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Jorge Martínez Reverte regresa a la novela con una nueva aventura en Euskadi del periodista Gálvez; el problema vasco abordado con sarcasmo (en El Correo)

07/09/2005

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[Jorge Martínez Reverte: «El silencio en el País Vasco me estremece»; El escritor regresa a la novela con una nueva aventura en Euskadi del periodista Gálvez, metido hasta las cejas en un lío con 'el mundo radical']

Iñaki Estevan/Bilbao. Gálvez vuelve al País Vasco, arrollado por los acontecimientos. El personaje de Jorge Martínez Reverte ya había estado hace 22 años, cuando se publicó 'Gálvez en Euskadi'. Trabajaba entonces en el gabinete de prensa de una multinacional y se vio metido, a toda velocidad, en la mitad del círculo abertzale.

Ahora trabaja como periodista en una publicación que se distribuye en los tanatorios, se pasea por La Concha y se le ve en Hernani, a la búsqueda de un hijo suyo, Peter Gálvez, a quien ni siquiera conoce. Un reencuentro con Sara, antigua novia que militó de ETA, pone en marcha toda la maquinaria de la novela. El resultado se titula 'Gudari Gálvez', que Martínez Reverte presentó ayer en Madrid acompañado de Joaquín Leguina y Maite Pagazaurtundua.

-¿Cómo ve Gálvez lo que pasa en el País Vasco?

-Con asombro y con humor. Gálvez tiene una mirada asombrada ante lo que sucede, un auténtico disparate. Los que viven en Euskadi o lo conocemos bien nos hemos acostumbrado, nos hemos anestesiado ante el dolor ajeno. Pero la realidad es la que es. Lo saben bien los amenazados y las víctimas, que no pueden acostumbrarse a la situación.

-¿Y lo del humor?

-Es un tema muy delicado, porque tienes que ser muy cauto para no herir a los que sufren. Es muy difícil contar el horror desde la distancia del humor. Ahora, cuando coges el tono, el humor libera, todo se hace más fácil y llega un alivio al contar la historia. El punto de vista humorístico mejora el estado de ánimo y ayuda a valorar las situaciones con más equilibrio y más severidad.

COMO EN ESTONIA

-Si conoce bien el País Vasco, ¿cómo logró tomar esa distancia?

-Me hice a la idea de que estaba en Estonia. Bueno, eso es lo que pretenden los nacionalistas, que si uno es de Madrid no puede entender lo que pasa en Euskadi, y que es como si fuera a un país tan extraño para él como Estonia. Siempre les contesto lo mismo: yo estudié Físicas y llegué a entender la teoría de la relatividad. Si algún nacionalista tiene la paciencia suficiente para explicarlo, todo el mundo puede llegar a entender lo que pasa en el País Vasco.

-En su novela hay un montón de personajes que se pasan el día interpretando las estrategias de los radicales.

-El País Vasco está lleno de especialistas en ETA, que hacen análisis muy sesudos sobre una realidad que es más sencilla de lo que parece. Hay una banda de descerebrados cuyas acciones no están sometidas a la lógica, o que se sostienen en una lógica muy básica y brutal. Siempre recuerdo que, cuando ETA estaba muy debilitada en los años ochenta, cogió 'Txomin' una motocicleta, se fue a San Sebastián y mató a un guardia. Al día siguiente, y según todos los sesudos especialistas, ETA ya había revivido.

-¿Qué efectos tiene ese exceso de análisis?

-Los dirigentes de ETA se creen con un poder intelectual que no tienen. Yo creo que forma parte de su gratificación ver lo en serio que nos tomamos lo que hacen. Pero, claro, tenemos que tomarlo en serio porque matan.

-En el País Vasco, al contrario que en Madrid o en Barcelona, los taxistas no hablan de política, según dice Gálvez en la novela. ¿Por qué?

-Por miedo. Hay quien enmascara ese miedo primario con esa teoría tan magnífica de qué país tan bueno, y qué bonito, y qué bien se come. Ese silencio me estremece. Parece que el dolor de los otros, de los que están al lado, no importa. Me llama mucho la atención que en un sitio donde hay tanta 'kale borroka' y tanta violencia, no haya nunca reyertas en los bares producidas después de acaloradas discusiones políticas.

-Hábleme de la protagonista femenina, Sara.

-Sara es una mujer que abandona ETA, pero por la puerta de atrás, por razones personales. No toma la decisión más valiente, la de admitir públicamente el horror que le causa haber estado en una banda criminal. Es lo que hicieron Mario Onaindia o Teo Uriarte, gente ha contado su historia sin justificarse, y que se ha dedicado a combatir el monstruo que ellos ayudaron a crear.

LUCHA COTIDIANA

-En la novela, ETA está escindida. ¿Cree que esa escisión podría producirse si se empieza una negociación?

-Tenemos la suficiente experiencia como para no hablar con ETA en términos políticos. A nada que una persona tenga una pistola y se junte con dos amigos, ya se puede formar un grupo terrorista, y nadie puede garantizar que no sea así. Una vez que dejen las armas, habrá que ver cómo se reinsertan algunos.

-¿Por qué ha hecho que Gálvez vuelva a Euskadi?

-Quería hacer un homenaje a toda la gente que en el País Vasco lucha por la libertad con naturalidad, sin grandilocuencia. Me parece admirable esa lucha cotidiana.

-¿Recuerda la primera vez que estuvo en el País Vasco?

-Tenía 17 años y ya participaba de la sensibilidad antifranquista, aunque no militaba en ningún partido. Desde Madrid se veía el País Vasco como una zona con una represión suplementaria, debido a esa fobia franquista contra el nacionalismo. Se notaba la presión de la Policía. Ya de adulto, lo he conocido muy bien, porque estuve muchísimo con Mario Onaindia, que era mi guía comanche.

-¿Un sitio que le sorprendiera?

-Me acuerdo de Ispaster, Lekeitio, Ondarroa, que era la zona natal de Mario, con unos rincones muy hermosos, pero en los que ya se notaba la agresividad en el ambiente. Y eso sigue.

(publicado el 07-09-2005 en El Correo)


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