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La lengua de San Francisco Javier

03/12/2002

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El articulista, sacerdote y escritor, trata en estas líneas sobre la lengua natural o materna del santo, del que afirma pronunció sus primeras y últimas palabras en euskera, lengua predominante en su familia, al ser el santo hijo de padres euskaldunes, de nacimiento o procedencia bajonavarra y baztanesa. Pasa asimismo revista al entorno familiar del misionero euskaldun, en su Navarra natal, en una época en que el viejo reino vascón, hacía poco invadido y sometido por las tropas castellanas, pugnaba por recuperar su independencia, destacando en esa lucha, entre otras familias, la del propio Javier, sus hermanos y primos, que llegarían a caer prisioneros de Fernando El Católico, y el castillo de Javier, 'un nido de patriotas' navarros.

Por Manuel de Unciti<br><br>

Las primeras y las últimas palabras que salieron de los labios de Francisco de Xabier fueron dichas en euskera. Las primeras, porque el futuro 'Apóstol de las Indias y del Japón' vivió su cuna, su infancia, su adolescencia y su primera juventud --hasta los 19 años-- en un medio familiar y social que se expresaba habitualmente en lengua vasca. Las postreras también fueron dichas en la lengua de los vascos porque, según testimonio del chino Antonio --que acompañó a Xabier en su agonía y hasta la expiración del último suspiro-- el «santo Padre Francisco» como que hablaba con Dios, fijos los ojos en el cielo, en una lengua que él, 'Antonio China', no acertó a comprender. Traductor de las catequesis y sermones de Xabier durante muchos años, entendía cumplidamente el latín, el español y el portugués en que solía expresarse y escribir el padre Francisco; en esta ocasión, sin embargo, de los días finales de noviembre y primeros de diciembre de 1552, durante los que Xabier moría en la isla de Sancián, el chino Antonio pudo comprender muy bien lo que el padre rezaba en latín y castellano, pero no lo que decía en una lengua que a él le resultaba incomprensible. El jesuita padre Alessandro Valignano, que sucedió como superior religioso a San Francisco de Xabier, da cuenta de la conversación que mantuvo en Macao entre 1578 y 1579 con el propio 'Antonio China'. Como historiador que era, Valignano se interesó por los recuerdos que Antonio conservaba de los últimos días de Xabier; y, al llegar al paso de esa lengua que Antonio no entendía, escribe: «Por lo que yo le oí, nos parece que habló en su lengua natural», esto es, materna.<br><br>

Esa su lengua 'natural' de Francisco de Xabier era, sin la menor duda, el euskera. Lo afirma el mismísimo Xabier cuando da cuenta de su apostolado misionero entre los 'paravas' de la Pesquería. Se consagró a la evangelización de estos explotados pescadores de perlas de octubre de 1542 a septiembre de 1543. Casi un año completo. Desde hacía cuatro o cinco años, muchos de los 'paravas' habían sido bautizados por los portugueses o, más concretamente, por los capellanes de la flota portuguesa. Pero nada sabían del Evangelio de Jesús. Ni siquiera habían tenido oportunidad de aprender las oraciones cristianas más elementales. Xabier, decidido a corregir esta deficiencia, se había hecho acompañar por tres seminaristas de origen 'parava', alumnos del Colegio de San Pablo en Goa. Los tres estaban ya ordenados de diáconos y podían considerar este viaje apostólico como la última mano en su preparación para el sacerdocio. Cuenta Xabier que le servían de traductores e intérpretes. Y comenta que los 'paravas' no le entendían a él «por ser su lengua malavar y mía bizcaína».<br><br>

Decía bien. Su madre, doña María de Azpilcueta y Aznárez o Aznar, era natural del Baztán, región vascoparlante en aquel entonces de finales del siglo XV y comienzos del XVI, al igual --pero más-- que lo es hoy. Era hija del Camarero del Rey, Martín de Azpilcueta. Por línea materna se decía emparentada con los monarcas pirenaicos. Para sus bodas con el doctor Juan de Jassu y Atondo llevó como dote el castillo de Xabier y, tras la muerte de su padre, el palacio de Azpilcuelta. El doctor Juan de Jassu, por su parte, era natural de Pamplona, pero su progenitor, de nombre Arnalt Périz, y todos sus antepasados habían nacido, «infanzones e hidalgos» en el caserío Echeberri, en la localidad de Jassu, en la Baja Navarra, donde se hablaba --y se habla-- el euskera. El doctor Juan lo era en Leyes y nada menos que por la muy famosa Universidad de Bolonia. Miembro del Real Consejo de Navarra, llegó a ser presidente de este alto organismo, embajador en misiones especiales ante algunas Cortes europeas y Real Maestre de Finanzas. A él le correspondió tomar el juramento de fidelidad a los tres Estados del Reino en la solemne coronación de los últimos reyes, Catalina, hija de Juan II, rey de Aragón y de Navarra, y el magnate francés Juan d'Albret. A él, personalmente y por razones de Estado, le habría gustado más que la princesa Catalina, de sólo 13 años, se hubiera casado con el príncipe español hijo de Fernando el Católico. Comisionado por las Cortes de Navarra para que Catalina aceptara este plan, se había personado, junto con el protonotario Baquedano, en la residencia regia de Béarn, en el Castillo de Esgoarrabaque. Fracasó la misión. La reina madre, Leonor, convenció a su hija de que se uniera en matrimonio con el D'Albret.<br><br>

