diáspora y cultura vasca
23/03/2010
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Iratxe Gómez, Vitoria-Gasteiz. Resumir la trayectoria profesional de Noemí Gonzalo-Bilbao no es fácil. Se necesita un croquis. Esta vitoriana ha recorrido diferentes países, ha tratado con víctimas de torturas y con mujeres desamparadas. Además, conoce muchos entresijos de las Naciones Unidas y domina cuatro idiomas. Parece el currículum de una persona con una larga experiencia. Eso es cierto, pero la protagonista de esta historia sólo tiene 28 años. Joven y con un gran bagaje. Su último trabajo le ha llevado a casa, a pesar de que vive a kilómetros de distancia de su tierra. De hecho, es una pequeña 'embajadora' del País Vasco en Estados Unidos. Cada día, desde hace siete meses, trabaja como técnico de la delegación del Gobierno vasco en Nueva York en temas de cultura, comunicación y educación.
Su vivencia en la 'ciudad que nunca duerme', sin embargo, es más profunda. Se remonta a 4 años atrás. Pero para entender qué le llevo a la capital estadounidense es mejor empezar en su etapa universitaria. En la cabeza de Noemí siempre sobrevoló la idea de probar suerte en el extranjero. Ya gozó de una beca del Gobierno vasco en Colonia cuando cursó el instituto. Y sus padres siempre le apoyaron en sus breves aventuras a Irlanda de adolescente. Nunca ha desaprovechado la oportunidad de recorrer mundo.
«Me fui de Erasmus a Alemania durante la carrera de Periodismo en Pamplona. Fue mi estancia más larga. Al llegar, me preguntaba: ¿dónde me he metido? Estudiaba y trabajaba de camarera para perfeccionar el idioma», recuerda. Le costó superar el shock inicial. No llevaba bien que le miraran raro cuando daba dos besos a alguien para presentarse. Eso sí, cuando logró integrarse con ellos, hizo amistades que aún conserva. Con el título ya en la mano, se planteó varias alternativas. De todas ellas, una beca en el periódico 'Miami Herald' le pareció la más tentadora.
Su intención era practicar el inglés. Apenas le hizo falta. «En Miami la comunidad cubana es muy fuerte y me encargaba de los sucesos en La Habana. Iba a conferencias de prensa y hablaban en castellano», aún se sorprende. Esta vasca aprendió mucho de sus andanzas por el sur de Florida. Lo peor que llevó fue depender del coche para todo y las tremendas diferencias sociales. «En una mismo camino pasabas por delante de las mansiones y las embarcaciones a cruzar una zona en la que los policías no se atrevían a entrar de noche».
De Miami regresó a Pamplona para obtener la licenciatura de Comunicación Audiovisual. Y, cómo no, también se fue de Erasmus. Voló a Alemania pero, esta vez, recaló en Dresde. «Resultó más positivo porque controlaba ya el tema del papeleo, la búsqueda de la vivienda y la universidad». Duró siete meses y, a su vuelta, se marchó a Bilbao como becaria en distintos medios de comunicación. Y como no desperdicia ninguna ocasión, al poco tiempo se benefició de otra beca para trabajar en la sede de la ONU en Nueva York. Su cometido era gestionar actas y organizar conferencias, entre otras funciones, en el departamento de Palestina, descolonización y derechos humanos.
Fue un salto importante en su trayectoria profesional. Tanto le entusiasmó la experiencia que decidió hacer un máster de Resolución de Conflictos Internacionales en Nueva York. «Tuve como profesor al ex director de Amnistía Internacional y un día me topé con Richard Gere, que iba a dar una charla sobre torturas. Me motivó rodearme de este tipo de gente». Estos estudios los intercaló con una beca Fullbright para trabajar en un instituto de investigación de la ONU en República Dominicana. Sin pausa.
Prioridades
Trabajó durante tres meses en el área de la comunicación para el fomento de la igualdad de la mujer en el país caribeño. «Fue un reto. Muy difícil. Ellas muchas veces aceptan que su marido tenga amantes o varias familias a la vez. Y muchos ancianos viven en chabolas y sin papeles. Eso sí, siempre están de buen humor. Saben vivir con alegría. No anteponen el trabajo como ocurre en Nueva York». Un aprendizaje que le ayudó a poner en perspectiva sus prioridades.
Su siguiente aventura en la capital estadounidense se centró en el departamento de publicidad de una importante ONG que publicaba informes negativos sobre distintos gobiernos para presionarles. De ahí, pasó a llevar la comunicación de la Comisión Latina contra el sida. «Estuve un año y mi labor fue muy intensa», rememora. En su trayectoria profesional ha visto de todo, pero ya nada le asusta. Menos después de residir en Nueva York. Una ciudad para mantenerse joven mentalmente y de la que Gonzalo-Bilbao destaca una cosa: «Me gusta el anonimato que ofrece». Pero no todo son piropos. Esta vasca también percibe los inconvenientes. «Se ven muchas diferencias sociales en el acceso a diversos servicios. Existe una gran variedad que resulta mala, en unos aspectos, y enriquecedora en otros. En el metro puedes encontrar un rapero, una hermana de la caridad y unos mariachis. Esa imagen en Euskadi sólo se daría en carnavales», ironiza.
Esta vasca es casi una experta en mezclas y pluralidad. De cada uno de sus empleos ha sacado provecho. Su meta, sin embargo, era tener un cargo que le mantuviera en relación directa con la gente. Hace siete meses lo consiguió. Cumplió un sueño al formar parte de la delegación vasca en Nueva York. «Me encargo de conectar Euskadi con Estados Unidos. Es como estar en casa, en una ciudad que me encanta. Pongo en conexión empresas e instituciones». Un reto que adora.
Nunca ha planeado nada, ni su regreso a Vitoria. De momento se siente satisfecha con trabajar para el País Vasco, pero eso no quita para que eche de menos a su «familia, el café con crema, la tortilla y andar en bicicleta» por su ciudad natal.
(publicado el 21-03-2010 en El Correo)
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