Joseba Etxarri. Nacida en Macachín en el seno de la extensa familia Mujica, seguro que su bisabuelo bergararra contemplaría con una gran sonrisa de satisfacción las actividades de Manuela --a quien sus amigos llaman Manu-- y las del clan entero al que pertenece, en el que en plena Pampa lo vasco sigue significando, a pesar de las generaciones transcurridas, un profundo e íntimo sentimiento y un valor troncal a seguir transmitiendo. Manu acaba de volver de Estados Unidos tras dos semanas en Salt Lake City como monitora ayudante en el Udaleku (campamento de verano) que este año organizó el Basque Club of Utah, con más de ochenta niños y jóvenes vasco-norteamericanos participantes y un extraordinario equipo local de voluntarios en el que se ha insertado la propia joven vasco-argentina. Con los ecos de su experiencia y el jet-lag aún en el cuerpo --tres horas, más el cambio del verano estadounidense al pleno invierno argentino-- la joven pampeana se ha incorporado nada más volver al 5º de Secundaria que estudia, puesto que, agotado por ella el receso de invierno en EEUU, el curso escolar no perdona.
¿Primera vez fuera de Argentina o en Estados Unidos?
-He viajado a Europa y recorrí buena parte del País Vasco, pero nunca había salido del país para hacer algo así. Mi mamá sabía del Udaleku en Salt Lake City y hablando con unos amigos que lo conocían me inscribió como ayudante, porque la actividad en sí es para chicos de 10 a 15 años y yo sobrepasaba la edad. Tuve la inmensa suerte de que me seleccionaran. Al principio no me lo podía creer e inicialmente tuve algún temor porque mi inglés no es perfecto, pero con la ayuda cuando hizo falta del castellano y del euskera pude comunicarme bastante bien. Mi función allá ha sido ayudar y apoyar a los participantes de menor edad. Y, la verdad, la estadía me ha servido para conocer por dentro el Udaleku, su organización y su didáctica, que me ha parecido muy interesante. Jamás me hubiera imaginado ese grado de organización, poder acoger a más de ochenta jóvenes, la dedicación de los monitores, la implicación de las familias vascas locales... Supone un esfuerzo muy grande, aunque los resultados no se quedan atrás.
¿Cómo presentarías el Udaleku de NABO a quien que no lo conozca?
-Es un campamento de verano que en Estados Unidos cada año organiza una euskal etxea diferente de NABO, la federación norteamericana de centros vascos. Su objetivo es mostrar y hacer vivir por unos días la cultura y las tradiciones vascas a los más jóvenes. Supone una oportunidad de divertirse y al mismo tiempo aprender. Los participantes se integran en grupos que llevan los nombres de las siete provincias. Hay clases diarias, cinco de ellas para todos: euskera, cultura, txistu, dantza y mus; y otras optativas, como cocina, deportes, dantza II, txistu II, fotografía, mural... siempre aplicadas o ligadas de una manera u otra a la cultura vasca. Se cultiva lo lúdico, lo artístico, se pasa bien y se aprende y todo ello con unas ganas y un entusiasmo compartido. Un detalle es que no se reside juntos en un campamento, sino que los participantes residen en casas de familias vascas del lugar, que te "adoptan" para todo el Udaleku y te dejan diariamente y te pasan a recoger a las instalaciones donde tiene lugar. En mi caso me tocó estar con Pilar, una criminalista nacida en Salt Lake que es también la txistulari del grupo dantzari local y que era una de las profesoras de txistu. No tengo más que palabras de agradecimiento. Pude comprobar la fuerza del nexo y la solidaridad vasca; ella estadounidense y yo argentina, allí solo éramos dos vascas. Me hicieron sentir como en casa.
¿Cuál era, por ejemplo, el plan de un día cualquiera?
-Levantarse a las seis y media o siete, desayuno y cada mañana tres clases obligatorias, de las del primer grupo, que variaban; después el almuerzo y varias clases más, de las obligadas y de las libres. Cada clase tiene su instructor, menos la de txistu que tenía tres, según los diferentes niveles. Los fines de semana y días especiales había salidas y visitas, por ejemplo a parques acuáticos, excursiones... En todo momento había muchos voluntarios ayudando; un equipo de cocineros del club vasco se ocupaba diariamente de prepararnos la comida alternando el estilo vasco con comidas más yanquis... Además de la buena organización, me quedo con la calidad de la gente, su amabilidad, estaban todo el tiempo para uno.
Has participado en alguna ocasión en el Udaleku que en Argentina ha organizado en los últimos años el Centro Vasco de Chascomús. ¿Similitudes y diferencias?
-Similitudes, que se persiguen los mismos objetivos pero, al menos el año en que participé en Chascomús, los participantes son muchos menos y no pueden hacerse las mismas cosas. En el modelo argentino no hay clases, es una manera diferente de aprender.
¿Has traído ideas?
-Pienso que algo de lo que he visto se podría aplicar acá. Hay muchos chicos en toda la Argentina que agradecerían un emprendimiento así. Yo me pongo a disposición de quien quiera escucharme. Hay muchas cosas. Por ejemplo, otro detalle, creo que interesante, es que el Udaleku finaliza con una función, una presentación que preparan por grupos los participantes a lo largo del campamento y se representa el día de la clausura, con los padres presentes, con bailes, esqueches, cantos y presentaciones varias. Los chicos se esfuerzan por enseñar lo que han aprendido y los padres y las familias presentes se enorgullecen de los progresos realizados por su hijo, su hermano o su nieto o nieta. Udaleku cumple bien su función de semillero de NABO, de tal manera que una buena parte de los dirigentes de mediana edad de la federación son hombres y mujeres que siendo niños han pasado por Udaleku y así lo cuentan con orgullo.