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Venezuela y Euskal Herria: Arantza Mujika, agur eta gero arte. Artículo en el que Maite Leizaola realiza una semblanza de esta euskaltzale vasco venezolana, recién enterrada en el cementerio de su Itziar natal (en Deia)

16/05/2004

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Por Maite Leizaola

El 10 de mayo te han devuelto a Itziar, la tierra en la que naciste, en la que viviste tu infancia y primera juventud, donde te convertiste en maestra. El lugar donde se forjó tu abertzalismo, que era como genético, inquebrantable, sin titubeos ante los altibajos de la política. No recuerdo bien las fechas, pero sí que “in illo tempore”, los cuatro hermanos fuisteis a Venezuela, con vuestra madre viuda, cuya bonita imagen no olvido.

El Dr. Isaac J. Pardo escribió un libro dedicado a Venezuela y que guardo con fruición cuyo título es “Esta tierra de gracia”. Y en esa tierra de gracia que efectivamente fue la Venezuela que nos acogió y nos devolvió la dignidad a tantos vascos que tuvimos que salir al exilio, te conocí.

En aquella Venezuela joven y dinámica llena de planes e infraestructuras por desarrollar que el petróleo iba haciendo posible, todos los exiliados vascos encontraron trabajo, genta buena, más evangélica que los evangelizadores, un clima bueno, grandes bellezas naturales, oportunidades.

No obstante, todas esas cualidades, en muchos casos, no mitigaban el dolor que nuestros padres llevaban en el corazón. La Guerra civil, los muertos, las odiseas vividas, las pérdidas, la separación de los seres queridos, aquellos que a lo largo de los años fueron muriendo a un lado y otro del Atlántico sin volverse a ver más nunca.

La “colonia” vasca de Venezuela se diferencia mucho de otras colonias en la diáspora de Argentina, EE.UU., etc., en el sentido de que en Venezuela no había ningún tipo de organización de vascos hasta que empezaron a llegar barcos cargados de refugiados, al principio incluso fletados por el Gobierno vasco de París. La colonia o comunidad vasca en Venezuela tuvo y tiene un claro signo político, y se estructuró entorno a una resistencia política. La lógica consecuencia de un destino y causa común era que nos agrupáramos.

Los primeros encuentros se producían en las mismas pensiones que tantas familias vascas en necesidad y con gran esfuerzo montaban en las casas que iban arrendando para su propia vivienda. Esos eran los primeros centros de tertulia, de solidaridad, de acogida y orientación sobre el nuevo país. A medida que fue pasando el tiempo surgieron pequeños “centros vascos”, y finalmente, con el bienestar económico se construyó el actual “Euskal Etxea”, que a pesar de sus instalaciones, hoy en día a duras penas subsiste, por diversas razones, entre otras el envejecimiento y desaparición de las personas que más cohesión aportaron al centro, que eran los propios exiliados, la integración y dispersión de las generaciones siguientes o su retorno a Euskal Herria con la caída del franquismo, y otras.

Pero el Centro Vasco de Caracas vivió en los años 60 y 70 unos momentos muy hermosos y que en buena parte los propicio Arantza Mujika. Ella, junto con su familia y valiéndose de su profesión, tenía un colegio en Caracas y propuso crear una Ikastola en el edificio del Centro Vasco. Suave pero tenazmente, Arantza empezó a mover hilos y voluntades, y a principios de los sesenta empezó a funcionar en Caracas la Ikastola Euzkadi-Venezuela, al principio con sólo siete niños y niñas. La primera andereño fue Josebe Torrontegi, bilbaina y abertzale de pro, que aún vive en Caracas con su familia.

Las dificultades abundaban, siendo una de las principales las distancias que tenían que recorrer los niños para llegar al Centro Vasco todos los días en una ciudad como Caracas. Y tantos otros obstáculos que se fueron superando y así en los años 70 llegó a tener más de 120 alumnos.

La razón por las que tantos vascos tuvieron que ir a Venezuela justificaba su deseo de que sus hijos venezolanos accedieran al euskera, a la cultura vasca, sus canciones y bailes, amén de recibir una escolarización adecuada para que pudieran proseguir sus estudios de bachillerato una vez finalizada la educación primaria que ofreció la Ikastola durante casi veinte años.

Muchos trabajamos con ilusión, pero todo este capítulo feliz del exilio venezolano lo hizo posible Arantza Mujika. Haciendo memoria de las personas que participamos me doy cuenta de que sobre todo fue una cosa de mujeres, andereños y madres. Algunas de ellas pusieron toda su alma y esfuerzo en aquella idea. Itziar Basterretxea de Gernika, Lore Goimendi de Zumaia, Carmentxu Gaztelu, guipuzcoana, Libe Bilbao, hija de bizkaitarras, y tantos otros, vascos y venezolanos, que hicieron posible aquel sueño. Sin olvidar a los sacerdotes Andoni Basterretxea de Ondarroa, Patxi Albizu de Segura y otros que también colaboraban con la ikastola.

Ver que nuestros hijos, tan lejos de Euskadi, se desenvolvían aunque fuera en un euskera elemental, sabían las canciones vascas tradicionales, bailaban el ezpatadantza, el mutildantza y un sin fin de coreografías tradicionales en los actos que organizábamos para celebrar el Aberri Eguna en Caracas, jugaban a pelota, y desarrollaban una conciencia política, era un sueño, era un deber. Fueron probablemente los momentos más felices e ilusionantes que vivieron los exiliados de Caracas y se los debemos en buena medida a Arantza Mujika, que en silencio y humildad pero sin cejar en su esfuerzo hizo posible la Ikastola Euzkadi-Venezuela, que es como se llamaba oficialmente.

Eskerrik asko Arantza

(publicado el 16-05-2004 en el diario Deia)


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