Por Jon Azua
Hoy, 8 de septiembre, celebramos en Oñati, Gipuzkoa, el día de la Diáspora Vasca.
En esta ocasión, ocupa especial reconocimiento el 50 Aniversario de aquellos primeros “cursos de verano” que estudiantes de la Universidad de Boise-Idaho realizaron, abriendo un fructífero camino por el que miles de estudiantes, profesionales y amigos de Euskadi han entrelazado su encuentro físico (complemento del emocional y cultural preexistente) con su nación origen reforzando, si cabe, su sentido de pertenencia a la Diáspora Vasca, con relevante presencia en su capítulo de los Estados Unidos de América. La iniciativa de Oñati ha venido fortaleciendo, de manera especial, un cualificado reencuentro con el euskera y con la realidad viva y cambiante de su querido, añorado y siempre presente país (compartido sin fisuras, con su otro país tanto de acogida, como de enriquecedor proyecto de vida).
El recuerdo y homenaje a gente que, como Carmelo Urza, promotor clave de estos primeros encuentros de Oñati, han impulsado movimientos, iniciativas y acuerdos imprescindibles para un logro que hoy, pasado el tiempo, pudiera parecer natural, y minimizado, resulta más que apropiado. El resaltar esta efeméride no es solamente un gesto de recuerdo, reconocimiento y agradecimiento a una histórica labor, impagable, de una Diáspora Vasca, a lo largo del mundo, a lo largo del tiempo, sino una invitación a su puesta en valor y estímulo para su integración plena en el devenir de nuestro país. Diáspora cuyos orígenes se remontan siglos atrás nutrida, paso a paso, por múltiples y variados procesos migratorios, obligados o voluntarios, con firmes raíces y alas, en/desde/para Euskadi. Urza, Jon Bilbao y el Departamento de Estudios Vascos en Reno (Universidad de Nevada), William Douglas (Amerikanuak), el Museo Vasco en Boise, la NABO (Worth American Basque Organization), confederando los Centros Vascos en América, Ray Eiguren..., tantos “militantes anónimos” que han hecho historia, labrado un presente de éxito y fortalecen, hoy, las bases de un futuro de interrelación imprescindible, renovándose, día a día, con la propia Euskadi “del interior”, creando una relación innovadora construyendo su propio futuro.
Así, hoy, entre tanto repaso al mundo investigador, académico, cultural, económico y social que tanto aporta, dejamos espacio destacado para el recuerdo de tantos que han ganado, con su esfuerzo y testimonio, la credibilidad y confianza que nuestro país recobra. Nuestros verdaderos embajadores, generalmente anónimos, que nos abren las puertas a lo largo del mundo. Oñati, recordará hoy, también, y con más de una lágrima de alegría, el impacto de Robert Laxalt, en sus primeros lectores, en la añorada distancia, del “Basque Sweet Land” (“Dulce tierra vasca”) con la que el querido autor despertaba el recuerdo, nostalgia e ilusión, de aquellos pueblos pirenaicos de su lejana Euskadi Norte, que nutrían, en aquellos años, gran parte de nuestras comunidades en los Estados Unidos. Hoy, día de alegría y predominio de recuerdos e intenciones positivas, en la que algunos obviarán, por el bien de la convivencia colectiva, las dificultades, rechazo, intentos de boicot o atentados de ETA que intentaron, entonces, impedir la celebración de aquellos cursos que hoy festejamos. Días en que ETA hizo suyas las descalificaciones y adscripciones falsas que algunos referentes de la época (Monzón- Txillardegi...) les atribuían supuesta dependencia infiltrada de la CIA o del propio Franco y sus servicios de Inteligencia, en lo que se suponía pretendían conformar una célula revolucionaria. ¿Otros tiempos?
Pero, más allá de esta celebración particular y más allá de la dulce y romántica evocación a la novelada narrativa de Robert Laxalt, del rol especial de hoy con referencia a esa parte que supone nuestra presencia activa en Estados Unidos, nuestra Diáspora Vasca (yo mismo soy fruto de ella) se extiende a lo largo del mundo y se conforma como auténtico “Octavo Herrialde o Territorio Vasco”, en esta aún Nación sin Estado, por construir, trabajando con la mirada larga desde la concepción integral más allá de organizaciones político-administrativas que a lo largo de la historia han venido configurando espacios fragmentados, y que día a día, habrán de configurar nuevos espacios, democráticamente elegidos por la sociedad vasca de cada momento. Este Herrialde “exterior”, es parte de la base madre, “en el interior”, une y vive con su fortaleza, con su sentido de pertenencia y compromiso, no ya de los recuerdos, nostalgia y seguimiento pasivo de lo que pasa aquí, sino que ejerce una contribución activa, enriquecedora y permanente al presente y futuro de nuestro país, con la fortaleza que ya lo ha hecho en el pasado y, en especial, en momentos dolorosos y difíciles en los que la libertad, democracia, bienestar, desarrollo económico, oportunidades y progreso de los que hoy disfrutamos, brillaban por su ausencia. Esa Diáspora que tanto colaboró en los años obscuros en los que nuestro país carecía de autogobierno, de instituciones democráticas, sin presupuestos públicos, con Lehendakari y Gobierno en el exilio, sin aparatos político-sindicales, sin recursos, sin altavoces creíbles en el exterior, con escasísima presencia en la economía y comercio internacional. Una Diáspora que también ha padecido penurias, que ha vivido la mayor parte de su existencia con la lejanía física, incapaz de acercarse a casa, a sus familiares y amigos, a sus pueblos. Hoy, nuestra Diáspora continúa viva y es partícipe directa de nuestro desarrollo y progreso económico y social, aspirando a generar impacto directo en nuestras vidas (y en las suyas).
