Miguel Marina Barredo nace en Bilbao en 1915. Con el estallido de la Guerra Civil es nombrado capitán de infantería del Ejército Republicano. Hace toda la guerra en el frente del País Vasco y con la caída de Bilbao se va a Barcelona. De allí, al final de la guerra, se refugia en Francia, Venezuela, República Dominicana, Nueva York, donde contrae matrimonio con Madeline Cooper y nace su hija Constance.
Empieza a pintar en Nueva York con el también exiliado Julio de Diego antes de trabajar de ayudante de José Vela Zanetti en el gran mural de la ONU. Después de varias peripecias que lo llevarán por Ecuador, una cárcel mexicana y Bilbao por fin en 1959 se establece en California y puede, por primera vez, dedicarse plenamente a la pintura.
Paisajes de Euskadi
Marina es autodidacta como pintor, con un estilo muy personal. Pinta principalmente sobre tablas de madera. Aunque se pueden distinguir provisionalmente tres etapas distintas de su trayectoria plástica, todas comparten ciertas características: el empleo de fuertes colores primarios que recuerdan las vidrieras góticas; figuras humanas alargadas, especialmente las manos y caras, que evocan tanto figuras bizantinas y románicas al enfrentarse directamente al espectador; temas religiosos, en particular la Crucifixión, la Anunciación y la Última Cena; recreaciones de los paisajes de Euskadi, con una presencia cada vez más importante en su obra tardía; y un lirismo y profunda emoción que atraviesa toda la obra.
Marina tiene varias exposiciones en la Esther Bear Gallery de Santa Bárbara (California) pero cuando se jubila la galerista en 1977 ya no volverá a exponer. Sin embargo, desde esa fecha hasta su muerte en 1989 es cuando produce su obra más personal, íntima y profunda, con una mayor evocación de los paisajes del País Vasco que pueblan su memoria.
En una de las últimas entradas en su diario deja escrito lo siguiente: "Cada vez me acuerdo más de España y al mismo tiempo quiero olvidarme de ella, he vivido más de 40 años con un pie en cada Océano, pero mi memoria vuelve siempre a las montañas dulces y verdes del País Vasko (sic), y a las canciones... del Ochote Bilbaíno, a las fiestas de Santa Águeda, donde cantaba solo con voz de barítono, en las calles bilbaínas, llenas de niños que nos seguían por todas partes... Dentro de poco tendré 74 años y jamás volveré a mi querido País Vasco; por eso mis pinturas, como un espejismo gigante, son memorias de mi querido país".
Puede verse una muestra de la obra en miguelmarinaart.com.