La euskal etxea Hiru Erreka de Tres Arroyos (Argentina) reconoce el aporte de cuatro convecinos tresarroyenses

José Alberto Oñatibia, repartidor de leche; Carlos Miranda, trabajador rural; María Adelaide A. De Caferri, toda una vida cuidando a enfermos; y Diego Sebastián Pavón, joven invidente que superando sus limitaciones cursa estudios de abogacía son los nombres de los cuatro convecinos que el Centro Vasco Hiru Erreka de la localidad bonaerense de Tres Arroyos ha querido rescatar del anonimato y reconocer públicamente como ejemplos de aporte a la comunidad merecedores de ser conocidos por la generalidad de la ciudadanía.

El homenaje tuvo lugar el pasado 23 de abril, sábado en la propia sede del Centro Vasco en Sarmiento 375, que ha decidido instituir coincidiendo con el Aniversario de la ciudad --el 24 de abril-- un homenaje, cuyo primer fruto ha sido el reconocimientp este año a estos cuatro vecinos que han realizado una tarea, seguramente desconocida por muchos, 'pero que por su importancia ha implicado una contribución al legado patrimonial de la historia de Tres Arroyos', según palabras del presidente de Hiru Erreka, José Luis Artuch.

Uno de los distinguidos fue José Alberto Oñatibia, repartidor de leche. Desde cuando era muy chico acompañó a su papá en el típico carro lechero en principio y luego, adaptándose a los cambios de la época, en un carrito alegre y colorido, esperado por todos sus clientes, especialmente las madres con chicos pequeños.

También fue reconocido Carlos Miranda, un trabajador rural que nació y se crió en el campo. Pasó su vida en pocos establecimientos rurales, ya que estableció un vínculo afectivo con los lugares donde le tocó desempeñarse y por lo tanto, permaneció en cada uno de ellos durante un período prolongado. Está jubilado, pero sigue trabajando porque necesita estar ocupado para sentirse útil.

La nómina además estuvo integrada por María Adelaide A. De Caferri (Baby). Desde muy joven estuvo destinada a trabajar con enfermos, a quienes atendió, cuidó con amor y mucha paciencia, procurando que sus horas difíciles fueran más llevaderas. Se retiró después de trabajar muchos años en la Clínica Hispano, donde recibía a los recién nacidos.

Finalmente, el Centro Vasco reconoció la labor de Diego Sebastián Pavón, de 20 años, invidente de nacimiento. Se inició en la Escuela Nº 502; con su esfuerzo personal y la ayuda invalorable de los docentes y de su familia logró integrarse a la Escuela Nº 54. Cuenta con estudios primarios y secundarios; cursó el ingreso al Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires y actualmente se encuentra cursando a distancia la carrera de abogacía. Desde chico está tratando de hacer frente a las adversidades con hechos positivos que seguramente le ayudarán a ser feliz, como se lo merece; constituye un ejemplo de vida y lucha diaria.

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