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[Joaquín Achúcarro, bilbaíno y uno de los pianistas vascos más internacionales de todos los tiempos, interpretará hoy y mañana en la capital vizcaína junto a la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS) el concierto para la mano izquierda del compositor también vasco Maurice Ravel]

Maite Redondo/Bilbao. El Concierto en Re menor para la mano izquierda de Maurice Ravel, escrito al final de su carrera cuando ya había alcanzado la celebridad, fue compuesto por encargo de Paul Wittgenstein, el pianista austríaco que perdió su mano derecha en la I Guerra Mundial. Ahora, será la mano de Joaquín Achucarro quien lo interprete en el escenario del Palacio Euskalduna, junto con la Orquesta Sinfónica de Bilbao.

-- El primer concierto después de ser nombrado hijo predilecto de Bilbao. ¿Impone?

Un concierto siempre impone, además el público de Bilbao es muy querido para mí.

-- ¿No me diga que después de recorrerse 58 países actuando todavía siente miedo escénico al subirse aun escenario?

Yo no diría miedo, sino ansiedad, preocupación. Quiero que todo salga bien, soy muy autocrítico.

-- Usted es un hombre que siempre ha trabajado mucho. ¿Ahora se toma más tiempo libre?

Creo que menos que nunca. La vida cotidiana se ha hecho más complicada. Hubo un tiempo en que sólo era estudiar, estudiar y estudiar. Ahora, están los viajes, las clases... Por ejemplo, en el plazo de dos semanas tengo que tocar cinco conciertos entre Puerto Rico, Sidney y Texas. Afortunadamente, de la planificación se ocupa Emma, mi mujer. Supongo que en algún momento pararé un poco, pero de momento, afronto lo que viene.

-- ¿Qué es la música para Joaquín Achucarro?

Es como el aire, la necesito para vivir, para respirar. En Costa Rica, un ministro de Cultura, fanático del piano, cuando todas las naciones estaban comprando aviones y cañones, él se fue con un millón de dólares a Estados Unidos y se lo gastó en comprar instrumentos musicales. Tenía un slogan: ¿Para qué queremos tractores sin violines?. Esto es lo que resume lo que debe ser la música. Si en lugar de tanques, comprásemos instrumentos musicales, el mundo iría mejor.

-- ¿Recuerda la primera vez que se sentó frente al piano?

Era tan pequeño que no recuerdo que edad tenía. Tengo la imagen de estar sentado en el taburete con los pies colgando y veía que aquello hacía ruido.

-- ¿Y del momento en qué les dijo a sus padres que quería ser pianista?

No sé cuándo ni cómo se fue forjando la idea. Pero, inconscientemente o inocentemente, me dí cuenta el 20 de mayo de 1946 que yo quería ser pianista. Estaba tocando un concierto de Mozart con la Orquesta de Bilbao en el cincuentenario de la Filarmónica de Bilbao. Fue la revelación de un mundo distinto.

-- En cincuenta años, tendrá muchas anécdotas...

¡Ya nos hemos reído! Recuerdo una vez que hice la primera reverencia de saludo al público y me quedé atónito cuando me di cuenta de que en los pies tenía zapatos rojos, por ejemplo... Cosas de esas me han ocurrido a montones.

-- ¿Cuando empezó había menos competencia?

Creo que sí. Para empezar todavía en Japón y China no se habían asomado prácticamente a la música occidental.

-- ¿Qué consejos le daría a un joven que quiera abrirse en el mundo del piano?

¡Ojalá que su día tenga 25 horas, ojalá que su paciencia sea como la de Job multiplicada por diez, y ojalá su tesón sea como la de Demóstenes, tartamudo de nacimiento, que consiguió convertirse en el mejor orador de Atenas! Esto no es una carrera de velocidad, sino de gran fondo, donde hay veces que uno desfallece y luego vuelve a recuperarse...

-- ¿Alguna vez ha tenido la tentación de abandonarlo todo?

Nunca. Cuando algo ha salido mal, he pensado que no he trabajado lo suficiente. Existe el talento, pero parte de éste se basa en la capacidad de trabajo. Siempre he pensado que merece la pena tanta dedicación, tantos viajes, y vivir de esta manera. Yo todavía no me he aburrido para nada.

(publicado el 13-01-2005 en el diario Deia)

Enlaces relacionados

Página web del pianista bilbaíno
www.achucarro.com

Entrevista a Achúcarro hoy en el diario Gara
«El virtuosismo me encanta, pero que haya expresión»

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