El experto en euskal dantza Oier Araolaza pone sobre la mesa un tema espinoso en esta entrevista que le ha realizado el diario euskaldun Berria. En ella, Araolaza habla sobre las medidas que se tomaron en el siglo XX para apartar a las mujeres del baile vasco tradiciona , sobre los esfuerzos que se han hecho para acabar con estas normas y de la polémica que ello acarrea. Por su interés para el mundo de la dantza y para los cuerpos de dantzaris de la Diáspora, lo traducimos y reproducimos a continuación.
Donostia-San Sebastián. El periodista Edu Lartzaguren entrevista en el diario euskaldun Berria a Oier Arazolaza Arrieta (Elgoibar, Gipuzkoa, 1972), responsable del grupo Kezka Dantza Taldea de Eibar y dantzari. Araolaza ha bailado en los grupos Haritz de Elgoibar y Argia de Donostia, y coordina la web Dantzan.com.
-¿Ha llegado el momento de quemar el traje de poxpolina y utilizar trajes sin marca de género?
No es fácil. En la sociedad también aparecen posturas en contra, una y otra vez. En algunos contextos, como en el día a día, por ejemplo, utilizamos trajes andróginos, o sin claras marcas de género. Pero cuando queremos arreglarnos, la marca de género aparece enseguida, muy clara, y algunas veces la llevamos al extremo, como por ejemplo en las bodas. Cuando echemos a la basura los trajes blancos de las bodas, quizá entonces habrá llegado el momento.
-Has dicho alguna vez que los trajes que usan los chicos no son de por sí ropa masculina, sino "ropa de dantzari". ¿Es ése el ejemplo que propones?
El traje de poxpolina es un invento reciente, de comienzos del siglo XX. Lo inventaron para que las mujeres no vistieran la ropa de dantzari. Es entonces cuando la ropa de ezpata dantzari tomó las marcas de género de la ropa masculina. Esa diferenciación es clave, muy importante, y sobre ella se ha erigido todo el discurso. Nos cuesta darnos cuenta de ello, y a menudo no queremos.
-¿Quién hace más fuerza contra los trajes andróginos, los hombres o las mujeres?
Las mujeres jóvenes. Es algo muy bonito, porque pone a la vista nuestras contraddiciones. A veces pensamos que nuestra conciencia está muy avanzada, pero no. En esto aparecen sentimientos muy básicos. No es una resistencia muy fuerte, de todos modos, y no siempre aparece. Pero ahí está. Hemos intentado utilizar trajes sin marca de género, con características de ambos, para que todos se sientieran cómodos. Pero algunos dantzaris no se han sentido a gusto, porque les parecía que no se sacaba el brillo necesario a sus cuerpos, que se difuminan las características de cada cuerpo.
-¿La resistencia sería todavía más fuerte si los chicos tuvieran que cambiar?
Utilizan falda, por ejemplo, en Oñati (Gipuzkoa), en las fiestas del Corpus. No hay problema porque en ese contexto no tienen marca de género, no es una ropa de mujer, sino de dantzari. En Ondarroa (Bizkaia), en la fiesta Zapato Azule, algunos chicos han empezado a usar falda de mahón, por su cuenta. Eso tiene un punto de provocación y de carnaval, pero puede ser también un intento que quitar el punto de género a la ropa para la dantza.
-¿Cuál es el camino para insertar la igualdad en ámbitos donde la tradición se ha convertido en maldición?
Tenemos que suavizar y deconstruir los puntos de vista demasiado rígidos, dándonos cuenta de que son nuevos y que fueron creados para arrinconar a la mujer, porque los ritos de dantza eran momentos de demostración del poder. Si la mujer estaba apartada de ese espacio de poder, es lógico que también estuviera apartada de su manifestación ritual. No se si la palabra es valentía, pero al menos necesitaríamos honestidad para replantear nuestros objetivos. Tenemos que saber que podemos dar ese paso, y no pensar que estamos atados a una tradición inamovible.
-¿Plantear este conflicto no será perjudicial para el ambiente del mundo de la dantza?
En los casos de Irun y Hondarribi (Gipuzkoa) se ha visto que el conflicto ha mejorado la salud del alarde. Es como echar leña al fuego. Las tradiciones se mueren cuando a nadie le importan nada.