En días de reivindicaciones de banderas y de exaltación, un punto inconsciente, de símbolos -inconsciente según desde qué orilla ideológica se apunte ahora uno al carro- recupera José María Esparza Zabalegi una historia que tiene que ver con Osasuna y los símbolos que portaba y ha defendido históricamente el club.
Una historia que nos devuelve la memoria de un club cuya imagen ha sido distorsionada de forma interesada y cuyos aficionados han tenido que sufrir, hasta hace bien poco, el acoso de autoridades deportivas y extradeportivas, en muchas ocasiones ante la pasividad de los gestores del club, por exhibir símbolos con los que se sienten realmente identificados.
Por cierto, situación que, al menos en parte, ha sido corregida gracias a la intervención de Angel Etxeberriaejerciendo, nunca mejor dicho, su papel de defensor del socio del Club Atlético Osasuna.
El caso es que esa historia que relata Esparza, en un artículo donde recuerda los orígenes de la bandera de Navarra que ahora algunos quieren patrimonializar para usarla como ariete en la defensa de sus verdaderos objetivos, nos lleva a días en los que el club pagaba una estratosférica multa, 250.000 pesetas de las de los años 50 del siglo pasado, por mostrar un símbolo.
¿Qué símbolo? Pues nada más y nada menos que un símbolo rojo, como no podía ser de otra manera tratándose de Osasuna, y aún algo peor: una enseña ‘separatista’. Una bandera de Navarra. Así lo relata:
“En mayo de 1959, [las autoridades franquistas] `impusieron una multa de 250.000 pesetas, una fortuna entonces, al club de fútbol Osasuna, con motivo de su viaje a Caracas para participar en la Pequeña Copa del Mundo. Se les acusó de haber visitado el Centro Vasco; de haber rechazado una invitación de la Embajada de España; de haber sacado la bandera de Navarra al campo de fútbol y de no haber sacado la española. Grande, Osasuna.”
En aquella plantilla formaban jugadores míticos para al menos un par de generaciones de osasunistas: Félix Ruiz, Ignacio Zoco, Sabino Andonegi, Areta III, Egaña, Marañón, Ciaurriz, Glaria II…
Legalizada’ la presencia en las gradas del estadio de El Sadar de un símbolo como el Arrano Beltza, ha llegado la hora de recuperar esa parte de la memoria histórica hurtada a los amantes del fútbol en Navarra.
Ellos pueden contar de primera mano hasta dónde son capaces de llegar algunos en su obsesión por secuestrar un símbolo que une a diferentes borrando las huellas de un pasado que nos remite a su nacimiento, a la elección del nombre del nuevo club fundado en el Café Kutz y al fusilamiento a manos de los sublevados de uno de sus fundadores, Eladio Cilveti, en Etxauri, el 16 de enero de 1937.