diáspora y cultura vasca
30/10/2012
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E. Arraiago/Areso, Navarra. Miles de kilómetros separan Areso de Argentina, pero no han sido obstáculo para que Silvia Rosa Belaunzaran cumpliera su sueño: conocer el caserío donde nació su abuelo Esteban. Ayer [por la semana pasada], Silvia visitó el caserío Pedronea de Areso. Allí, pudo estrechar la mano de su primo Domingo Belaunzaran, de 88 años de edad e hijo de Pedro, hermano del abuelo de Silvia.
El aresoarra convocó además a sus hermanos, cuñadas, hijos y sobrinos a recibir a la visitante. Sus hermanos Gregorio, Juan, Javier y Beatriz no dudaron en acercarse hasta el caserío familiar, y al final Silvia pudo conocer alrededor de catorce «familiares vascos».
Al igual que el abuelo de Silvia, seis de los siete hermanos Belaunzaran Rezola emigraron en busca de una vida mejor a tierras americanas. Con mayor o menor fortuna, Esteban, Agustín, Florencia, María Ignacia, Martina y Prudencia lograron sacar adelante a sus familias en Argentina. Hasta su fallecimiento continuaron manteniendo contacto con el único hermano que quedó en Areso, Pedro, e incluso viajaron en más de una ocasión a tierras navarras, porque no quisieron perder sus raíces. El aresoarra hizo lo propio, para conocer los negocios y familias que sus hermanos habían formado en Buenos Aires.
Muy emocionada
Silvia Belaunzaran no acababa de creerse que su sueño se hubiera cumplido. Por fin, podía ver el caserío, los montes, árboles y el pueblo del que su abuelo les había hablado tanto. Una mezcla de nervios, alegría y emoción se imponía mientras Silvia mostraba todas las fotografías que había traído desde Buenos Aires con intención de mostrar a sus parientes.
Decenas de instantáneas que guardaban en el recuerdo la imagen de los seres queridos de los que también Pedro habló a sus hijos. Durante la visita, los aresoarras hicieron lo propio y presentaron 'en foto', al resto de la familia, los otros cinco hermanos Belaunzaran, sus mujeres, hijos,... una amplia familia, ya que Pedro y su esposa Elisa tuvieron diez hijos.
Silvia no podía guardar toda la información que solicitaba a sus parientes. Lo quería saber todo de la localidad navarra, de su apellido, de sus antecesores... Demasiada información para una visita de unas horas, que al final se prolongó hasta la tarde. Acompañada de su marido Jorge Viviani y tres de sus primas, Lurdes, Mertxe y Mentxu, pudo visitar la iglesia de la Asunción, la plaza-frontón donde su abuelo solía jugar a pelota y el resto del pueblo de Areso, tras una suculenta comida en Pedronea.
Después de una jornada, la argentina se mostraba «muy emocionada» y no dudó en pedir teléfonos y direcciones, «ahora con los emailes mantendremos el contacto y seguiremos teniendo noticias. Estoy encantada» aseguraba. Silvia invitó a sus familiares a que visitaran «la casa de mi abuelo en Argentina». Estaba fascinada con el cariño de su familia Belaunzaran, a pesar de los miles de kilómetros que les separan.
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