Oskar Belategui. Itziar Ituño (Basauri, 1974) sabe lo que es el éxito: que tu cuenta de Instagram aumente en mil seguidores cada hora. Hace poco más de un año, la actriz estuvo en el ojo del huracán después de un llamamiento al boicot de 'La casa de papel' en redes sociales por su apoyo a Arnaldo Otegi y su participación en un vídeo reclamando el acercamiento de los presos de ETA. «Lo pasé muy mal por las amenazas, pero de todo se aprende», recuerda. El linchamiento en Twitter no tuvo el menor éxito. Antena 3 batió récords en el estreno de la serie con más de 4 millones de espectadores.
En la segunda temporada la audiencia languideció, pero entonces llegó Netflix y 'La casa de papel' se convirtió en la serie de habla no inglesa de mayor éxito de la plataforma. El Emmy Internacional al mejor drama corona la trayectoria de una producción que ha convertido a Ituño en una celebridad en todo el mundo gracias a su papel de la inspectora Raquel Murillo. Con casi un millón de seguidores en Instagram, la actriz ya ha empezado a rodar la tercera temporada. Ha cambiado su querido Basauri por un piso en Lavapiés que le ha alquilado Gorka Otxoa. Tiene prohibido por contrato contar nada de la tercera temporada: «Se trata de guardar el misterio y de que no haya spoilers», se disculpa.
Desde 1973, con 'La cabina', de Antonio Mercero', una serie española no ganaba un Emmy. 'La casa de papel' relata un atraco a la Fábrica de Moneda y Timbre. Sus protagonistas se presentan caminando juntos, como en 'Reservoir Dogs'. El personaje de Úrsula Corberó, la aguerrida Tokio, puede verse como una Nikita del barrio de San Blas. Hasta hay tiroteos rodados a lo Michael Mann en este cautiverio con rehenes, que apuesta por personajes complejos y una fotografía que juega con las sombras y apuesta por el rojo como identidad visual.
La influencia de Tarantino es innegable en este producto juguetón, excelentemente manufacturado, que Netflix ha distribuido en más de 190 países a sus 130 millones de suscriptores, acortando, eso sí, la duración de los capítulos. «Simpatizamos con los atracadores porque se ponen a hacer billetes sin robar a nadie; bueno, roban al sistema», justifica Ituño. «Los personajes no son estereotipados, en un momento pueden ser héroes y en otro villanos. Eso les hace más humanos».
La careta de Dalí y el mono rojo
La actriz apunta la oportunidad de una serie que ha venido después de la crisis. «Ha llegado en el momento justo, eso lo ves en América Latina», descubre. «Mucha gente ha descubierto la canción 'Bella ciao' (un tema clave en la serie, canto de la resistencia partisana italiana durante la II Guerra Mundial con versiones de Mercedes Sosa, Yves Montand, Quilapayún...) y la han cantado en las movilizaciones de las mujeres brasileñas en Río contra Bolsonaro. Y en las manifestaciones, los estudiantes se han puesto el mono rojo y la careta de Dalí (como los atracadores de ficción)».
Ituño concluyó la segunda temporada en agosto de 2017. Ya casi se había olvidado de la inspectora Murillo, «una mujer fuerte que se vuelca en el trabajo, sin intuición a la hora de elegir pareja», cuando empezó a notar que su cuenta de Instagram podía sumar miles de 'followers' en un solo día. Y la empezaron a llamar para entrevistarla medios argentinos, brasileños, chilenos, uruguayos... «Llegó el tsunami», sonríe. «En Netflix la gente hace maratones, y 'La casa de papel' se convirtió en la más adictiva, se devoraba en un fin de semana. Las plataformas han cambiado la manera de ver las series. Esa libertad de consumo es otra clave del éxito».
Gracias a la repercusión de la serie, su guionista Álex Pina ha conseguido un contrato de exclusividad con Netflix comparable al que disfrutan 'showrunners' de la categoría de Shonda Rhimes ('Scandal', 'Anatomía de Grey') y Ryan Murphy ('American Horror Story', 'Glee'). Sin ser un producto 'mainstream', 'La casa de papel' ha conquistado todo tipo de públicos y ha demostrado que las plataformas son capaces de dar una segunda vida a ficciones producidas por las televisiones tradicionales.
Itziar Ituño trata de que el éxito no se le suba a la cabeza. Sigue cantando en euskera en tres grupos y no se calla en las redes sociales, como cuando denuncia la contaminación de Petronor en Muskiz. «Donde crea que me tengo que implicar me implicaré», promete. «Otra cosa es que se pueden inventar cualquier cosa para que seas trending topic y te destrocen la vida. Estamos demasiado expuestos. Ya hay castings en los que te piden que tengas al menos 25.000 seguidores. Es lastimoso».
(publicado el 21-11-2018 en El Diario Vasco)