Fernando Anbustegi. Debe de ser muy emocionante y gratificante escribir un libro, más, si cabe, verlo publicado. Para cualquier escritor o escritora tener entre las manos su primer libro escrito tiene que ser algo muy especial, algo indescriptible, irrepetible. En el caso de Arantzazu Ametzaga Iribarren, esa sensación se ha repetido en numerosas ocasiones, no en vano, acaba de publicar su 25ª novela histórica, ‘Amaiur 1522. La penúltima frontera’. A pesar de su prolífico trabajo novelístico, además de sus centenares de artículos y su extenso trabajo de bibliotecaria, pocas horas antes de tener el libro recién impreso en sus manos, le sigue produciendo una ilusión y una emoción como si de una escritora novel se tratara. “Cada libro es especial, es como si fuera un hijo”, señala. Sabe de lo que habla, ha educado a cuatro hijos, con mucha dedicación y amor, la misma dedicación y el mismo amor que reconoce haber puesto en la elaboración de este libro. Lo escribió durante la pandemia, pero acaba de ver la luz, porque “me cuesta mucho corregirlo, cada vez encuentro algo para cambiar”, admite.
Hace un tiempo, coincidió en una excavación con el Secretario de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Juantxo Aguirre Mauleón, y éste le comentó la posibilidad de escribir una novela sobre Amaiur, coincidiendo con el 500 aniversario de la batalla desarrollada en el castillo de la pequeña localidad baztandarra. Ametzaga no lo dudó, “apasionadamente, dije que sí”.
Arantzazu siempre ha sentido muy cerca Amaiur. Paradójocamente, ha vivido muchos años muy lejos de Nafarroa, pues, nació en Argentina y vivió en Uruguay y Venezuela. Hija de Bingen Ametzaga y Mercedes Iribarren, Ametzaga nació en el exilio de Buenos Aires, donde arribaron sus progenitores, víctimas del alzamiento fascista, “¡mi padre fue condenado a muerte por enseñar euskera!”. Recuerda que desde muy pequeña, su padre le habló de Amaiur, de lo acontecido 500 años atrás. Y recuerda que le hablaba de María de Azpilicueta y Armendariz, madre de Francisco de Xabier, y de Miguel y Javier de Jaso, que “en vez de ser abogados o algo acorde a su nivel social, decidieron ser soldados”, unos de los cabecillas en los intentos de recuperación del territorio navarro, presentes también en la última batalla de Amaiur. Ametzaga se confiesa “muy feminista”, y la figura de María de Azpilicueta le parece digna de elogio, un ejemplo para la sociedad de aquella época, que muestra lo adelantado de la sociedad navarra de los siglos XV y XVI, por su manera de pensar y actuar, “en aquella época era algo fuera de lo normal que las mujeres pudieran participar en la toma de decisiones o pudieran heredar una propiedad, en Navarra sí, maría tenía dos castillos”. María le resultaba fascinante, y al recibir la invitación para escribir un libro sobre Amaiur, Ametzaga tuvo la tentación de escribir sobre María, aunque posteriormente apartó esa idea de su mente, algo que le ha causado cierta pena porque “me encuentro en ella”, aunque no descarta que en el futuro María la acompañe en otro proyecto.
Quizás el “culpable” del cambio de planes fue otra persona, otro protagonista de la época con el que Ametzaga se encontró, Jaime Vélaz de Medrano, el alcaide del Castillo de Amaiur. La escritora lamenta que no haya mucha información sobre Vélaz de Medrano o Belatz, “una persona sorprendente, fiel, leal, que dio todo por su reino, al igual que su hijo Luis, que permaneció a su lado en todo momento, hasta que ambos fueron envenenados cuando se encontraban presos tras la rendición del Castillo de Amaiur”. Ametzaga tiene clara la razón de la falta de información sobre el alcaide, “quisieron borrar todo rastro de él”. Con la novela, Ametzaga ha querido restaurar su figura.
La novela es un viaje en el tiempo, que comienza en el presente, para retroceder cien años, adentrarse en la defensa del Castillo de Amaiur en 1522, y volver otra vez. Diferentes tramas, diferentes localizaciones y fechas históricas, en las que hay un denominador común, el Arrano Beltza que sobrevuela las páginas de la novela, un Arrano Beltza que viene y va, pero siempre está presente, “el simbolo de los reyes de Navarra no podía faltar”, señala Ametzaga.
La novela está dedicada a Mercedes Iribarren, “mi ama, que era navarro-guipuzcoana”. Un libro que mira para al pasado, pero también al presente y al futuro, un presente y futuro que Ametzaga percibe con optimismo, “hay una nueva generación de historiadores y escritores que nos hace pensar que vamos por el buen camino”.
Arantzazu Ametzaga Iribarren
“Estamos en un momento cultural importante. Hemos recobrado Amaiur en la conciencia de los jóvenes”