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Néstor Basterretxea: 'No he estado todavía en Chillida-Leku y a Alzuza fui hace cuatro días'. El artista vasco impulsa la creación de un museo Basterretxea en su localidad natal de Bermeo (en El Diario Vasco)

21/12/2003

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Por Alberto Moyano. El escultor Néstor Basterretxea (Bermeo, 1924) prepara desde hace unos meses la construcción en esta localidad costera de un museo que acogerá las dieciocho esculturas en roble de su serie Cosmogónica Vasca, las obras en piedra de Ilarriak y algunas piezas en hierro, donadas todas ellas al Ayuntamiento. Mientras tanto, Basterretxea continúa investigando y atendiendo los múltiples encargos que le llegan periódicamente en los últimos tiempos.

¿Cómo ha surgido la idea de crear este museo?

La idea ha surgido por dos razones. En primer lugar, yo he estado muy ausente de Bermeo por causa de la Guerra Civil. Es más, nuestra casa ha sido cuartel de la Guardia Civil durante treinta y siete años. Todo esto, me ha alejado un poco de Bermeo porque aunque sí tenía allí amigos, ni siquiera podía ir a mi propia casa. Ahora, hay un intento de aproximación. A mi regreso, me he encontrado gente que me recordaba bien y me quiere mucho, y también me he reencontrado con mi pueblo. Por otra parte, la serie Cosmogónica Vasca, que fundamentalmente es la que voy a regalar, --dieciocho esculturas talladas en madera-- no tenía fácil salida. He pensado que iban a ser unos trámites complicados, así que decidí donar a Bermeo toda la parte de mi obra de raíz vasca. Aquí se incluyen también las Ilarriak --piedras funerarias-- y varias esculturas en hierro para el jardín. Al ver el volumen de la donación, el Ayuntamiento de Bermeo ha decidido que había que hacer un museo. Por mi parte, estoy encantado de que una parte de mi obra esté en mi pueblo. Hay gente que me pregunta '¿por qué en Bermeo, si allí no hay nada?' Y no es verdad porque hay muchas cosas históricas interesantes y aunque no hubiera nada, precisamente, para que lo haya.

Después de tantos años de ausencia, ¿qué fue lo que le hizo acordarse de Bermeo como lugar en el que construir este museo?

Al empezar a ir a Bermeo y encontrarme con mis amigos de antes y con otros nuevos, ellos han tenido la simpatía de nombrarme hijo predilecto del pueblo y también han instalado la Casa de Cultura, con un cine que lleva mi nombre, en un piso del Casino, que es un edificio precioso de más de cien años. Me han agasajado regalándome ese reconocimiento. Suelo ir casi todos los sábados a comer y se ha convertido en un encuentro muy amistoso.

¿Qué recuerdos guarda de su infancia en este pueblo?

Salí a los doce años, que es cuando empezó la Guerra Civil y no volví hasta diecisiete años más tarde, en los que estuve en el exilio. Tengo los recuerdos corrientes. Era un chaval travieso, mal estudiante y con muchos amigos. El primero en dibujo y el último en matemáticas. Desde pequeño, venía muy orientado hacia el arte y no había ninguna posibilidad de que fuera ingeniero.

¿Qué recepción ha encontrado por parte del Ayuntamiento?

Totalmente favorable. Ellos han hecho mucho para que yo me anime y para darle el énfasis que ellos creen que debe tener. De todas formas, hemos quedado de acuerdo en que el Museo debe ser muy a la medida de las obras, con un salón de actos, una cafetería y una sala de exposiciones de otros alumnos. He estado buscando un lugar apropiado, hay varios, unos son del Ayuntamiento, otros, no. Hemos localizado dos o tres buenos lugares, uno de ellos frente al mar, y estamos en ese punto en el que aún tenemos de decidir el emplazamiento.

¿En qué fase se encuentra el proyecto exactamente?

Bueno, yo adelanté una idea, pero, claro, el proyecto lo va a realizar el arquitecto municipal, seguramente, en colaboración conmigo. También les he regalado el proyecto de una gran ola de acero cortén, de unos diez metros, que instalarán en el puerto, con un desarrollo de unos siete metros. Ellos pagan el material y yo renuncio a mis honorarios. Me alegro mucho porque, a mi edad, hay un cierto retorno, al menos sentimental, a la infancia, y todo esto que estoy haciendo me complace enormemente. En Bermeo también están muy contentos y muy ilusionados.

¿Puede concretar cuál será el contenido de ese museo?

La serie Cosmogónica Vasca ya tiene veinticinco años. Son obras en roble, por ser la madera más nuestra. Al darme cuenta que habíamos heredado nuestra cultura en el euskera, que es un monumento cultural, me di cuenta que no habíamos heredado imágenes porque no hay una iconografía que, normalmente, se suele dar paralelamente a una lengua. Entonces, yo me preocupé de darle forma física a la palabra. Cayó en mis manos el Diccionario de Mitología Vasca, de Barandiaran. Allí hay un trasfondo temático tremendo e inmediatamente me lancé por ese camino. Algunos compañeros me decían: '¿Pero cómo te fías de la mitología?'. Pues sí porque habla de la formación de un pueblo, incluso antes del cristianismo. ¿Por qué no abrazar desde la modernidad lo que es lo más atávico de nuestro pueblo? Ahí están nuestros miedos, nuestras ilusiones y descubres que somos un pueblo pobre y ciertamente aislado de otras culturas mucho más fuertes que estaban alrededor de nosotros. Bueno, nos hemos mantenido y el País Vasco vive hasta el día de hoy. Es también un homenaje a esa capacidad de perdurar y de seguir viviendo. Estoy contento porque creo que soy el primero que traduce lo que era palabra en imágenes. Estoy orgulloso. Todo eso va a ir a Bermeo, en donde lo mimarán.

