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Montxo Armendáriz: «La vida no proporciona historias redondas, pero un novelista sí»; El cineasta navarro rebaja la riqueza literaria de Atxaga en su adaptación de Obabakoak (en Correo)

16/09/2005

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Oscar L Belategui/San Sebastián. San Sebastián inauguró ayer su 53ª edición con un villancico en euskera, para que luego acusen al festival de antivasco. La escena pertenece a 'Obaba', y puso la carne de gallina a un abarrotado Kursaal, que aplaudió sin lastimarse las palmas la adaptación de la novela de Bernardo Atxaga --una pieza emblemática de la moderna narrativa en euskera--, a cargo de Montxo Armendáriz, y que desde hoy puede verse en los cines españoles. Quizá funcionó la identificación en la única secuencia que concreta, gracias al idioma, el territorio de ancestrales ecos rurales y atávicos que es Obaba, sobre el que resuena, al menos en el libro, una determinada imagen de Euskadi.

Armendáriz, que ya ganó la Concha de Oro en 1990 con 'Las cartas de Alou', tuvo el honor de arrancar un Zinemaldia todavía traumatizado por la muerte de Robert Wise. La organización teme la resurrección del sambenito que se le adjudicó cuando los provectos premios Donostia salían en las necrológicas poco después de pisar La Concha. La retrospectiva a Wise se convierte así en el homenaje más inmediato jamás recibido por un cineasta: al día siguiente de su fallecimiento. El trago fue para la viuda y la hija, que, al parecer, recibieron la noticia mientras degustaban pintxos en el Ganbara.

A falta de estrellas, los cazadores de autógrafos apostados en el hotel María Cristina se contentaban ayer con los reporteros del 'Tomate', a la espera de un Gonzalo Miró que no aparecía. Pero el protagonismo fue para Armendáriz, que recordó cuando venía al festival con 19 años a lomos de una Lambretta para ver caras famosas. También zanjó la polémica a cuenta del estreno de 'Obaba' en el festival de Toronto. «San Sebastián sabía que estábamos seleccionados allí, pero no son festivales incompatibles. Toronto es el mayor mercado de cine a nivel mundial, se acude a comprar y vender. Hoy estamos aquí todo el equipo para apoyar a la película y a San Sebastián».

Armendáriz conoció a Bernardo Atxaga un año antes de que 'Obabakoak' obtuviera en 1989 el Nacional de Literatura y se tradujera a 24 idiomas. «Capté el espíritu que unía los relatos, en principio autónomos», explica el director navarro. «No sólo comulgaba con su mundo: quise trasladar la reflexión sobre la creación literaria al oficio de cineasta». La mayor complejidad residía en trasladar en imágenes «un montón de historias que aparecían y desaparecían con un reparto coral: existía el peligro de la dispersión, de la ausencia de clima para enganchar al espectador».

-Tiene en Atxaga a un espectador agradecido.

-Ha sido muy generoso. Me dijo que la película me pertenecía, que se desentendía de ella. No tuvo inconveniente en que me inventara personajes. Le vi salir de la primera proyección y respiré.

DESARRAIGO Y VIOLENCIA

Los lectores de Atxaga confirmarán sin embargo los temores del director: sabe a poco este Obaba comparado con el vasto imaginario del original. El filme elige tres relatos del libro y los intercala con el viaje de iniciación de una estudiante de cine (Barbara Lennie). Armada con una cámara de vídeo, la protagonista elige el recóndito pueblo de Obaba como escenario de una práctica para la escuela. Pretende capturar una geografía y unos habitantes que se muestran tan escurridizos como los lagartos que cuidan los lugareños.

Es una audaz estrategia de guión --el personaje no existe en la novela--, que le permite a Armendáriz saltar en el tiempo para contarnos la historia de unas gentes que cuentan las curvas de la carretera, creen que los lagartos se meten en la cabeza de las personas y hablan con hermanos imaginarios. A un paso del realismo mágico, aunque el mundo rural de 'Obaba' remita a los filmes más celebrados de su autor, 'Tasio' y 'Secretos del corazón': aquí también hay pupitres de escuela franquista y ríos que arrastran inquinas familiares.

-Obaba es un territorio mítico y a la vez real.

