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Una exposición, la primera que se le dedica en el País Vasco y probablemente en toda España desde que fuera fusilado al inicio de la Guerra Civil por fuerzas republicanas, no sólo arrumbará la injusta leyenda del desarraigo sino que reivindicará para siempre su obra y su figura, una de las más destacadas entre las primeras generaciones de pintores vascos, pero también de las más desconocidas.
Será en Igorre, donde tuvo casa que la familia conserva, y este próximo otoño. La muestra reunirá un conjunto de cuadros de tema vasco e incluso con personajes y vistas del valle de Arratia. Un cuaderno con dibujos mostrará el apego que sentía hacía su tierra natal, aunque procediera de una ilustre familia de origen andaluz. Fue hombre cosmopolita e incansable viajero en pos de cada gran exposición, ya fuera en Europa o en América. En ellas obtuvo numerosos reconocimientos y también un modo de distribución internacional de su obra, de forma que su localización resulta dificultosa.
Los cuadros de casa
La muestra de Igorre se nutrirá de colecciones particulares, sobre todo de sus descendientes, y podría servir para la preparación de otra mayor, probablemente de carácter antológico, en Bilbao. También el Tribunal Supremo está interesado dedicar una muestra al artífice de las extraordinarias pinturas del techo de su vestíbulo y del pasillo de los Pasos Perdidos.
Descendiente directo del cartógrafo y marino Dionisio Alcalá- Galiano, muerto en la batalla de Trafalgar, y de Antonio Alcalá-Galiano, destacado político liberal en los turbulentos tiempos de Fernando VII, Álvaro eligió el arte, en el que se inició con Antonio María Lecuona y Adolfo Guiard. Luego, en Madrid, aprendió con Jiménez Aranda y con Joaquín Sorolla. «Del maestro sevillano heredó la exactitud, fuerza y precisión en el dibujo; al colosal artista levantino deberá en gran medida su maestría en el tratamiento de la luz y el color», escribía Bernardo de Arrizabalaga en 'La imagen del artista' (BBK, 1993).
Coetáneo de Ángel Larroque, Ricardo Baroja, Juan de Echevarría e Ignacio Zuloaga, él era uno de los más destacados, asiduo de la pintura de caballete e interesado en la representación fidedigna, aunque no mimética. «Con su pintura buscaba una armonía, una tranquilidad», sostiene Rosa Alcalá-Galiano, que junto con su hermana Elen se dedica a estudiar y catalogar la obra de su abuelo.
A su mano de dibujante se deben las primeras imágenes que se conocen de las pinturas rupestres de Santimamiñe. También pinturas cenitales del palacio de la Diputación foral de Vizcaya. En 1913-14 fundó la Asociación Vasca de Artistas y Aficionados y el Ateneo de Bilbao. Durante años firmó innumerables artículos como Juan de Eguía.
Alcalá-Galiano fue casi tan viajero como Zuloaga y en 1917 ganó el Gran Premio de la Exposición Internacional de Panamá. Tres años más tarde, Primera medalla en la Exposición Nacional de Madrid por un cuadro extraordinario, 'La senda', que puede verse al Museo de Ciudad Real.
EL PERSONAJE
Álvaro Alcalá-Galiano y Vildósola (Bilbao, 1873-Madrid-1936) aprendió con Lecuona, Guiard, Jiménez Aranda y Sorolla. Expone desde 1897, en que ganasu primer gran reconocimiento, en Madrid, Barcelona, Bilbao, San Sebastián, París, Roma, Londres, Buenos Aires, Río, Panamá, Duseldorf...
Pinta importantes murales cenitales para la Diputación de Vizcaya y el Palacio de Justicia de Madrid, hoy sede del Tribunal Supremo.
Académico de San Fernando, funda la Asociación Vasca de Artistas y Aficionados a las Artes y el Ateneo de Bilbao. Poseía la órden de la Legión de Honor de la República francesa y la de Leopoldo de Bélgica.
(publicado el 11-05-2006 en El Correo)
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