Joseba Etxarri. Estudió Ingeniería Técnica Agrícola en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) y su trabajo de fin de carrera le llevó en 2007 a visitar Perú, donde entró en contacto con un mundo y una realidad distinta, con la que permanece vinculado desde entonces. A la vuelta de aquella primera estadía, decidió realizar en la Universidad del País Vasco el grado en Ciencias Ambientales, para retornar seguidamente a Lima. Enamorado del país y de una de sus hijas, vive allí desde 2010, contribuyendo desde luego a su entorno peruano, si bien no ha perdido el contacto con sus raíces y forma parte activa de Euskal Etxea de Lima y es fundador del grupo local de jóvenes LEGAZ, Limako Euskal Gazteria, Juventud Vasca de Lima.
Un proyecto profesional, relacionado con tus estudios te trajo a Perú.
-Vine a realizar el proyecto de fin de carrera y pasé siete meses en la ciudad de Huancavelica, capital del departamento homónimo. Es un entorno muy rural, situado a alrededor de 3.500 metros de altitud. Es una de las regiones más pobres del país. Trabajé con las comunidades indígenas, en proyectos relacionados con la alimentación. El quinua y kiwicha son cereales de la zona y la idea era apoyar en lo que se refiere a su proceso de transformación de modo que les proporcionara mayores oportunidades. El clima ahí es duro, tanto desde el punto de vista humano como desde el agrícola y la vida de las comunidades no resulta por tanto nada fácil. Luchando un poco contra la altitud y viviendo una experiencia altamente enriquecedora, puedo decir que aprendí mucho y me sirvió de mucho todo aquel periodo en Perú.
¿Cómo son las comunidades con que te encontraste?
-Gente muy auténtica y generosa. A pesar de contar con pocos recursos, te dan lo que tienen, te dejan entrar en sus casas y te ofrecen comida y alojamiento. Su disposición es increible. Pero tienes que ganarte su confianza. En los entornos más rurales solo hablan quechua y yo solía ir con el miembro de una ONG local; al ser de tez blanca y no hablar la lengua te cuesta más la entrada inicial. Es gente que ha sufrido mucho históricamente, también a veces por parte de ONGs, con proyectos iniciados pero abandonados a medio camino. Perú es un país de una gran riqueza minera y desde la época de los conquistadores han sido muchos quienes han pasado por aquí con el único objeto de aprovecharse y explotar esas riquezas sin miramientos ni respeto, ni por la gente ni por el medio. Yo he de decir que tuve suerte y encontré en Huancavelica a mi pareja, Ania Ayuque. Su madre sirve de puente con las comunidades de habla quechua.
Tras aquella experiencia vuelves a Euskal Herria, pero ya con planes orientados a Perú. Te pones a estudiar Ciencias Medioambientales en la Universidad del País Vasco.
-Convalidé bastantes asignaturas y saqué el título en dos años. Un mes al año venía a Perú a visitar a Ania, con la idea de establecerme aquí al terminar la carrera. Era un momento. además, en el que coincide que en Europa la crisis ya se había desatado. Llego en 2010 y durante el primer año trabajé en análisis de aguas y residuos, midiendo niveles de contaminación. Hacía kilómetros y kilómetros en una furgoneta. La economía nacional peruana se basa en la explotación de metales y minerales y existen muchos conflictos que afectan a las comunidades, multinacionales... Históricamente no se ha respetado demasiado el medio ambiente, han hecho barbaridades, tanto con la gente como con el medio ambiente.
Te acercas a Euskal Etxea de Lima en 2011.
-Sí. Cuando lo hago, me doy cuenta de que la edad media de sus integrantes es bastante alta y yo soy el más joven. Se reunían --nos renimos-- cada jueves en torno a una cena. A partir de 2012, a raíz de la crisis que vive Europa, comienza a producirse la llegada de jóvenes vascos en busca de trabajo. Con algunos de ellos formamos en 2014 en el seno del Centro el grupo LEGAZ, Limako Euskal Gazteria (Jóvenes Vascos en Lima). Abrimos cuenta en Facebook y formamos un grupo bastante dinámico. Hemos organizado clases de euskera en la Euskal Etxea --que impartimos otro compañero, Bittor, y yo--, y contribuimos a su día a día; celebramos fiestas de allá como la Tamborrada, San Fermín, Aberri Eguna, Aste Nagusia, Olentzero, eventos como la Korrika o el Día del Euskera, salidas y excursiones... Proyectamos, por ejemplo, la película Ander, de Roberto Castón, en la que se juntan elementos vascos y peruanos... También, en una vertiente más social, colaboramos con iniciativas en favor de niños y familias que viven en la selva, en Puerto Inca o Puerto Maldonado. Lo hacemos a gusto. Los momentos en Euskal Etxea, especiales, son un elemento más de nuestra vida aquí.
¿Recomendarías Perú a un joven vasco que esté pensando en emigrar?
-Perú es un país económicamente pujante, que en los últimos años está experimentando un crecimiento muy notable. Encontrar trabajo no resulta difícil. Se construye mucho y hemos pasado de construir casas de tres o cuatro pisos a construirlas de veinte. Entre la gente que ha venido de Euskal Herria hay de todo, desde ingenieros industriales o agrícolas a abogados, técnicos de todo tipo... Aunque también hay gente que después de un tiempo se vuelve. Qué duda cabe que llegar aquí hablando castellano constituye una gran ventaja, pero el hablar la lengua no significa automáticamente entender a la gente o captar la cultura o la idiosincrasia del país. Esto es Perú y aquí se practican los modos peruanos: la gente habla con suavidad, te piden las cosas por favor y tienen un ritmo propio. A los vascos, o a los españoles o europeos, muchas veces nos achacan que somos demasiado directos, o demasiado brutos. Lima, por otro lado, es una ciudad de 10 millones de habitantes, con la complicación y la locura que ello conlleva. Claro que existen oportunidades. En Euskal Etxea recibimos encantados a quienes vienen y nos piden apoyo o consejo. Tenemos página web y estamos en Facebook.