-Obaba es un reflejo del mundo real, donde se habla de la condición humana: soledad, amor, deseo, desarraigo, pulsiones reprimidas, desarraigo, violencia, la no aceptación del otro...

-Pero no le gusta lo de 'realismo mágico'...

-Prefiero definirlo como el recuerdo imaginado de lo vivido. Nos pasamos la vida tratando de recuperar nuestros recuerdos, pero no nos damos cuenta de que vuelven distorsionados. Por eso los habitantes de Obaba cuentan en curvas en vez de en kilómetros.

-De nuevo filma sentimientos con pudor y contención.

-Mi sobriedad es una decisión ética. Y esa ética del cine reside en la forma en cómo lo cuento, no en lo que cuento. Mis ideas y simpatías jamás las he ocultado, pero detrás de la cámara procuro ser discreto. El espectador ha de ser quien tome la decisión; yo sólo le ayudo a buscarla, doy claves para que tenga la opción de elegir. Luego dicen que no me mojo, pero me disgustan las películas que me dicen quién es el bueno y quién el malo.

«RIESGO DE FILMAR»

Armendáriz no realiza una adaptación canónica de 'Obabakoak': consigue unir el universo literario de Atxaga con sus ficciones narrativas. No ha conservado el idioma original del texto --«no sé euskera, no tendría sentido»--, aunque se exhiba en las salas una copia en lengua vasca. Regresa a ese territorio de la infancia que tanto ha frecuentado: «No sé por qué aparece tanto niño en mi cine, quizá deba ir al psicólogo. La niñez nos marca: yo recuerdo olores y sabores de crío, calles y plazas donde descubres la vida, pero no me acuerdo de muchas sensaciones de adulto».

-¿Usted lo pasa tan mal como la protagonista cuando rueda?

-Mucho. Sobre todo cuando escribo guiones en soledad. Después, en los rodajes, ya estás acompañado. Pero me gusta ese riesgo de filmar: no saber si saldrá el sol, cómo va a estar un actor... Adoro no conocer el resultado final.
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-«Cualquier sitio es bueno para vivir si se está a gusto», dice un personaje de 'Obaba'.

-Hago mía esa frase. Todo lo que nos rodea nos afecta, pero es el individuo el que toma decisiones. Creemos que aquello que no conocemos es mejor para vivir que nuestra tierra, pero el problema lo tenemos nosotros, no viene de fuera. La vida no proporciona historias redondas, pero un novelista sí.


BERNARDO ATXAGA:
«La mestra que yo veo en el filme es la de Obaba»


[«El escritor no es dueño de todo el sentido de la obra», dice Bernardo Atxaga, que aplaude la adaptación de su libro al cine]

Cristina Torres/San Sebastián. Bernardo Atxaga aplaude la adaptación al cine que el cineasta Montxo Armendariz ha realizado de su novela 'Obabakoak'.

-¿No le da miedo que el filme pierda el mundo ideal que era Obaba en el libro?

-No me parece que se haya perdido, porque realmente la maestra que yo veo en la película es la de Obaba. El ingeniero alemán, también. Para mí es como si hubiesen cobrado una configuración, una materia y un cuerpo. Me ha parecido que no era diferente la imagen del libro. En este caso, se condensa, se acerca, se aproxima. No me he dicho a mí mismo 'esto no es lo que pensaba'. Los personajes no pertenecen solo al autor y el escritor no es dueño de todo el sentido de la obra.

-¿Coincide con Armendariz cuando dice que los temas principales de su novela son incomunicación, soledad, identidad, violencia?

-La soledad y la falta de amor es un tema de prácticamente todos los personajes. Yo añadiría, quizás, el más invisible, pero el que está presente en todas las historias, que es el de la extranjería. Es extranjera al lugar la persona que va a hacer el reportaje, el ingeniero alemán, la maestra....

-¿Qué le parece que se haya creado un nuevo personaje?

-Literalmente no se puede llevar al cine ningún libro. Eso sería una locura creativa. Hay que buscar en el otro lenguaje una lectura de ese libro, pero ahí está el proceso de traducción. Hay un resumen, y en ocasiones he puesto el ejemplo del espejo de la catedral de Norwich, en Inglaterra. A pesar de su pequeño tamaño puede verse en él la catedral entera. Hay esa necesidad de resumen, de reducción, pero significativa. Es imposible ser literal y ese personaje da mucho juego y resume muy bien.