De padres euskaldunes y vascoparlantes, Francisco --o Francés, como también se le llamaba-- vino a este mundo el 7 de abril de 1506. Era el benjamín. Le habían precedido dos hembras y dos varones. Magdalena, la primogénita, no conoció nunca al pequeño de la familia. Había sido por algún tiempo dama de honor de la reina Isabel de Castilla; luego, dos años antes de nacer Francisco, había ingresado en el monasterio de clarisas de la Estrecha Observancia, en Gandía. Llegó a ser abadesa de la comunidad. Se dice, y con suficientes testimonios, que escribió a Miguel, el hijo varón mayor de la familia, nuevo señor del Castillo de Xabier, para disuadirle de obligar a Francisco a regresar de París a la casa paterna. Miguel, en efecto, se veía muy apurado de dinero y lleno de pleitos por todas partes. Francisco, por su parte, no se privaba de nada en la Universidad de la Sorbona. La abadesa Magdalena intercedió a favor de Francisco. Algo en su corazón le decía que su hermano menor llegaría a ser «un gran servidor de Dios y una de las columnas de su Iglesia».<br><br>

La infancia y adolescencia de Francisco de Xabier en el castillo de su nombre, con su hermana Ana y sus hermanos Miguel y Juan, estuvo rodeada de parientes, amigos y criados que se expresaban ordinariamente en euskera o, mejor aún, tanto en euskera como en castellano. Francisco fue educado en un claro bilingüismo, aunque dando prioridad en sus años más infantiles, como es natural, a la lengua nativa de sus padres. El castillo quedaba, en efecto, dentro de un territorio de habla castellana. En toda la cuenca del río Aragón y hasta Tudela, así como en las vecinas poblaciones romanas de Lumbier y de Liédena, se hablaba «el romance»; y no menos de once pueblos se integraban en el conjunto poblacional conocido como «el romanzado», donde abundaban, todavía en los días de Xabier, numerosos vestigios de la pasada dominación romana. La madre de Francisco, doña María, valga por caso, redactaba sus cartas en castellano.<br><br>

El momento era por demás dramático. El viejo reino había perdido su independencia. Fernando el Católico, rey de Aragón y regente de Castilla, reclamaba el título de rey de Navarra. El doctor Juan de Jassu siguía siendo miembro del Consejo Real, aunque era depuesto de la presidencia del mismo. Angustiado por la situación, moría un 16 de octubre de este mismo 1515. Miguel, el mayor de sus hijos varones, pasaba a ser el nuevo señor de Xabier, y, además y sobre todo, junto con su belicoso hermano Juan, un importantísimo cabecilla de la rebelión independentista de Navarra frente a la invasión española. El Castillo de Xabier, un nido de patriotas. También lo era el Castillo de Azpilcueta, cuna de la familia de la madre de Francisco de Xabier, «la triste doña María».<br><br>

Su benjamín contaba a la sazón nueve años y medio y ya podía seguir de cerca los preparativos para la sublevación. Se produjo ésta al comienzo de la Semana Santa de 1516, luego de que muriera el Rey Católico y ocupara la Regencia Cisneros. La rebelión fue un fracaso total. Varios primos y parientes de Francisco cayeron prisioneros. El regente ordenó la destrucción de 21 castillos de Navarra, a comenzar por el de Xabier «por haber sido lugar de reunión de los conjurados».<br><br>

Un nuevo intento de recuperar la independencia de Navarra tiene lugar en 1521. Toman parte activa en la sublevación, como es lógico, Miguel y Juan. Pero se produce un definitivo fracaso. Los dos hermanos de Xabier, con 800 soldados franceses y algunos patriotas navarros, se hicieron fuertes en el castillo de Fuenterrabía. Frente a ellos, 10.000 soldados del emperador. Excluidos de una primera amnistía promulgada por Carlos V y condenados a muerte, acabaron por capitular luego de unas difíciles negociaciones sobre su perdón total y sobre la devolución de todos sus bienes y honores. Los patriotas navarros juraron fidelidad al emperador. Miguel y Juan, con otros nobles, ante el Consejo Real de Burgos el 29 de abril de 1524. Luego se volvieron al Castillo de Xabier. Encontraron a su hermano Francisco hecho un hombre. Tenía ya 18 años.<br><br>

En el otoño del año siguiente, Francisco se despediría de su madre y de sus hermanos. Viajaría a París. Era su primer viaje importante. El primero de una larga e intensa serie que le llevaría por los cinco continentes. Como evangelizador recorrió por tierra y mar durante diez años y medio más de 70.000 kilómetros. Habría podido dar con ellos dos veces la vuelta al mundo. O poco menos. A la edad de 46 --hace ahora 450 años-- murió, con la sola compañía de 'Antonio China', en la isla de Sancián, a tres leguas de la costa de China. Murió musitando jaculatorias en euskera. Porque la suya natural era la lengua vizcaína. Las primeras y las últimas palabras que salieron de los labios de Francisco de Xabier fueron dichas en euskera.



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