Joseba Etxarri. Tras cuatro años impartiendo clase en Donostia, Ziortza Gandarias Beldarrain se sentía cómoda en esa labor, en la que había adquirido una cierta estabilidad, tras finalizar en 2009 sus estudios de Filología Vasca y concluir un año más tarde un máster en Lingüística Aplicada en la Universidad del País Vasco. Ahora, todo eso es agua pasada, puesto que desde hace un mes se halla en Estados Unidos, “a 9.000 kilómetros de casa”, iniciando una nueva fase en su vida como estudiante de un doctorado, grado que calcula le llevará un mínimo de cuatro años alcanzar.
-Con la que está cayendo en Euskadi, supone una cierta apuesta dejar un trabajo en el que ya estaba prácticamente asentada para incorporarse de nuevo a la vida de estudiante.
-Me hallaba muy a gusto en la enseñanza y estaba en condiciones de haber seguido, pero lo cierto es que a veces una llega en la vida a un punto de inflexión en el que corresponde avanzar y arriesgar. ¿Qué es la vida si no? Siempre había sentido cierta atracción por conocer este país y en la carrera una profesora nos había hablado de la oportunidad que supone realizar aquí un doctorado. De modo que cuando este verano se me planteó la posibilidad de convertir en realidad lo que hasta entonces no dejaba de ser un sueño, no me lo pensé demasiado.
-¿Tienes claro el tema sobre el que versará tu tesis?
-Planeo hacerla sobre la contribución de escritores e intelectuales vascos en el exilio, tras la guerra civil, sobre todo en Latinoamérica, compartiendo la tesis de Etxepare de que para prestigiar y asegurar el futuro al euskera había que cultivarlo en su vertiente escrita y la subsiguiente labor que llevaron a cabo traduciendo y publicando en euskera obras canónicas y los títulos más significativos de la literatura mundial, analizando el eco que ello obtuvo en la literatura vasca de la posguerra.
- Hace un mes que estás en la UNR, la Universidad de Nevada en Reno. ¿Cómo te ha recibido?
-El primer día, cuando me desperté aquí, me dije a mí misma “ay ama, en qué te has metido”, pero a decir verdad todos a mi alrededor se han desvivido por ayudarme y hacerme sentir como en casa. Inicialmente tenía un cierto miedo al choque cultural, pero hasta la fecha solo puedo decir que los estudiantes, los profesores y los administrativos con los que tratado han sido muy majos. Por otro lado, el ambiente invita a concentrarte en tus estudios y tu investigación.
-Vives en un apartamento de estudiantes en el campus.
-Comparto el apartamento con una chica norteamericana con orígenes familiares en Italia e Irlanda con la que he encajado bien. Yo intento aplicar el adagio de “allí donde fueres haz lo que vieres” y de momento me estoy adaptando bien a la vida aquí. Los horarios comienzan antes que en Euskadi. A las seis de la mañana la gente empieza ya a funcionar. Prefiero este horario, empezar antes para terminar antes. Por otro lado, la gente es muy independiente, son amables y correctos en el trato, aunque muchas veces no vayan más allá y no profundicen. Está bien, sabes a qué atenerte.
-¿Qué es lo que más te ha sorprendido en este mes?
-El concepto de distancia y el uso del coche para todo. Me gusta el clima, desde que he llegado no hemos tenido más que sol y eso, viniendo de Euskadi, con el verano que hemos pasado, se agradece.
-Reno es conocida como una de las ciudades del juego. ¿Has tenido ocasión de entrar en un casino?
-Me asomé a uno por curiosidad y me impactó ver a la gente jugando, había mucha gente mayor, parecían zombies, con la mirada perdida, accionando las máquinas casi compulsivamente. No me gustó.
-¿Se comenta algo de la crisis económica que padece Europa?
-Los periódicos y los informativos se ocupan más bien de las cosas que les afectan directamente y Europa les queda lejos. Aquí pasaron el grueso de la crisis hace algunos años y no sé si como consecuencia de ello, pero la zona del downtown y los casinos de la ciudad me parece una zona triste. Impresiona ver a tantos indigentes y personas que viven en la calle. Contrasta con la idea de lo que debe ser un país moderno y civilizado. También con los paisajes idílicos que rodean la ciudad, con montes, lagos y una naturaleza muy hermosa que te estimula y te da sensación de libertad.