Eider Burgos. De Kuwait, Canadá, Israel, Australia, Costa Rica... Blaise Aguirre ha tratado a adolescentes de todo el mundo. Con sus diferentes culturas, todos comparten el mismo miedo: «Que nadie les entienda». Además, todos sufren Trastorno Límite de Personalidad (TLP), el «más estigmatizado» por los especialistas. Pacientes con estallidos de ira, inestabilidad emocional, relaciones caóticas y, en los peores casos -alrededor del 10%-, con tendencias suicidas: «A ningún terapeuta le gusta estar con el miedo a que alguien salga de su consulta y se quite la vida».
Descendiente de hondarribitarras -«de pequeño me sentía muy vasco»-, Blaise Aguirre es psiquiatra en el Hospital McLean, la mayor unidad de psiquiatría de Harvard. Además, es directivo en la Academia de Liderazgo para Chicas que Oprah Winfrey abrió en 2007 en Sudáfrica. En ambos centros pone en práctica la Terapia Dialéctica Conductual (TDC), que trató en unas jornadas organizadas por el Hospital de Basurto y la Fundación vasca para la investigación en salud mental OMIE. Una técnica por la que vuelan de todo el mundo hasta Massachusetts en busca de ayuda.
- ¿En qué consiste?
- Primero, en que el paciente acepte que hay un problema, porque muchos se limitan a echar la culpa a los demás y a decir que no se les trata con cariño. Luego, buscamos soluciones y le enseñamos técnicas de tolerancia y relaciones interpersonales.
- ¿Cuál es el origen?
- En gran parte, estrés postraumático, muchas veces por abuso sexual. Pero no analizamos ese pasado, solo los momentos actuales que provocan esta conducta reaccionaria. También existe un componente biológico: igual que unos nacen con una alergia, otros lo hacen con una sensibilidad emocional extrema.
- Descontrolada, en ocasiones.
- En otros hospitales, los pacientes que sufren TLP son los que suelen permanecer en salas de aislamiento, con correas o con calmantes. Son muy reactivos y extremadamente sensibles, incluso a las cosas más pequeñas. No saben regular sus emociones, lo que les lleva a hacerse daño para superar el dolor, ya sea con drogas, autolesiones...
- ¿Tiene que ver con la culpa?
- Sí. Cuando hablas con ellos y les dices que les entiendes y que no son malas personas siempre te contestan: 'Eso es porque no me conoces'. Tras el trauma, piensan que todo lo malo que les sucede es por su culpa.
- ¿Y cómo cambian eso?
- Trabajamos la autocompasión, no para que se sientan mejor, sino porque sienten dolor. Les permite analizar qué es lo que les pasa en lugar de castigarse todo el rato. Tienen que comprender que su comportamiento se debe a lo que han vivido. No es que haya que disculparles, solo entender lo que han sufrido. Al principio, creen que es imposible que puedan llegar a quererse a sí mismos.
- Se sirven del 'mindfulness'.
- Sí. Creemos que es solo meditar y aislarse de todo, pero no. Es beber un café y ser consciente de ello, caminar y saber que caminas. Todo se puede hacer con y sin 'mindfulness'.
- Tratando adolescentes, ¿qué papel juegan las redes sociales?
- Creo que en el futuro tendremos más casos de trastorno límite. Con las tecnologías y redes 'antisociales', como yo las llamo, no hay conexión entre lo que se dice y las emociones que se muestran, con lo que perdemos las habilidades de estudiar al otro y responder en consecuencia.
- ¿El TLP se cura?
- Tras seis u ocho años de terapia el paciente se siente casi recuperado. Lo que no cambia es ese 'autoodio'. Siguen siendo personas sensibles, lo que en sí no tiene que ser malo, pero deben aprender a controlarlo. Con la práctica, se harán más fuertes.
Nieto de Antonio Garrigues, primer ministro de Justicia de la democracia. Parte de su familia es de Hondarribia.
Academia de Liderazgo para Chicas, de Oprah Winfrey En Sudáfrica. Trabajan los traumas de las alumnas con el 'mindfulness'.
«Con el apartheid empecé a sentir el sufrimiento de los demás»
«Mi padre nació en San Francisco, pero se sentía muy orgulloso de sus raíces vascas, de Hondarribia», recuerda Blaise Aguirre en castellano. Lo aprendió de niño, durante cinco años que vivió en Barcelona y Madrid. También durante las visitas a su abuelo, Antonio Garrigues Díaz-Cañabate, primer ministro de Justicia de la democracia.
La familia se mudó de España a Sudáfrica en tiempos del apartheid. «Es ahí donde empecé a sentir el sufrimiento de los demás», recuerda el psiquiatra. Fue gracias a su madre. «Siempre se preocupó por los derechos de los negros. Creía que todos estábamos hechos a imagen de Dios. No juzgaba, solo amaba».
Hoy vive en Massachusetts, pero aún mantiene lazos con el país africano... por medio de la televisiva Oprah Winfrey. En la localidad de Henley-on-Klip, la presentadora abrió en 2007 la Academia de Liderazgo para Chicas: alumnas talentosas pero sin recursos que con frecuencia prodecen «de entornos traumáticos». Es ahí donde entra Aguirre y sus técnicas de 'mindfulness'. Además de estudiar, meditan, se analizan. Curan. «Da igual de dónde vengas, el sufrimiento es universal».