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William Douglass: 'La globalización en realidad consiste en imponer una cultura local, la americana, a nivel universal'

27/06/2005

Bill Douglass (foto archivo euskalkultura.com)
Bill Douglass (foto archivo euskalkultura.com)

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Profundo conocedor de lo vasco y coordinador durante tres décadas del Programa --hoy Centro-- de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada-Reno, el antropólogo William A. Douglass realiza un rápido repaso en esta entrevista de Jesús Iribarren a toda una vida de relación con Euskal Herria y los vascos. Desde su privilegiada perspectiva, este norteamericano hoy jubilado que llegara por primera vez como estudiante a Etxalar y Murélaga-Aulestia en 1963,
William A. Douglass conoció por primera vez esta tierra en los años 60 y escribió aquel famoso libro 'Muerte en Murélaga'. Cuarenta años después hay muchos más títulos en su gran bibliografía y bastantes más recuerdos en su memoria vital.

-¿Qué ha cambiado en esta tierra y en usted durante ese tiempo?

-Yo vine en primer lugar a Navarra. Estuve viviendo un año en un caserío de Etxalar en 1963. Luego me trasladé a Murélaga, Bizkaia. Entonces escribí Muerte en Murélaga, aunque a este le siguió otro libro sobre la despoblación de los caseríos en el que comparaba los dos casos. Fue mi tesis doctoral, aunque tuvo menos eco. Era una época dura. Estábamos en el franquismo. Etxalar era bastante tranquilo desde el punto de vista político, pero debido al contrabando, estaba muy militarizado. Eso me llamó la atención. Creo que todo aquello será diferente ahora con el fin del franquismo, la supresión de la frontera... El cambio es total en este nivel. En cuanto a mí, yo era un joven graduado americano sin dinero, pero mi coche (un Volskwagen) y el del médico eran los dos únicos vehículos de un pueblo en el que no había luz eléctrica continua, no había baños en las casas, se carecía de caminos asfaltados... No me di cuenta entonces, pero estaba estudiando un mundo que se iba, que pasaba a la Historia.

-¿Y un profesor emérito como usted se reconoce en aquel joven licenciado americano que irrumpía con un VW en la época franquista? ¿Sigue creyendo hoy en las mismas cuestiones o principios?

-Ha nevado mucho en mi cabeza, como se puede ver. ¿Que si he cambiado? Sí y no. He tenido una carrera y una vida privilegiada. He podido hacer casi todo lo que quería. Tuve la oportunidad de colocarme en una universidad norteamericana con la propuesta de fundar un programa de Estudios Vascos que me llenó de entusiasmo, porque me fui prendado de este país. Se puede decir que me tocó la lotería.

-¿Qué es lo que lleva a una persona nacida en el Oeste americano a interesarse por una país situado a miles de kilómetros al otro lado del Atlántico y a una Universidad radicada en Nevada a fundar un programa de Estudios Vascos?

-Lo mío fue bastante más aleatorio que lo de la Universidad. Yo vine a Madrid en 1959 a estudiar en la Complutense. Quería titularme como profesor de castellano. Pero por el camino, en primer lugar me interesé por la Antropología y, luego, por el pueblo vasco. En la Universidad de Chicago estudié Antropología y cuando me tocó un año de trabajo de campo, volví aquí. Me puse a leer libros de Caro Baroja sobre todos los pueblos del Norte. Pero me di cuenta al final que la cultura vasca presentaba un atractivo, un algo, que no tenían los demás pueblos de Iberia. Paralelamente la Universidad de Nevada --que ya estaban investigando sobre zonas áridas o despobladas-- se interesó por el tema de los vascos y creó el centro. Ningún otro campus de Estados Unidos lo tenía. Y es raro porque había un grupo importante de vascos de Europa y la figura del pastor vasco era tan desconocida como importante en la arquitectura de la sociedad y la economía norteamericana. Empezaron a estudiar la diáspora vasca y en eso siguen todavía, ahora bajo la dirección de Joseba Zulaika, que ha recogido mi testigo.

-En aquella época conoció a grandes personalidades del mundo cultural vasco como Baroja, Mitxelena... ¿En sus visitas más recientes ve que hay aquí recambios de esas grandes figuras?

