exteriores sueco S. Hellstedt del envío de los dos expedientes de visado, a solicitud de su ministerio. ¿Cuál era el motivo de este requerimiento? El tercer expediente nos ofrece algunas explicaciones y plantea nuevas preguntas.

Efectivamente un día antes, el 9 de febrero, el ministro había demandado información de un ciudadano venezolano, de Guerra, que habría llegado a Suecia el 23 de mayo de 1941 procedente de Alemania o Dinamarca, acompañado de su esposa y dos hijos menores de edad. Se aclaraba, además, que la familia posiblemente había arribado a Suecia bajo el nombre de Álvarez Lastra -la esposa de Arrigorriaga. Se incluían datos precisos, como el año de nacimiento y, sobre todo, el nombre del barco y fecha de partida desde Göteborg. Como puede deducirse, aunque en parte erróneas –la carta asume que Guerra era el apellido real del lehendakari–, las informaciones de que disponía el ministro eran muy exhaustivas.

Dos días más tarde, una vez aclarado el verdadero nombre del lehendakari, el ministro en persona escribía al embajador sueco en Alemania, Arvid Richet: Hermano. Sobre tu carta del 3 de febrero relativa al expresidente Aguirre te pido que me remitas la información de la concesión del visado. El embajador se tomó su tiempo para replicar. El 22 de febrero responde que nunca fui consciente de que tras Álvarez Lastra se escondiera, de hecho, el expresidente Aguirre, y añade:“sí que recuerdo una visita que me hicieron algunos embajadores sudamericanos, quizá fueran dos, respecto a lo que en su opinión era un asunto muy importante sobre un visado; y que ellos, como suele ser común entre los sudamericanos, eran muy habladores.

Uno de los alumnos de doctorado del Latinamerikainstitutet, especialista en historia diplomática, confirmó mis sospechas sobre el tono de la carta: el embajador estaba intentando echar balones fuera. ¿Por qué y hacia dónde? Lo intrincado del sistema archivístico del ministerio sueco de Asuntos Exteriores, unido a la falta de accesibilidad de su correspondiente español, nos impiden por ahora pasar del terreno de las hipótesis, aunque éstas sean muy sugerentes.

Recordemos la cadena de acontecimientos: en 1943 Aguirre relata en su libro las diversas etapas de su huida, con nombres, fechas y lugares; entre ellos la mención al embajador Richet quien por su orden personal le con cediera el visado que les permitió abandonar Alemania. Y al poco tiempo de su publicación, el gobierno sueco se ve en la obligación de iniciar una indagación interna a fin de saber si éste había actuado de forma deliberada o, como adujo en su defensa, si había sido mal informado. Sin duda, debió llegar de algún modo una protesta, o una exigencia de explicaciones, bien de parte de España o, quizá, de la propia Alemania; una requisitoria que, todavía en 1944, cuando la guerra aún no estaba decidida, no podía dejarse a un lado.

Esperamos que futuras investigaciones puedan aclarar éste y otros aspectos, aún oscuros, sobre la aventura sueca de Aguirre en su escape hacia la libertad. Más de cien años después de su nacimiento, la figura del primer lehendakari sigue todavía ofreciendo interesantes vías para seguir indagando en el conocimiento de una biografía que, en gran medida, es el reflejo de toda una importante etapa en la historia del País Vasco.



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