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Xabier Irujo, Universidad de Reno: “La salud del euskera era calamitosa antes del 36 por el genocidio cultural ”

23/05/2016

Xabier Irujo habló en la Fundación Sabino Arana sobre "Euskera y exilio" (foto Jose Mari Martínez-DNG)
Xabier Irujo habló en la Fundación Sabino Arana sobre "Euskera y exilio" (foto Jose Mari Martínez-DNG)

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El profesor Irujo ha impartido esta semana en la Fundación Sabino Arana la conferencia ‘El euskera en el exilio’, una etapa clave en la reactivación del euskera en el franquismo. Entrevista de Idoia Alonso publicada ayer en el diario Noticias de Gipuzkoa.

Idoia Alonso / Donostia, Gipuzkoa.  ¿Cuál era la situación del euskera antes de la Guerra Civil?

-Era transitoria y, desde luego, nada saludable. El euskera vive con normalidad hasta la Revolución Francesa. Con las políticas de los estados francés y español a finales del siglo XIX, sobre todo después de la Segunda Guerra Carlista, se impulsa un modelo represivo sobre todo cuanto supusieran desigualdades llamadas regionales, en realidad nacionales. Lenguas nacionales como el euskera, el bretón o el catalán fueron desapareciendo progresivamente. De 1880 a 1936 la situación era calamitosa, por eso en 1876 se puso en marcha Eusko Pizkundea (Renacimiento vasco) como reacción. Pero en el 36 la situación empeora ya que supuso la muerte, la cárcel y el exilio para quienes hablaban o escribían en euskera.

¿Estaba tocado de muerte?

-No tenemos encuestas sociolingüísticas de rigor, pero en 1800 prácticamente el 100% de la población era vascoparlamente y muchos de ellos bilingües. Y a finales de siglo la situación es la inversa, probablemente había un 60%-65% de bilingües y un 35% que no hablaba euskera. A principios del XX ese 35% se multiplica por dos. Con la Guerra Civil se prohibió en Hegoalde, pero hay que recordar que las políticas represivas surgen en Iparralde con la Revolución Francesa y no tienen solución de continuidad hasta hoy. En Iparralde, hoy en día, el euskera sigue estando prohibido en las escuelas públicas.

De hecho, el Gobierno francés aún no ha firmado la Carta de las Lenguas Minoritarias, como se comprometió Hollande.

-No lo ha hecho y, además, aunque lo haga puede que no sirva para implementar un sistema de inmersión en euskera en el sistema público de educación porque los estados pueden ratificar los artículos que quieran de la Carta.

Miguel Unamuno escribió: “... el vascuence se extingue sin que haya fuerza humana que pueda impedir su extinción por su incapacidad de convertirse en una lengua de cultura”. ¿Qué papel jugó el exilio para que no se cumpliera esa profecía?

Se hizo lo que se pudo. Se intenta seguir las políticas de reactivación que el Gobierno Vasco había puesto en marcha en el 36: crear ikastolas en el exilio, promocionar la edición de libros en euskera, llevar el euskera a la universidad, socializar el euskera contraatacando la teoría de que solo servía para hablar a los animales... Una de las razones de la creación del Día del Euskera en 1949 fue la de celebrar ese día en la diáspora y recaudar fondos para crear ikastolas en Iparralde. En Hegoalde se empiezan a gestar las primeras ikastolas a finales de los cincuenta, pero ya había una ikastola en Caracas y antes en Montevideo. En realidad, las políticas del Gobierno Vasco no eran nuevas, ya se venían desarrollando desde finales del XIX como reacción a la política de genocidio cultural.

¿Genocidio cultural?

-Genocidio cultural es la eliminación de la cultura de un pueblo mediante la prohibición de la lengua u otros usos, todos aquellos usos que hacen diferente a un pueblo. Y en nuestro caso el hecho que nos identifica es la lengua.

Cien años después de ‘La cuestión del vascuence’ de Unamuno, ¿cree que pervive la idea de que existen lenguas de primer y segundo orden?

Sí, claro. Lenguas de cultura y lenguas de no cultura. Por ejemplo, el presidente Suárez dijo que no tenía sentido implementar una universidad vasca porque dar física en euskera era algo absolutamente irracional ya que el euskera no servía para ser una lengua científica, de uso contemporáneo, moderno, una lengua para ser utilizada fuera de la casa.

¿Cuándo habla del exilio, habla de intelectuales o de gente de a pie que tuvo que refugiarse en otros países?

-Hablo de la red diaspórica. No es una persona, no es el Gobierno Vasco, es la red que se genera. Por ejemplo, Barandiaran sale al exilio a Iparralde, él no tiene una posición de Gobierno Vasco, pero se pone en contacto con otros exiliados como él que tienen responsabilidades de gobierno y crean una red que empieza a ver que hay que hacer cosas desde el exterior para reactivar el euskera aquí.

¿Qué acciones se impulsaron?

-Por ejemplo, editan la revista Gernika, luego buscan suscriptores en los centros vascos de la diáspora donde hay cincuenta exilados que la compran. También se crean los grupos euskaltzaleak en todos los centros vascos de América. Fíjese, estos grupos se comprometían a comprar todos los libros que se publicasen en euskera, a leerlos y a reunirse una vez al mes para comentarlos, lo cual favorecía la venta y difusión de los libros. Por tanto, no es labor de una persona, ni de una institución sino de una red que todavía hoy sigue funcionando en todos los órdenes: literario, académico, cultural, deportivo... Esto es lo que hizo que estas acciones fueran tan eficaces.

Ha mencionado la red diaspórica y alguno de sus nombres propios. ¿Pero dónde estaban los núcleos?

-En los centros vascos de todas las capitales de los países americanos. En Estados Unidos tuvo más importancia Nueva York, en Buenos Aires surgió en 1942 la editorial Ekin y el Instituto Vasco de Estudios Americanos. Había cuatro o cinco centros vascos y, probablemente, la mayor parte de los intelectuales exiliados se dirigen a Buenos Aires. En Montevideo se crea el primer departamento de Estudios Vascos en una universidad americana en 1943. En Santiago de Chile no hay tanta producción bibliográfica, pero sí se publican muchas revistas en los centros vascos y artículos en la prensa local. Posteriormente, Caracas se convierte en un centro muy importante, igual que Nueva York y, por supuesto, París, que pasó a ser la sede del Gobierno Vasco en el exilio.

¿Esa red se rompe con el tiempo?

-Continúa de otra forma. Lo que ocurre es que la generación de escritores que surgió en los sesenta -los Urretabizkaia, Atxaga, Sarrionandia, etc.- no tiene una continuidad con la generación anterior. Entre Orixe y Atxaga hay un corte, no quiere decir que Atxaga no conozca a Orixe, pero Orixe no conoció a Atxaga, no hay un desarrollo natural porque uno sale al exilio, está forzado a vivir fuera, se corta un poco la transmisión. La generación de escritores de la década de los sesenta ya mira a otra parte, mira más al 69 europeo, que al 36 vasco o a Eusko Pizkundea de 1976.



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