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Maite Agirre, una Celestina vasca en Mozambique. La actriz y directora teatral Maite Agirre acaba de regresar de Mozambique, donde ha montado 'La Celestina' en una particular versión aderezada con trikitixa y ritmos africanos (en Gara)

07/09/2004

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Maite Agirre acaba de regresar de Mozambique, donde Agerre Teatroa ha llevado a cabo un montaje de «La Celestina» con actores y actrices de allí. En clave contemporánea y con música que mezcla trikitixa y pandero con instrumentos de percusión africanos, el Africa Bar de Maputo acogió los días 27 y 28 de agosto este original montaje. Desde hace cuatro años se celebra en Maputo, no sin dificultad, el Festival de Teatro de Agosto, en el que compañías de diferentes partes del mundo muestran sus espectáculos de música, danza y teatro. Este año, la compañía vasca Agerre Teatroa fue invitada a realizar un workshop o taller de teatro con actores y actrices mozambiqueños. Aunque en principio la idea era montar “Los niños no pueden hacer nada por los muertos”, un texto de Alfonso Armada sobre la emigración que les había reportado varios premios, varias personas conocedoras de la situación les hicieron ver que el texto, muy simbólico, quizá no se entendiera bien allí. Maite Agirre, directora y actriz principal de la compañía, optó entonces por “La Celestina”, un clásico con el que lleva trabajando un tiempo.

«Lo primero que hice fue traducir al portugués el texto original, para que los actores de allí se ubicaran. El personaje de la Celestina es universal y en Mozambique, además, lo de los matrimonios amañados es una realidad. Así que la historia no les pilla lejos».

En el auditorio de la Escuela Portuguesa, con 11 actores, 5 actrices y dos músicos por parte mozambiqueña, y un músico, una técnica de luz y sonido, y la propia Maite Agirre por parte vasca, permanecieron diez días montando el espectáculo. Toda una experiencia. Los diez días de convivencia crearon, además, lazos fuertes de amistad y la despedida les ha dejado un poso triste.

«Cuando llevas mucho tiempo haciendo teatro te empiezas a preguntar para qué haces esto, porque a veces cuando vas por ahí intentando vender tus espectáculos te sientes como una tienda, como un escaparate, a la espera de que alguien te compre el producto y acabas por no verle el sentido a esto. Pero cuando tienes oportunidad de vivir una experiencia como la de Maputo, de compartir escenario con gente de otras culturas, de intercambiar trabajo y convivir con ellos, todo adquiere sentido».

Esta «intensa» experiencia se inició con el trabajo a fondo del texto para que los actores lo llevaran a su terreno. Maite, encarnando a la Celestina, recitaba en castellano, mientras que el resto de actores se expresaban en portugués.

«Allí son muy rápidos, en cuanto aprendían el texto inmediatamente lo personalizaban y lo contextualizaban a su realidad social de manera asombrosa ­recuerda Agirre­. Para ellos, dirigirse al público directamente narrándole lo que iba a suceder, entrando en la historia y después volviendo a salir, era una cosa novedosa que les interesó mucho». Pero el teatro en Mozambique no es nada novedoso. «Les gusta mucho y lo utilizan para muchas cosas. Es un teatro muy espontáneo y los mozambiqueños tienen fama de ser actores natos».

La intención de Maite Agirre cuando aterrizó en Maputo no era «ni enseñar, ni aprender, sino compartir una experiencia». Pero aprendió muchas cosas. «A nivel de interpretación, cuando te encuentras con actores con esa frescura, te renuevas. Es una experiencia que la vives allí intensamente; el poso que deje se verá con el tiempo», señala la actriz.

Ilusiones y sustos

“Celestina, puta velha casamenteira” fue representado los días 27 y 28 de agosto en el Africa Bar de Maputo. «Nosotros fuimos sin escenografía y les dijimos que sólo necesitaríamos unos elementos básicos para escenificar una taberna. Y ellos pensaron que lo más lógico era hacerlo en un bar».

El Africa Bar es un local emblemático de la capital, donde se hacen habitualmente actuaciones de música y danza. La desilusión de Agerre Teatroa fue ver que se cobraba entrada. «En Mozambique todos los lugares en los que se paga una entrada ya son elitistas. Eso nos apenó porque una vez que te vas hasta allí quieres llegar al máximo posible de gente». Para paliarlo, al día siguiente se marcharon a la playa con la trikitixa y los panderos, donde rápidamente fueron rodeados por los pescadores y las gentes del lugar con los que montaron una fiesta popular.

La cara oscura del país la conocieron de regreso al teatro. «Había anochecido y aunque nos habían insistido en que de noche no paseáramos solos, estábamos algo eufóricos y nos confiamos. Y claro, nos atracaron», explica. Fue un gran susto que se saldó con dos pequeñas heridas por arma blanca y el robo de un pasaporte y dinero. «Es una realidad donde hay mucha miseria y mucha pobreza y te expones a eso. Ya nos lo dijo un cooperante el día de nuestra llegada cuando nos vio cenando: comed, sino Africa os comerá a vosotros», añade.

(publicado el 07-09-2004 en Gara)


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