diáspora y cultura vasca
11/04/2004
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Daniel Flores, Buenos Aires. En la ventana sobre Diagonal Norte una cartulina dice, a mano alzada, Fundación Juan de Garay. Fue improvisada durante los peores días del corralito, cuando los ahorristas reclamaban con cacerolas por el centro porteño. 'Pensaban que esta oficina pertenecía al banco de abajo y nos rompían los vidrios. Así que tuvimos que poner este cartel, que en realidad no está en regla...'.
El que aclara es Jorge Zorreguieta, presidente desde hace nueve años de esta entidad vasco argentina fundada en 1983. Titular también del Centro Azucarero Argentino y miembro ejecutivo de otros tantos organismos, Zorreguieta es más conocido, claro, como padre de Máxima, la princesa de Holanda. Hasta los vascos están seguramente más al tanto del cuestionamiento en los Países Bajos de su gestión como subsecretario de Agricultura durante la última dictadura militar que de su tarea al frente de la fundación. Aquella polémica terminó por hacer que Zorreguieta y su mujer, María del Carmen Cerruti, no asistieran al casamiento de su hija con el príncipe Guillermo. Y también motivó a los ahora abuelos de Catherina-Amalia, la hija de la pareja real, a aislarse de la prensa, casi sin excepciones.
Zorreguieta, sin embargo, recibe a 'La Nación' en la austera biblioteca y sala de reuniones de la fundación, entre un busto de Miguel de Unamuno, un grabado de San Sebastián en 1835, una foto de Adolfo Bioy Casares y otra, sí, de Máxima y Guillermo.
Juan de Garay, que anualmente distingue a personalidades de ese origen, celebra dos décadas con la edición de Los vascos en la Argentina, un monumental libro de 1200 páginas y 3,5 kilos ('le decimos el bebe', apunta uno de sus redactores) con información acerca de unos diez mil apellidos. Y sobre eso sí habla Zorreguieta: 'Se calcula que el diez por ciento de la población argentina desciende de vascos. Y es evidente que los vascos han tenido un desempeño importante en la vida del país: por ejemplo, un 32 por ciento de los presidentes fue de ese origen', dice y acaricia el libro, que espera una reedición ampliada.
¿A qué parte de la Argentina llegaron sus antepasados?
A Salta. José Antonio de Zorreguieta se afincó ahí alrededor de 1790. Las tres primeras generaciones se quedaron en Salta, hasta que mi abuelo se fue a Mendoza. Después, papá nació en Buenos Aires, como yo.
¿Qué descubrió de su familia al estudiar el pasado?
Siempre tuve mucho orgullo de llevar un apellido vasco, pero pude saber más sobre quiénes fueron mis antepasados. José Antonio de Zorreguieta fue un hombre de trabajo que progresó. Se casó con Micaela Maurin y tuvieron una serie de hijos que... Bueno, los Zorreguieta han acompañado la historia de la Argentina, por decirlo así. Mi bisabuelo, Mariano Zorreguieta, por ejemplo, fue vicegobernador de Salta y un reconocido historiador. También descubrí que, por una línea familiar, llegaba a una princesa incaica.
Un antecedente...
Así parece.
¿De dónde era exactamente José Antonio de Zorreguieta?
De un lugar llamado Elduayén (sic), cerca de Tolosa, en Guipúzcoa. Sucedió algo extraño: una vez alguien, anónimo, me mandó una foto y una nota que decía Esta es la casa de tus antepasados. La casa de Sorreguieta. Así, con s, porque fue acá donde le sacaron el de y le cambiaron la s por la z. Viajé en los años ochenta. Toqué timbre y apareció una señora. Cuando me presenté, me respondió: No puede ser, porque Sorreguieta no hay más. Le mostré el pasaporte y dijo: Esto es con z, debería ser con s. Cuando se convenció, me explicó que éramos primos, porque había recibido la propiedad de una abuela Sorreguieta. Estaba emocionada. Hasta me sacó unas fotocopias del escudo de la familia, de los Juanes de Sorreguieta, que habían peleado en las Cruzadas, en las Guerras Carlistas, en todos lados...
¿Se habrá enterado esta señora de lo que sucedió luego en la rama argentina de la familia?
No lo sé, era una mujer mayor... La visité una vez más, después, y nos escribimos, pero perdimos contacto.
¿Sus hijos se interesan por estos temas?
Bueno, yo les he dado siempre la información. Claro que a algunos les interesa más que a otros.
¿Entre cuáles está Máxima?
Le interesa la genealogía, de dónde venimos. Creo que mi hija ha heredado las virtudes esenciales de los vascos: la honradez, el carácter, el trabajo y el valor de la palabra empeñada.
¿Llegó uno de estos libros a Holanda?
No sé... Creo habérselo mandado a mi hija, pero no estoy seguro. Porque le he mandado tantas cosas...
¿Le envía muchas cosas?
Bueno, le enviamos todo lo que nos llega para ella. Los argentinos le mandan regalos, especialmente cartas, sobre todo ahora, con el nacimiento de su hija. Gente desconocida, que lo hace espontáneamente. Se pueden quedar tranquilos, que todo llega a destino. Además, sé que Máxima lo aprecia, así que lo hacemos con gusto.
¿Tiene previsto visitarla?
No ahora; estuve en diciembre. Pero tengo una reunión en Bruselas, en mayo, y entonces aprovecharé para verla.
¿Las trabas que le pusieron para estar en el casamiento afectan también la posibilidad de visitarla en Holanda?
No, viajo normalmente. En realidad, las cosas no fueron como trascendieron acá. Pero prefiero no hablar del tema.
Si hubo una confusión, ¿no sería bueno aclararla?
Fue un momento doloroso. Pero para mí es un capítulo cerrado.
MAKILA
Como regalo de casamiento de sus 300 socios, la Fundación Juan de Garay le envió a Máxima Zorreguieta, la hija de su presidente, una makila, tradicional bastón vasco, alguna vez utilizado sólo por pastores y ahora preciado objeto ceremonial. "La tiene en un lugar preferencial del living -dice el padre-. Mucha gente la ve y pregunta qué es eso. Fíjese que tiene un estoque en la punta. Aunque a mí no me gustaría defenderme de un oso con eso..."
(publicado el 11-04-2004 en La Nación de Buenos Aires)
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