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Patriotismo olímpico. El articulista realiza un breve apunte sobre el aspecto de refuerzo identitario y patriótico que encierra un espectáculo como los Juegos Olímpicos (en La Vanguardia)

25/08/2004

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Por Alfredo Abián, director adjunto

Los JJ.OO. constituyen un escaparate tan colosal que todo patriota o alquimista de sueños identitarios busca en Atenas un surtido de héroes atléticos para consolidar el prestigio nacional. Cuando la selección puertorriqueña de baloncesto se impuso al dream team, en las calles de San Juan se oyeron gritos de “¡Liquidamos al gringo!”, algo peculiar en un Estado libre asociado a EE.UU. Cuando Gervasio Deferr, hijo de exiliados argentinos nacido en Barcelona, logró su oro, la vindicación del metal y del gimnasta ha sido más compleja. Gervasio ha visto refrendada su condición de catalán hasta el punto de que le hemos quitado la "o" del nombre. En Buenos Aires han encontrado la máxima sofisticación de mestizaje reivindicativo, al recordar que el campeón olímpico creció comiendo asado en Premià y oyendo hablar a su padre del Boca; que Deferr es catalán, aunque su oro sea mitad español mitad argentino, y que su gesta ha sido posible gracias a “ese orgullo competitivo tan argentino que lleva en la sangre”. Salvo aquellos que cambian de nacionalidad, pocos atletas se han rebelado contra los símbolos como hicieron aquellos velocistas estadounidenses que en México'68 recogieron sus medallas, levantaron el puño con guante de cuero negro y clavaron la mirada en el suelo mientras sonaba el himno y era izada la bandera de su país. Estaban hartos de que les llamaran americanos si subían al podio, y simplemente negros cuando eran derrotados.

(publicado el 25-08-2004 en La Vanguardia de Barcelona)


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