CRÍTICA y ALMACÉN

-¿Cree que el espectador puede aportar una visión nueva o una mirada diferente a su obra?

-Hay lo que se llama la censura creativa, que es la que establece el público ante algo que está sucediendo. Yo lo noté mucho en el teatro. El público te censura, pero tú la aplicas en el sentido creativo. Y creo que eso les pasa a todos los escritores. Tu vas oyendo comentarios, constantemente. También es la parte más dura de nuestra profesión: estás siempre sometido a juicio. Y como algunas opiniones están muy bien dichas y pensadas, lo asumes y forma parte de tu almacén para el futuro. Así ha sido con Obaba, con las diferentes lecturas. Hasta ahora he tenido mucha respuesta y comentarios de diferentes lugares, por ejemplo, cómo se entiende un libro en Italia, en Alemania. Ahora, para mí es un misterio qué pasará, porque me ha sorprendido la dimensión del cine. Es muy impresionante. Cuando he llegado hoy al Kursaal y he visto todos los periodistas...Yo no sé qué va a venir del eco a partir de ahora.

-¿Y le gusta el efecto multiplicador del cine?

-Yo ya no lo vivo como hace 30 años. Para bien o para mal, el tiempo pasa y uno se deja influir cada vez menos por los acontecimientos exteriores.

-Antes de Armendariz hubo otros intentos de llevar sus novelas al cine.

-'El hombre solo' ha sido una novela con muchos intentos, desde Urbizu, hasta un contacto que no puedo decir, desde Hollywood, que no llegó a buen término. Y tengo mis deseos. Y ojalá que Enrique Urbizu haga una película con mis libros, porque en muchos momentos de su carrera lo ha deseado y no ha acabado de poder.


Crítica: TERRITORIO FAMILIAR

Por Anton Merikaetxebarria

La suave melancolía que destila el personaje de la maestra de un recóndito pueblecito, interpretada con sutil encanto por la sensible actriz Pilar López de Ayala, es lo más valioso de 'Obaba': ambicioso nuevo esfuerzo creativo del cineasta navarro Montxo Armendáriz, en el que se cuentan tres historias que se entrecruzan en el tiempo, a través del cual asistimos a los avatares que rodean las vidas de un montón de variopintos personajes, cuyo punto de arranque es la llegada a dicho lugar de una muchacha que, cámara de vídeo en ristre, se dispone a captar la escurridiza realidad de su mundo y de sus gentes. Nada más empezar la película, nos damos cuenta de que estamos en un terreno cinematográfico conocido. Un espacio fílmico familiar, propio de su realizador: los tenues personajes, el tono agridulce, el suave tratamiento del paisaje, las emociones soterradas, una sensibilidad a flor de piel y el siempre doloroso paso del tiempo. Esta sensación de 'déjà vu', que se mantiene durante toda la duración del filme, no produce, sin embargo, desagrado, ni indiferencia.

Porque Montxo Armendáriz sabe muy bien con qué materiales está trabajando y los combina a su manera, con una estética visual (secundado por los aquilatados fotogramas del singular camarógrafo donostiarra Javier Aguirresarobe: un maestro) en la que se pueden detectar fragmentos de ideas, situaciones y personajes reconocibles de otras películas del autor de 'Tasio'. El resultado final de 'Obaba' es una cinta puntillosamente realizada, construida con el maniático cuidado de un barquito embotellado. En pocas palabras, una película de cuerpo frío y corazón caliente, que gusta pero no entusiasma, ya que se echa en falta un estudio en profundidad de la inteligente aplicación de las relaciones que el cine es capaz de establecer, tanto con la fantasía como con la realidad. Por no hablar del divorcio que existe casi siempre entre el mundo literario y el cinematográfico.

Un filme, en suma, que de alguna manera nos recuerda la forma de desplazarse de los lagartos, que surgen de tanto en cuanto a lo largo de la proyección, que avanzan siempre de lado. De ahí que la intensidad emocional y la capacidad de recrear la soledad, el amor y el desamor, las pequeñas alegrías y tristezas de los distintos personajes, queden como atrapadas en un desolado desierto helado. Esas cosas a que nos tiene acostumbrados un cineasta tan estimable como Montxo Armendáriz.

(publicado el 16-09-2005 en El Correo)


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