Bilbaína de 25 años, lleva 8 meses en Ciudad de México, tras trabajar un año en Canadá con una beca del Gobierno Vasco. Raquel López se desempeña en la cadena vasca de restaurantes Sagardi, con restaurantes en las Euskal Etxeas de Barcelona y Madrid, y otros en ciudades como Buenos Aires, Londres y, desde hace unos meses, Ciudad de México. Entrevista de Leire Fernández publicada este domingo en el diario El Correo.
Leire Fernández. Raquel López siente auténtica pasión por descubrir cada lugar del planeta. Esta afición le ha llevado a vivir, en los últimos cinco años, en Barcelona, Bruselas, Madrid, Toronto y actualmente en Ciudad de México, donde trabaja en Sagardi Cocineros Vascos. «Tras estudiar ADE en Deusto y cursar un máster en Marketing Creativo en la Universidad Libre de Bruselas, me presenté a las becas de internacionalización del Gobierno vasco (BEINT), que me llevaron a Canadá. Allí estuve un año, y después decidí cambiar de aires y hacer la última fase de la beca en México». A la hora de elegir el sector en el que desarrollar su profesión, Raquel se decantó por el grupo Sagardi. «Quería formar parte de esto porque desde siempre he llevado en la sangre ser embajadora de Euskadi por el mundo y soñaba con poder dedicarme a ello profesionalmente. En Toronto estuve apoyando en la promoción e implantación de bodegas vascas en el país y quería seguir en la misma línea. Cuando supe que Sagardi casualmente abría en México su primer restaurante no lo pensé».
Una vez en México a lo primero que le tocó adaptarse a esta bilbaína fue al caos. «Ciudad de México es tremendamente caótica. Aquí pasarte tres horas en el coche para llegar a un sitio es completamente normal. A veces en Euskadi nos quejamos de cosas mal hechas, pero tras mi experiencia aquí me he hecho mucho más paciente y flexible a lo que pueda pasar. Suelo bromear con una compañera de trabajo diciendo ‘esto solo pasa en México’. Por ejemplo, me fui de viaje a Los Ángeles con dos amigas y la forma más barata es ir en avión a Tijuana y de ahí en autobús. El vuelo dura unas dos horas y nos pareció raro que llevásemos más de tres en el aire. Entonces el piloto anunció por megafonía que íbamos a aterrizar en el aeropuerto de Hermosillo porque el de Tijuana estaba cerrado. Allí nos dejaron a 200 personas tiradas en la terminal, de noche, a 11 horas en autobús de Tijuana y sin otro vuelo hasta la mañana siguiente… Una de esas historias que contar a los nietos».
A lo que también le ha costado acostumbrarse a Raquel es a la comida y eso que los vascos «tenemos fama de tragones». «Las comidas son muy pesadas, con el maíz, los frijoles y las ‘papas’ como ingredientes fundamentales y siempre acompañadas de salsas, muy condimentadas y de sabores fuertes y picantes. Aunque ahora puedo decir que tengo un estómago a prueba de balas tras haber superado varios problemas estomacales».
«Hay cosas que no se me ocurriría hacer»
La inseguridad en Ciudad de México, con una media de 560 asaltos diarios, es tema recurrente en los informativos, pero Raquel afirma que en los 8 meses que lleva allí nunca se ha visto en una situación peligrosa. «Hay cosas que nunca se me ocurriría hacer, porque sé que aumentarían las posibilidades de que me robaran o me pasara algo, como ir enseñando algo de valor por la calle, ir a zonas que no conozco sola... siempre hay que tratar de estar alerta, pero cumpliendo esas normas no hay porqué tener ningún problema», asevera.
Estas diferencias suponen que lograr que los mexicanos se sumerjan en la cultura del pincho sea todo un reto. «Aquí los clientes están acostumbrados a llegar a un restaurante, sentarse y no tener que levantarse para nada, y cuesta explicarles que no existe una carta, que deben ir a la barra y elegir los que les gusten», explica.
Una riqueza asombrosa
En una ciudad donde las distancias son un problema, Raquel tiene la suerte de vivir en la zona ‘fresa’ de la ciudad y poder ir andando al trabajo, y de tener cerca un parque que la ayuda a escaparse del bullicio de la ciudad. «Junto a la familia y amigos es una de las cosas que más echo de menos de Bilbao, la tranquilidad, el verde de las montañas, el aire puro y hasta hace poco hasta la lluvia, pero ahora estamos en época de tormentas, así que ya no», se ríe. En cuanto a la gente, Raquel reconoce que son «mucho más educados en la forma de hablar. Muchas veces les parece que estás enfadado cuando elevas un poco el tono de voz. Creo que tendríamos que aprender de ellos a tomarnos las cosas con un poco más de humor, sin tanto temperamento, aunque ellos tendrían que aprender de nosotros a sentir orgullo por preservar sus culturas indígenas, ya que tristemente aquí se tiende a marginar y a tratar con desprecio estas comunidades. México es un país con una riqueza cultural asombrosa, donde tradiciones y lenguas milenarias se siguen manteniendo. He tenido la enorme suerte de conocer personas de la cultura purépecha, nahuatl o tzo-tzil, tan sólo tres ejemplos de los cientos que conviven en este país. Ésta es la mayor similitud que encuentro entre México y Euskadi, esa riqueza cultural, con lenguas y tradiciones únicas, que se mantienen en el tiempo forjando la identidad de sus pueblos».
(publicado el 03-09-207 en El Correo)