La Diáspora Vasca es protagonista, de manera especial y relevante, en el amplio y complejo proceso migratorio a lo largo del mundo. Hoy, más que nunca, si cabe, hemos de poner la atención en esto que parecería, para muchos, nuevo, distante o incluso ajeno. Vivimos (y viviremos de manera permanente a lo largo del tiempo) crecientes movimientos migratorios, de origen, causa, efectos distintos. Estamos inmersos en un debate crispado y permanente en torno “al problema migratorio” y parecemos centrados en las consecuencias y reflejo negativo que se propaga, como es el caso español, dominado por discursos cambiantes, hirientes, demagógicos y sin propuestas reales de solución, cada vez más alejadas del foco a seguir. Inmigración ilegal, seguridad, empleabilidad o no como mano de obra, menores no/sí acompañados, cupos en una incompleta ley de extranjería, inmigración circular, “lucha de cerebros” o visados dorados son utilizados, día a día, en un debate alejado de espíritu constructivo y de gestión. Así, la Oficina Internacional de Migración, actualiza día a día todo tipo de estadísticas, incorporando etiquetas a una Diáspora en la que pretende incorporar todo tipo de personas que viven fuera de su hogar de origen, mantienen un determinado vínculo con su tierra, cultura y valores base y participan de interacciones colectivas con otras personas de su misma comunidad de origen. A partir de aquí, “masas, olas, movimientos migratorios”, sea cual sea la causa, voluntaria o no, que lo motive, engrosarán este tipo de clasificación y, obviamente, demandan soluciones variadas, claramente diferenciadas.
Como todo hecho generalizable, requiere un ejercicio de distinción y búsqueda de un propósito que posibilite clarificar su propia realidad de modo que se pueda considerar y gestionar de manera correcta y diferenciada. Así, la migración masiva requiere una conectividad ordenada (en sí misma y con las comunidades de origen y acogida), una memoria colectiva, grupos convivenciales en torno a elementos compartibles, sentido de pertenencia e interacción (real, física, emocional o en su memoria y recuerdo, idealizado o no, esperanzado en el retorno o en la nueva vida de acogida), conforman trayectorias o proyectos de vida concretos con aspiraciones distintas. Y, de esta forma, conforma un auténtico movimiento asociable con una determinada Diáspora, que, por definición, tiende a asociarse y agruparse, a generar diferentes tipologías de entidades y/o instituciones, interlocutoras con sus gobiernos (los de origen y los del destino deseado o no).
Nuestro “espacio de futuro” contempla crecientes olas migratorias y con Diásporas cambiantes con las que los “territorios base” han de interactuar, en positivo, en una simbiosis colaborativa y enriquecedora. El papel de las diferentes Diásporas cobra especial relevancia. Su contribución en el país de origen y el país de acogida, sus actitudes y comportamientos en sus “nuevos espacios de inclusividad” forjarán nuevas conexiones, nuevas oportunidades, nuevos modos de vida, retando políticas de actuación positiva, gobernanza ad hoc, coprotagonismo origen-destino y, por supuesto, redoblados esfuerzos institucionales con los miembros de las respectivas Diásporas, físicamente en destino, emocional, social y culturalmente, comprometidas con el origen inicial (propio o de sus antepasados). Raíces y alas conjugan nuevas actitudes y comportamientos, en impactos duales, por lo general, con sentido real de doble pertenencia.
Nuestra Diáspora Vasca cuya fiesta hoy celebramos, más allá de situaciones coyunturales, geopolíticas, administrativas, de “legalidad” que confiere el estatus y condición política, en cualquier momento de la historia, apelando a su pertenencia y base natural, ha sido, es y debe ser, contemplado como parte indisociable e integrante de la nación vasca. Además de su percepción voluntaria de identidad, imagen y compromiso permanente y de sentido pleno de pertenencia, ha jugado, juega y jugará un papel relevante para el país, ha de ser reconocida y fortalecida en una “ola bidireccional” de relación y enriquecimiento mutuo. Las proyecciones demográficas (EUSTAT 2050) no prevén grandes olas migratorias que modifiquen de forma sustancial nuestro tamaño en términos de población (si con variaciones etarias relevantes e historias de vida diferenciadas), que pueden ser atendidas de forma más que gestionable. Pero, más allá de su valor “intrínseco” como pieza natural e indistinguible del propio pueblo vasco y de su pertenencia activa, el papel estratégico de la Diáspora e insustituible y su capacidad de generación de valor social, económico y cultural, imprescindible.
La Diáspora Vasca, como otras muchas, destaca por sus enormes intervenciones positivas, lobby natural-estructural, trasferencia de capital humano, decisiones compartidas en y desde todo tipo de entes colaborativos y refuerzo de sistemas académicos, educativos, investigadores, diplomacia internacional, representatividad, respeto... Nuestra red primaria a partir de las Euskal Etxeak-Centros Vascos amparados institucionalmente, se extiende a lo largo del mundo fortaleciendo un enjambre con estrategias compartidas, bajo obligada gobernanza democrática integrada, también, en órganos de asesoramiento institucional prevalente ante otro tipo de organizaciones o asociaciones de la presencia vasca en el exterior (adecuada a movimientos profesionales, estancias temporales, actividad económica, etc.) y facilita la canalización de recursos al servicio de las políticas sociales, culturales, de cooperación, lingüísticas, enriqueciendo una presencia compartida a lo largo del tiempo y del mundo. Hoy, en Oñati, desde el recuerdo, renueva su compromiso permanente como parte activa e insustituible del país. Sin duda, una imagen y mensaje en positivo.