(Firman el artículo P. Idoyaga, R. Zallo, L.M. Bandrés, J. Hernández, B. Bakaikoa, I. Lasagabaster y J.G. Olaskoaga, profesores de la UPV y miembros de Elkarbide)<br><br>
Nuestra Universidad pública acaba de elegir a Ignacio Pérez Iglesias como nuevo rector. Ha terminado así un proceso que se abrió con siete candidaturas para ocupar esa institución universitaria. Creemos que ha sido muy positivo que esas siete candidaturas, con perfiles muy distintos entre sí, hayan sido capaces de expresar sus desacuerdos y defender espacios de acuerdo y convergencia, en un clima de mutuo reconocimiento. Al menos en algunas de esas siete candidaturas existían claros reflejos de la política vasca, incluso de lo que en la política vasca ocupa posiciones muy confrontadas y sin ninguna capacidad de escucharse. Pero en la campaña para rector de la UPV todas las candidaturas han compartido mesas de debate y encuentros diversos y todas ellas compartieron ante el claustro su presencia, su dolor y su protesta ante los atentados del 11-M. Todo esto nos parece positivo. Es un capital que la UPV y su nuevo equipo rectoral tienen para sí mismos, pero también para enseñárselo a la sociedad. Desde ese punto de partida queremos plantear algunas reflexiones a nuestro nuevo rector. Lo hacemos como profesores miembros de Elkarbide, una iniciativa universitaria para el diálogo en el conflicto vasco, que agrupa a más de 400 profesoras y profesores universitarios.<br><br>
Aún es pronto para afirmar que el 11-M y el resultado de las elecciones generales hayan cambiado el escenario para el futuro de este conflicto. Sin embargo, es tiempo de esperanza. Al menos se ha desalojado del Gobierno español a un partido que practicaba activamente el boicot de Estado contra cualquier forma de diálogo, la criminalización política de las disidencias y la reacción represiva --policial y judicial-- contra el reconocimiento de la ciudadanía vasca como sujeto capaz de decidir su modelo de administración y de relaciones con España y Europa.<br><br>
Tiempo de esperanza, pues. Pero no debemos olvidar que siguen alzados sólidos muros contra la paz y el diálogo. Ser dirigente o representante del PSOE (el partido con más votos si sumamos Nafarroa y la Comunidad Autónoma Vasca) y del PP sigue significando estar amenazado de muerte. Ser de Batasuna sigue significando ilegalización y amenaza de cárcel. Los que deberían convertirse en espacios de humanización del conflicto --las víctimas y sus familiares, los presos y los suyos-- siguen estando sometidos a la máxima tensión. En lugar de ayudar a comprender las raíces e iluminar posibles (y plurales) soluciones al conflicto vasco, bastantes medios de comunicación son, más bien, parte activa del mismo. Y, en la propia sociedad, el 'no al perdón' sigue teniendo una fuerza importante, aunque no sea, por fortuna, mayoritaria.<br><br>
Mientras estos muros sigan alzados será difícil que un diálogo sin condiciones abra el camino a una negociación de soluciones políticas para el conflicto de Euskal Herria; será difícil que el actual tiempo de esperanza dé paso a una realidad de paz, democracia no deficitaria y pluralidad compartida. Pero ése es, ahora, el reto, y la UPV no puede estar al margen del mismo. Debe empeñar en esa función actividades de investigación, tareas de magisterio público ante la sociedad y, en lo que sea necesario, labores de mediación entre agentes del escenario político y social. Ese compromiso será el que, también en este campo, la convierta en un referente ante la sociedad y ante el propio sistema político. Pero es razonable añadir que para andar ese camino la UPV debe echar por la borda los lastres que en su propio interior ha generado el conflicto vasco, en muchos casos como fotocopias de las situaciones más exacerbadas que se viven en nuestra sociedad, es decir, de aquéllas en las que las situaciones de violencia han tomado protagonismo.<br><br>
Es imprescindible que todas aquellas personas de la UPV que tienen sus vidas amenazadas por ETA sientan el compromiso de su defensa y el aliento de la solidaridad de su comunidad universitaria, y que nunca jamás el silencio --menos aún el desprecio-- se sumen a una situación tan absolutamente insoportable como inaceptable.<br><br>
Es imprescindible que los estudiantes universitarios que están en las cárceles, a muchos de los cuales el Gobierno del PP arrebató el derecho mismo a estudiar, estimen la UPV como su casa, una casa que defiende con todas su fuerzas y todos sus recursos el derecho y el deseo de tenerles y atenderles en su interior.<br><br>
La defensa de ambos objetivos debe incluir un comportamiento abierto, público y claro de toda nuestra comunidad, desde las aulas hasta las actividades públicas, pasando por los centros y los departamentos. Es evidente que eso exige, en primer lugar, que se paralicen y desaparezcan definitivamente las políticas de hostigamiento que en esos temas se generan desde algunos sectores de la propia universidad. Pero en ambos casos hace falta que la primera máquina de este convoy, el rector y el gobierno universitario, tiren del mismo de manera visible, potente y constante.<br><br>
Consideramos, también, que la comunidad universitaria no debe admitir ninguna instrumentación sectaria del conflicto político vasco en la vida académica de la UPV. Desgraciadamente los ha habido en el pasado más cercano y su efecto ha sido demoledor para la propia actividad académica. En este terreno en particular, el nuevo rector puede encabezar un movimiento de autoestima de la convivencia académica y de respeto a la diversidad ideológica, como una condición indispensable para la producción de conocimiento y cultura.<br><br>
Hay otros campos en los que la sociedad vasca debería encontrar en la Universidad pública referencias de solución a cuestiones vinculadas, en mayor o menor medida, con el conflicto político. La normalización en el uso del euskera es una de ellas; una cuestión, además, sobre la cual el objetivo debería ser sacarla fuera de toda instrumentación partidista y toda confrontación política. Pero ¿cómo va a estar normalizada una lengua que tiene todavía un déficit tan notable en su uso en los campos del conocimiento, de la ciencia y de la cultura? Ése es un terreno en el que la Universidad es la principal responsable y en la que debe ser un espejo donde toda la sociedad pueda mirarse. Un espejo en el que el euskera ha dejado de ser problema en cualquier sentido, porque se ha convertido en común tesoro comunicativo y cultural.<br><br>
El nuevo rector es, sin duda, una institución determinante para que la UPV experimente en su interior e irradie a la sociedad un movimiento de renovación democrática basada en la construcción de unos valores comunes desde los que todos los proyectos, todas las ideas y todas las personas sean respetadas. Estamos seguros de que si nuestro rector, José Ignacio Pérez, se pone al frente de esta iniciativa renovadora, la mayor parte de la UPV se sumará a ella y se generarán nuevas dinámicas activas y participativas. Desde luego, tiene en quienes conformamos Elkarbide todo el compromiso para ello.