-Cada tiempo es diferente y tiene su contexto. No se pueden comparar. Mi quinta es la de aquellos. Aunque Julio Caro Baroja era mayor que yo solía tener casi todas las semanas tertulias con él en Itzea. También conocí a Barandiarán y algo menos a Mitxelena porque estaba mal de salud. Eso sin olvidar a Teresa del Valle, Jesús Azkona... Era gente muy interesante a pesar de que estaban fuera de lo que era la estructura universitaria. Hay que tener en cuenta también la influencia del franquismo. Curiosamente nuestro programa universitario de Reno es más antiguo que la propia UPV. Nos faltaba esa referencia académica común. Ignoro cómo son los jóvenes de ahora y no puedo juzgarlos, pero sí que tienen la ventaja de contar con esta estructura universitaria.

-Una Universidad del País Vasco que le concedió en 1984 el doctorado honoris causa. ¿Se siente valorado institucionalmente por su labor en favor de la imagen de la sociedad vasca en el mundo anglosajón?

-A veces me siento hasta demasiado reconocido. Nunca he tenido quejas en ese sentido. Siempre he tenido aquí una gran acogida.

-Hablaba de la emigración como uno de los temas que tanto usted como el centro investigó desde su origen. No se centró además sólo en la vasca indagó también sobre la italiana. Hoy en día es un tema de gran actualidad en este mundo global...

-Cuando nosotros lanzamos el Programa de Estudios Vascos y colaboré con Jon Bilbao en el libro Amerikanuak (1975) nadie estaba estudiando el tema de la inmigración. Una de las cuestiones que han cambiado mucho aquí es esta realidad. Cuando llegué no había inmigración y no era un asunto que estuviera en la agenda de nadie. El tema no existía como tal. En todo caso, la experiencia de aquí era la de marcharse al extranjero a trabajar. Pero ese movimiento de llegada de población --con todo lo que esto supone-- no se percibía. Y eso que yo venía de un pueblo de inmigrantes, de una nación creada por la inmigración. Me costó bastante comunicarme sobre este asunto, pues la experiencia era muy distinta. Ahora esto se está igualando. Este país está hoy en día atravesando por una etapa de la inmigración que incluso yo no pude conocer en mi país ya que el boom allá fue a principios del siglo XX. Yo soy un producto americano de inmigrantes irlandeses pero no he podido vivir o estudiar en vivo qué sucede con las primeras generaciones. La situación actual de aquí es equiparable a la de Argentina, Canadá, EEUU o Australia de principios del XX aunque claro, con diferencias por los cambios del mundo. Por eso me parece muy interesante.

-¿Y qué puede aprender el pueblo vasco de su propio pasado de cara a este papel que le toca ahora como receptor? Un pueblo, por cierto, que ha sido emigrante y ha conservado su identidad cultural pese a integrarse bastante bien en los diferentes países de acogida...

-Esto no es tampoco una novedad completa porque en el País Vasco ya hubo una fuerte inmigración interna de otras partes del Estado. No es una sociedad étnicamente cerrada. No sé hasta qué punto la experiencia actual es distinta. Hay otras diferencias añadidas como formar parte de la Unión Europea. En el mundo en el que vivimos, con tanto movimiento de personas, las fronteras ya no funcionan o son de otra manera.

-Como antropólogo y aún en ese mundo tan cambiante, ¿piensa que tienen los pueblos --entre ellos el vasco-- una identidad colectiva?

-Es una buena cuestión. Lógicamente como antropólogo creo intrínsecamente en las identidades culturales, si no estaría en el paro. Los antropólogos tratamos no sólo las identidades culturales o étnicas sino también las de género, etc... Creo en la identidad vasca. Claro que existe.

-¿Y es necesaria una estructura política para mantener esa identidad como pueblo?

-Esto depende del objetivo que se pretenda. Hay identidades que se pueden mantener de manera cultural o folklórica --como gran parte de la identidad vasca en la diáspora-- sin grandes estructuras políticas. Sería imposible demostrar que la identidad vasco-americana , la vasco-australiana o la vasco-argentina tienen una personalidad política o funcionan como bloques en esas sociedades de acogida, lo que no quita para que en algún tema o momento pueden influir como cualquier lobby. Ahora bien, un porcentaje muy importante de los descendientes de vascos en Argentina o EEUU han mantenido su identidad cultural gracias a las Euskal Etxeak o centros vascos. Por tanto, es posible mantener una identidad cultural en estas condiciones, pero es otro tipo de identidad a la que se ha creado aquí, en el País Vasco, con la CAV y la Comunidad Foral de Navarra. Cuando hay cierta capacidad política --bastante si se compara con Iparralde-- se crea una identidad mucho más completa.

