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Tras cuatro años de estadía en Euskal Herria retorna definitivamente a Argentina la familia Hernández-Minaberry

29/05/2006

La familia Hernández-Minaberry: Unai, Carolina, Imanol, Asier y Javier. Carolina es conocida en la comunidad argentino-vasca como profesora de euskera, idioma que, partiendo de cero, llegó a dominar en pocos años (foto euskalkultura.com)
La familia Hernández-Minaberry: Unai, Carolina, Imanol, Asier y Javier. Carolina es conocida en la comunidad argentino-vasca como profesora de euskera, idioma que, partiendo de cero, llegó a dominar en pocos años (foto euskalkultura.com)

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Tras cuatro años de estadía en Euskal Herria el próximo 26 de junio retornará definitivamente a la Argentina la familia compuesta por el rosarino Javier Hernández Maiztegui, la linqueña Carolina Minaberry y sus hijos Asier e Imanol, nacidos en la Argentina, y Unai, nacido el pasado 17 de septiembre en el País Vasco. 'Somos un poco de aquí y allá, nos cuesta irnos, pero lo cierto es que nos tira mucho la Argentina, sobre todo por la familia. Vinimos para una temporada, con la idea de volver a la Argentina y así lo hacemos, contentos, aunque dejando vivencias y amigos'.

Llegaron en abril de 2002 de la Argentina siendo cuatro y retornan siendo cinco. Durante su estadía, Carolina, psicóloga, ha ejercido de docente en la Enseñanza Bilingüe de Iparralde y ha sido profesora de euskera en la gau-eskola (escuela nocturna) de AEK y Angeluko Ikasleak de Angelu. Javier, arquitecto, logró con el tiempo entrar en un estudio en el que se ha promocionado a medida que avanzó con su francés hasta llegar a no dar abasto con el trabajo. Los hijos, Asier e Imanol, de 10 y 7 años, son ahora trilingües y se defienden en castellano, euskera y francés. Unai, el benjamín, ha nacido en Baiona, aunque crecerá en Lincoln, provincia de Buenos Aires, vasco-argentino o argentino de herencia o cultura vasca, de igual modo que sus padres y hermanos.

En cuatro años, lo más difícil, comentan Carolina y Javier, fue sin duda conseguir los papeles. 'Nos llevó dos años instalarnos mínimamente, empezar por conseguir el departamento, todos los permisos y documentos, y eso que veníamos ya con la nacionalidad y que teníamos familia aquí', explican. Lo más fácil, reflexiona Javier, 'fue seguramente adaptarse a un sistema (el francés) que funciona, en el que tienes derecho a unas ayudas y en el que existen unas reglas claras, que se siguen y que, cuando uno las entiende, puede hacer uso de ellas. Acá todo lo material está al alcance de la mano. En Argentina en cuatro años no hubiéramos podido instalar una casa como la de acá. Trabajando, acá se pueden conseguir muchas cosas materiales', afirma.

Lo mejor de dos mundos

'Ha sido una experiencia rica', apostilla Carolina. Ella hablaba ya euskera y francés --ha aprovechado su estadía para pasar los exámenes del título EGA de euskera-- y Javier, que no hablaba francés, se defiende hoy día en esa lengua. Además de ello, vivencias y amigos son parte del bagaje positivo que llevan. En el otro lado de la balanza, quizás por estar instalados en Angelu --en un entorno eminentemente francés-- afirman haber echado de menos un ambiente de relación más cálido, que sí tenían en Argentina, con amigos, familia entrando en la casa, en contraposición a zonas urbanas de Iparralde como ésta de Angelu donde, siguiendo la costumbre francesa, a partir de cierta hora las familias se recluyen en sus casas y las calles quedan desiertas y sin vida a las ocho de la tarde, en una especie de toque de queda no declarado.

Aseguran que les cuesta irse, 'pero es que Argentina nos tira mucho'. 'Ha sido una decisión difícil. Acá estamos bien, a gusto y después de cuatro años hemos logrado asentarnos y vivir con comodidad, pero es en Argentina donde queremos construir nuestra vida de familia. Lo teníamos claro cuando vinimos y los niños también lo habían interiorizado. En Argentina están las abuelas, los tíos, la familia... Venimos de familia de vascos, somos vascos, pero también somos muy argentinos', señalan para aseverar seguidamente que son también conscientes de que cuando se instalen allá echarán asimismo de menos este país 'también nuestro' en el que han pasado cuatro años.

Comenzar otra vez en Argentina

'Euskal Herria me encanta', apunta Javier, 'y la primera vez que vine quedé prendado de la naturaleza, de su belleza. Argentina es también muy bella, pero aquí... todo está más junto, el mar, el monte, la playa...', comenta. En Argentina, se instalarán en Lincoln, de donde es Carolina, pensando en los niños, en que se trata de un buen lugar en el que crezcan sus hijos, rodeados de familia, las abuelas y tíos y un entorno natural en el que Asier, Imanol y Unai podrán aún jugar en la calle. Carolina volverá al ejercicio profesional de la psicología y reabrirá la consulta que cerró para viajar a Euskal Herria y Javier tratará de instalarse de nuevo como arquitecto. Y quién sabe si no darán el primer paso para constituir una euskal etxea en Lincoln.


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