San Francisco, EE.UU. Su modo de hablar cuando se refieren al Basque Cultural Center transluce cariño y agradecimiento. Llevan toda una vida como miembros activos de la colectividad vasca de Estados Unidos y, desde que el Basque Cultural Center se constituyera en 1982, esta institución fundada desde el alma vasca de muchos sanfranciscanos se convirtió en, como indica el nombre en euskera de la entidad en "Gure Euskal Etxea", nuestro hogar vasco. “Es para mi como un segundo hogar”, confiesa Salaburu.
En la misma línea, Sorhouet señala que su adscripción a la euskal etxea supuso una importante mejora de su calidad de vida, recordando su estancia previa en lugares de Estados Unidos que no contaban con la actividad, las instalaciones y el calor humano euskaldun que le ha aportando en San Francisco el Basque Cultural Center.
El arnegitarra Kaiet Sorhouet salió en 1964 de la Baja Navarra para trabajar en Wyoming cinco años como pastor. Tras ello volvió a Euskal Herria para, con el cambio de década retornar al Oeste, si bien esta vez en San Francisco. “Del trabajo en las montañas y prados de Wyoming como pastor pasé en 1970 al entorno urbano de San Francisco. Fue un gran cambio. Pero aquí tenía buenos amigos que me ayudaron. Desde entonces he trabajado en jardinería en la zona de la Bahía”.
Su primera casa fue el Hotel Des Alpes, uno de los señeros establecimientos vascos --cerraría sus puertas en 1999-- en pleno centro de la ciudad, en Broadway. “Recuerdo con agrado aquellos años. No es que no me gustara el trabajo de pastor, pero esa no es forma de vida. Siempre solo. A partir de una edad las cosas ya no se ven igual. Aquí, trabajando en jardinería la cosa era diferente, rodeado de gente, otra vida”, recuerda. Subraya no obstante que tanto en Wyoming como en California, siempre ha vivido contento.
Por su parte, Salaburu viajó directamente de su Elizondo natal a California, a Bakersfield, para trabajar inicialmente como pastor, durante cuatro años. “No cobraba mucho, así que cuando se me terminó el contrato me volví a Baztan. Pero allí las cosas estaban tan flojas… Aquí, sin embargo, el trabajo te daba para ahorrar y comprarte una casa y un coche…" De modo que decidiría volver a intentarlo y quedarse. "Con el tiempo, afianzas tus amistades aquí y pierdes un poco el contacto con los de allí. Aunque aquello no lo olvidamos nunca, eso sí que no”, relata.
De la calurosa Bakersfield se mudó en 1970 a la más fresca San Francisco, a casa de unos amigos aldudarras, Jean-Pierre Ospital y Alice Arriet, tras pasar unos meses en su Elizondo natal. “Jean Pier ya ha fallecido, pero Alice vive", agrega. "Trabajaba en landscaping (paisajismo) y tras unos años pasé a vivir con otro amigo, Bernar Belait y fue en 1974 cuando compré nuestra casa”.
Tanto Kaiet como Pedro se casaron en Euskal Herria, antes incluso de asentarse en tierras americanas. En 1978, Kaiet Sorhouet dio el sí a Marie Etcheguneberry, una joven de Urdazubi (Navarra) y tuvieron dos hijos: Mark y Natalie. Por su parte, Salaburu se casó en 1973 con Mari Carmen Oscariz, de Arizkun, y también tuvieron hija e hijo: ella es Idoya, acordeonista y muy activa integrante de la comunidad vasca sanfranciscana y del Cultural Center, al igual que su hermano Xabier, músico de la klika de San Francisco desde hace 20 años.
Ha transcurrido medio siglo, pero ambos homenajeados continúan trabajando, aunque "menos que antes", en palabras de Pedro Salaburu, quien con los años abrió su propia empresa de jardinería. Kaiet, por su parte, continúa con su trabajo diario de jardinero. Cuando pueden, eso sí, gustan de acercarse al Centro Vasco, “para ver a los amigos”. Aunque tienen aficiones distintas: Kaiet disfruta jugando a mus, pero a Pedro le gusta más el frontón, aunque he tenido "un problema de huesos" y, "ahora la pelota no me quiere”, bromea.
Con alegría e ilusión recibieron, el pasado día 15, el homenaje, por parte de sus conciudadanos y amigos de la comunidad vasca norcaliforniana. “La Euskal Etxea ha sido y es algo muy importante en nuestras vidas”, asegura Salaburu, verbalizando también los sentimientos de Sorhouet. "Es por eso que agradecemos especialmente esta distinción, mila esker handi bat guztieri", concluye.