-Cuando cita la identidad vasco-argentina, vasco-americana..., una pregunta que surge es si es posible tener esas identidades compartidas. ¿Son excluyentes o incluyentes? Por aquí hay quienes quieren hacernos elegir entre sentirse vasco y español, vasco y navarro... ¿Las identidades suman o restan?

-Yo sé que hay muchas personas aquí que identifican con una doble identidad, dicen que son vascos y españoles como también otros que se identifican sólo como vascos y otros que rechazan la identidad pese a tener cuatro apellidos vascos. Es indudable que aquí la identidad está muy politizada y casi cada día el ciudadano debe redefinirse de acuerdo a los diferentes proyectos políticos que se plantean, es decir, habrá gente que hace tres años se sentía muy vasca y ahora menos, y al revés. Tampoco es un proceso estable.

-Habiendo estudiado la diáspora y la realidad cultural vasca , ¿qué es "ser vasco" en el mundo? ¿Tiene que ver con el "ser", el "estar", el "nacer", con RH -, con algo emocional, un DNI...?

-Es autodefinirse. El vasco es aquel que se define como vasco. No hay otras condiciones previas. Existen otros factores que influyen en la formación de la identidad pero ser vasco o no es un estado mental, una decisión cultural y a veces política. No existe un determinismo. Uno puede ser fruto de cuatro generaciones de vascos y nacer en el Baztán pero no sentirse vasco o estar en Manila y sentirse euskaldun. También he conocido en el Oeste americano o en Latinoamérica gente que tienen un remoto parentesco, pero que acuden al centro vasco todos los domingos y se sienten más vascos o vascas que nadie.

-¿Es un buen pasaporte para ir por el mundo el "ser vasco o vasca"?

-Creo que sí. Con toda la mala prensa que el país ha tenido con el tema de ETA, algo que tiene su peso, en general en todas las sociedades que conozco en las que los vascos se han instalado, éstos tienen muy buena imagen. Diría más, yo, por ejemplo, soy biznieto de irlandeses y en último censo 50 millones de americanos se declararon irlandeses, entre otras cosas, cuando la población de Irlanda no pasa de 10 millones. Por tanto, ser irlandés en América no te diferencia mucho. Pasa lo mismo con los descendientes de italianos. Pero los vascos son tan contados (unos 50.000) que es como pertenecer a un club más exclusivo. Cuando dos vascos se encuentran, empiezan una conversación que tarde o temprano les llevará a sacar la identidad vasca, a confiar el uno en el otro...

-¿Lo local sirve como un plus, una marca de calidad en un mundo, como dice, cada vez más uniforme?

-También. La globalización no va terminar con lo local. Además, bajo el concepto de globalización en realidad se esconde una americanización, es decir, impone una cultura local como una cultura global y hegemónica. No es una cultura global, sino local. Que nadie se engañe.

-¿La lengua es clave para la identidad cultural?

-No. La lengua está muy mal en la diáspora. Es muy difícil mantener el idioma fuera. Algunos lo hacen como ejercicio de amor hacia esa cultura, pasan un verano en Euskal Herria... Son muy escasos. Además, la inmensa mayoría de los estudiantes que vienen aquí quieren aprender castellano. Eso no quiere decir que no haya ikastolas en EEUU pero es complicado.

-También es complicado el tema de la globalización que ya ha adelantado antes. Un fenómeno con sus aspectos positivos y negativos, con ese encaje entre 'lo local' y 'lo universal', lo común y lo particular. Recientemente leía una frase a un pedagogo, creo que se llama Freire, que decía: "Para que un árbol tenga ramas grandes y frondosas también tiene que tener raíces profundas". ¿Qué piensa usted?

-Me gusta. Está muy bien dicho. No había oído la frase pero estoy de acuerdo con su significado. Es más. La globalización es mejor para unos que para otros. Como fenómeno de globalización intelectual y cultural está claro que unos (escritores, pensadores...) nadan muy bien en esas aguas, pero para la inmensa mayoría de los seres humanos representa una impersonalización, una alienación. Por eso pienso que cuanta más globalización haya también surgirá más localización, más defensa de lo particular. Es entonces cuando cada uno mira a su entorno y aprecia lo que tiene, le gusta hablar una lengua o bailar una jota, por ejemplo, porque le hace sentirse bien, sin un interés económico de por medio o tras un proceso de razonamiento. Lo hace porque le satisface y ya está.

(publicado el 26-06-2005 en Diario de Noticias de Navarra)


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