¿Y qué más?

Las Ilarriak y unas esculturas de hierro para el jardín. Además, también donaré dibujos de todos los trabajos preparativos de las dieciocho imágenes para que la gente vea el proceso que va de un pensamiento a convertirse en una obra de arte. Es indudable que este museo va a enriquecer el panorama cultural de Bermeo. Parece que es posible que se incluya dentro de un circuito que va a organizar el Museo Guggenheim.

¿Dónde se encuentran actualmente todas estas piezas?

En mi casa de Hondarribia. Esta casa la conseguí de balde para Oteiza. Vivíamos juntos en Irún y cuando aquello se llenó de camiones, vine a Hondarribia para buscar un lugar en el que Jorge se quedara conmigo. Encontré un caserío un poco derruido y pregunté de quién era. El propietario resultó ser Jaime Rodríguez Salís, el de los vinos. Entonces le dije a Jaime, que era muy amigo mío, que regalara el caserío a Oteiza, y aceptó. Fue un golpe tremendo. Fui corriendo a decírselo a Jorge y se emocionó un poco, pero me dijo que se iba a Navarra. Le pedí a Jaime que me dejara usarlo a mí, diez años después se lo compré, a un precio baratísimo, y estoy aquí feliz. Coincido con esta forma de vivir un poco enclaustrada.

¿Cómo ha sido el proceso de la selección de las obras?

Me interesaría que fuera una cosa muy didáctica, destinada a la gente y a las escuelas, para que sea un sitio vivo. En el documento sobre la donación, que aún no hemos firmado, está la serie al completo de Cosmogónica Vasca, con todos sus dibujos, y los originales de las piedras funerarias, porque he regalado cuatro al Museo Vasco de Bayona realizadas en madera. Al margen, las piezas en hierro de los exteriores ya no se sitúan en este tema sobre el origen de lo vasco, sino que son obras experimentales del año 60, que también me interesa que estén allí presentes. Las autoridades se comprometen a dedicar, una vez al año, unos días a la celebración de actividades como conciertos, exposiciones de otros artistas, etc... En fin, la vida que debe tener un museo porque suelen caer en el pecado de morirse pronto y después de los cuatro primeros meses, ya no va nadie. El Ayuntamiento se va a comprometer con bastante dinero y, luego, lo de siempre... tendrá que pedir por aquí y por allá.

Habla de que este museo debe situarse a medio camino entre el costumbrismo y el expresionismo.

Sí, buscamos el abrazo ideal entre la modernidad --soy un hombre moderno-- y esa metafísica primaria, que es la mitología. Se trata de recorrer muchos años y muchas experiencias. El compromiso está en lograr la presencia de una modernidad bien entendida y de lo arcaico.

¿Se considera un artista comprometido?

Sí, con el nacionalismo. Soy de familia nacionalista, mi padre fue diputado a Cortes y después miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales de la República. Por eso, mi casa fue ocupada durante treinta y siete años, y por eso también el exilio. No soy nada belicista ni violento, pero sí siento el nacionalismo como algo muy mío y muy profundo.

¿Afecta a las obras de un artista el hecho de vivir en un País Vasco en conflicto?

Te afecta a ti, pero no a la obra, que tiene una vida independiente. Hombre, al hacer la serie Cosmogónica hubo un plus de intencionalidad para afirmarnos en lo vasco, algo que no debería ser político, sino algo natural. Sin embargo, resulta ser algo político, comprometido y es un reto. Soy un hombre de paz, algo solitario. Es un poco defecto nuestro. Recuerdo que en el Grupo Gaur éramos unas personas que no nos tratábamos demasiado, no por una cuestión de antipatías, sino de carácter.

¿Qué opina de Chillida-Leku y del Museo de Alzuza dedicado a la obra de Jorge Oteiza?

No he estado todavía en Chillida-Leku y a Alzuza fui hace cuatro días. Creo que hay dos valores grandes, el del arquitecto y del escultor, pero no están consustanciados. Da la sensación de que Sainz de Oiza ha hecho un proyecto desconociendo totalmente lo que iba a exponerse. El continente no conocía el contenido. Allí sobran sitios, es una arquitectura muy expresionista, preciosa en sí misma, pero el pobre Jorge está disminuido. Te ponen un cubo de una madera negra, preciosa, de 1,40 metros de altura por 1,20, y encima, una esculturita de veinticinco centímetros. Creo que la arquitectura ha arrollado y aplastado a Oteiza y eso me parece un defecto. Un museo debe ser un lugar neutro donde los protagonistas sean la obra de arte y el espectador. Creo que todo lo demás sobra. Es también un poco lo que pasa con el Guggenheim. El museo debe ser neutro y gris, y un lugar en el que desaparezca la arquitectura.

(publicado el 21-12.2003 en El Diario Vasco de Donostia-San Sebastián)


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