Concordia, Argentina. Argentinako herri askotan Gizatalde Jaiak ari dira egiten egunotan, baita Concordian ere, Entre Ríos probintzian, eta datorren asteburuan bertan egingo duten jaian 2022ko Immigrantearen Kultur Erregin Probintziala hautatuko dute. Makila, egun horretanxe agintaldia bukatuko duen 2021eko Erreginak emango dio, Agustina Lorenzatto Bruninik. XIX. mendean argentinaratu ziren nafarren ondorengoa den Agustina, Concordiako EEko ordezkaria zela, Gizataldeen Erregina hautatu zuten. Agintaldi lanpetu eta zintzoa bete du eta, larunbatean bertan, horri lotutako izendapen berri bat ere emango diotela jakin dugu primizian.
Gau Beltza eta Halloween-eko aste honetan, testu bat ekarri nahi izan dugu hona entzun eta ikusgai, Agustinak iaz titulua lortzeko bidean sortu eta aurkeztu zuena. Testuan, istorio bat kontatzen du, mende batzuk atzera Euskal Herrian kokatuta eta identifikaturik sentituta emakume protagonistarekin, haren eta haien 'oinorde' sentituz, emakume eta euskal-argentinar bezala. Eta lerro hauek ezin bukatu Luciana Huerta Sanduenderi, 2022ko euskal ordezkariari, zorterik onena desiratu gabe datorren larunbatean.
OINORDE GARA GU, ZUEN ARIMA EZ DA GALDU [jatorrizko gaztelaniaz]
Testuaren aurkezpen antzeztua, Agustina Lorenzatto beraren eskutik
Ana despertaba todas las mañanas al amanecer para comenzar su labor. Y ese día no había sido la excepción.
Había bajado al pueblo temprano a buscar unos elementos que necesitaba para elaborar ungüentos. En el camino de regreso se habia encontrado con Alaia, su amiga. Le había sorprendido verla tan desarreglada. En la relación, Ana era la que no se fijaba en su aspecto, esa era una de las razones por las que recibía reprimendas de su amiga, quien le decía que nunca conseguiría que alguien reparara en ella si andaba con los pelos al viento. Pero sin duda era lo que más disfrutaba.
Su abuela le había dicho una vez que si en algún momento su alma se encontraba en pena, trenzara su cabello. De esta manera la tristeza se retenía y no hacía estragos. Cómo la extrañaba. Deseaba volver a escucharla una vez más. Pero, a cambio de su ausencia, le habían quedado sus enseñanzas. "Serás sanadora, Ana", le habia dicho cuando era una niña y le gustaba jugar a curar los animales.
Lo cierto es que después de tantos años, se había encontrado en la labor de ser la curandera de la zona. Casi todos recurrían a ella si necesitaban algún remedio para la tos o sanaba las heridas de los pescadores que llegaban luego de semanas de duro trabajo. También había asistido a numerosos partos de las vecinas que le solicitaban por favor que ella recibiera a sus bebés. Básicamente, su tarea consistía en ayudar a quienes podía. Tal y como se lo había enseñado su abuela.
Ana pensaba todos los días en el regreso de su amado Pedro. Iban casi dos semanas desde su partida. Todavia podía sentir el frío del mar entre sus piernas, al despedirse de él, agitando con su mano derecha un pañuelo blanco. Quería que pasaran los días rápido y volver a asistir juntos a las romerías. En el pueblo, eran la pareja envidiada. Sobre todo cuando bailaban. Les gustaba jugar a ver quién aguantaba más sin cansarse. Al final terminaban los dos acalorados y riéndose. Bailando se habían conocido y bailando seguirían descubriéndose.
Mientras preparaba un ungüento que un vecino le había pedido, no podía dejar de pensar en lo que había escuchado rumorear en el pueblo. Que un tal Pierre andaba de caserío por caserío buscando brujas.
Brujas de qué, se preguntaba. Nunca había escuchado hablar de algún tipo de brujería o de akelarre, como también habían dicho.
Quizás era todo invento de la gente.
Al buscar la bitácora con recetas, reparó nuevamente en la imagen desaliñada de su amiga y cómo le había rogado que dejara de trabajar por un tiempo. Doña Carmen, madre de Alaia, había tomado sus manos y la había mirado fijamente a los ojos. "Cuídate, Ana. Ven con nosotras. Nos iremos por un tiempo hasta que todo se calme".
Quizás se había perdido una parte del relato porque seguía sin entender la preocupación de la familia de su amiga.
Ella le habia prometido cuidarse, pero la verdad es que no se podía ir sin saber con exactitud cuándo regresaría su amado Pedro.
Cuando estaba a punto de tomar el camino por la colina y de ahí directo al caserío, se cruzó con un hombre que la observó lascivamente desde un carro. Sus ojos verde esmeralda se habían clavado en el collar de Ilargi que colgaba en su pecho. Sintió un escalofrío al recordar que lo habían llamado Pierre. ¿Sería el mismo Pierre caza brujas?
De algo estaba segura: ella no lo era. Aunque a esta altura comenzaba a impacientarse con todo lo que habia escuchado.
Al cruzar por el almacén de Gracia a buscar un poco de grano, se encontró con Merce, una anciana a la que había ayudado muchas veces aliviando sus dolores de articulaciones. "Van a por ti", le habia dicho. "¿A por mí?". "Sí, Catalina le ha dicho que mataste a su padre con un brebaje".
Nunca habia buscado que don Antonio Etchevere falleciera. Lo de él siempre habia sido complicado y sabía que con sus brebajes no lo solucionaría. Pensó que al menos podía hacer tiempo hasta que llegara la asistencia médica. Pero eso no sucedió.
También sabía que Catalina se la tenía jurada por Pedro. Pero no la creía capaz de que la acusara por brujería.
Al final su abuela tenía razón y no se podia fiar de nadie, solo de Mari.
Mari era su fiel amiga y compañía en los días que Pedro estaba fuera. Sobre todo porque a Ana le encantaba contarle sobre su día, como si estuvieran compartiendo una velada juntas.
"Mari, si todo es real, te pido que me protejas y protejas a todos".
Si algo habia aprendido durante sus veinte años era a no renegar su esencia. Y si su condena fuera por ser curandera y mujer, los esperaría con la frente en alto. Ella no tenía nada que esconder. De repente escuchó a lo lejos unos ruidos extraños. "Es producto de mi imaginación", pensó. Aunque cada vez se escuchaban más cerca.
Tomó una ramita de laurel con lavanda y la escondió entre sus cosas. Esa sería su manera de decirle a Pedro que estaba bien, con su flor preferida y una hoja de protección.
En ese momento que escuchaba que venían por ella recordó todo lo que habia sucedido hasta entonces.
Y volvió a traer a su mente a su abuela: "mujer libre es sinónimo de peligro". Nunca había entendido esa frase. Pero ahora había llegado el momento.
Trenzó su cabello rápidamente y mientras escuchaba que alguien la llamaba, tomó su capa y se echó a correr.
Ana fue atrapada, interrogada, torturada. Se convirtió en un número más de los cientos de víctimas de la famosa y mal llamada caza de brujas. Su condena no solo había sido tener un don especial sino haber nacido mujer y ser libre.
Esto es en memoria de las miles de Anas que nunca más volvieron a volar. Por las cientos de Anas que hasta el dia de hoy desaparecen sin razón alguna y aparecen asesinadas.
Erre zenituzten sorginen Oinordeak gara gu.
Erre zenituzten sorginen arima ez da galdu.
Agustina Lorenzatto Brunini