Joseba Etxarri. Pedro de Aretxabala Elustondo nació en Charravata, Chile un 29 de Octubre de 1908, hijo de Juan de Aretxabala Oliaga y de Robustiana Elustondo Sustatxa, en una familia de profunda raigambre vasca, y ha sido protagonista de muchos de los acontecimientos que jalonan la historia de Eusko Etxea y la crónica de la defensa de la identidad vasca en Chile. El propio Pedro de Aretxabala nos recuerda sus antecedentes.
“Mi padre llegó a Chile sobre 1903 ó 1904”, explica. “Dejó su país natal por un problema de persecución política. En Euskadi Sabino Arana Goiri y sus ideas nacionalistas sufrían entonces una dura represión y aita simpatizaba con ellas. Se enteró de que lo querían apresar y huyó a Francia. Era floricultor y se encargaba de los jardines de varias familias madrileñas en Algorta, de donde procedía. En ese tiempo las detenciones se realizaban sin más y los presos podían estar largas temporadas en prisión sufriendo malas condiciones. Aita decidió exiliarse y venir a Chile, donde murió en 1924, a los sesenta y ocho”.
El sexto de 19 hermanos
El padre de nuestro interlocutor tenía ya tíos y primos en Chile, “por la parte Aretxabala”. “Aita arrendó una quinta en Charravata, en Quillota, y se dedicó al cultivo de flores y frutos del país. En 1906, una vez asentado, trajo a su señora y a sus cinco hijos nacidos en Algorta. Aquí tuvieron catorce hijos más, de los que yo fui el primero nacido en Chile. En 1918-19 la familia se vino a vivir a Santiago. Para entonces una hermana mía, Flora, se había casado ya con Fermín Borda, baztandarra de Arizkun, que llegaría a tener, con su hermano José, grandes negocios de panadería”.
Aretxabala padre entró a trabajar con los Borda. José Borda casaría más tarde con Pura, otra de sus hijas. Nuestro interlocutor, por su parte, contrajo matrimonio en 1930 con María Luisa Etchart Juanandy, bajonavarra de Banka. “Tuvimos tres hijos: Kepa, Mirentxu y Begoña Edurne. Para entonces hacía más de quince años que trabajaba en el negocio de panadería y ese año me incorporé como socio, hasta 1945, año en que se disolvió la sociedad. Fermín Borda había fallecido en Abril de 1936, con un contrato con el Molino San Jorge recién firmado, lo que nos obligó a seguir nueve años más. Terminado el contrato, la sociedad se disolvió y a cada uno de los que nos habíamos ido incorporando como socios le correspondió una o dos panaderías, de acuerdo a su participación. Yo me independicé y me quedé con las panaderías La Campana y Reina del Pacífico, las dos en Santiago”, resume Aretxabala.
Industrial panadero
En su vida profesional, Pedro de Aretxabala siguió con el negocio panadero y entró asimismo en una sociedad que elaboraba levadura. Más tarde se irá deshaciendo de las panaderías, de las que se hace cargo su hijo Kepa, aunque continúa como gerente por diecisiete años, hasta 1975. “Eramos dueños de la empresa de levaduras y fermentos Lefersa, y de Ipal, una industria de productos alimentarios y sopas, que todavía existe. Nos quedamos sólo con Ipal, que sigue operando. Compré entonces un campo, al que bauticé Euzkadi; sembré trigo y maiz. Ahora es mi nieto Kepa quien lo dirige”, relata.
Pedro de Aretxabala es por lo demás un testigo excepcional de importantes capítulos de la historia vascochilena del siglo XX. Con apenas dieciséis años ya era miembro del Centro Vasco. En poco tiempo los acontecimientos en el País Vasco y el estallido allí de la guerra en 1936 dividirán a la comunidad vascochilena y la vida social del Centro Vasco y Juventud Vasca se resentirá gravemente. Leemos en un texto de Santiago de Zarranz, más tarde colaborador de Aretxabala, que “el motivo (de la división) era claramente apreciable. Por un lado (estaba) la institución social sin otras preocupaciones directas, con socios vascofranceses y otros nacidos en la Península con cierta simpatía al dictador Franco. En la otra institución, la juventud, que sentía el sacrificio de sus hermanos en la lucha por la redención nacional, por la democracia, e impulsaba acciones acordes con las orientaciones que se recibían del Gobierno de Euzkadi, mostraba preocupaciones concretas y actuaba. Por desgracia, como en otros puntos del mundo también en Chile existieron vascos que habían perdido el espíritu de sus antepasados, que no supieron comprender el grave momento por el que atravesaba su pueblo en aquella época”, opina Zarranz.
El lehendakari Aguirre, el CV y la Delegación
Según recuerda Aretxabala, “fueron años muy activos, en los que los jóvenes nos rebelamos contra los viejos y formamos Euzko Gaztedija. En Euskadi estallaría la guerra y aquí se formaron los dos grupos, con una situación que se mantuvo durante varios años. Ellos tenían el Centro Vasco en la calle Puente 128 y nosotros Euzko Gaztedija en el 720. Tardamos tiempo en llegar al entendimiento que dio lugar al Centro Vasco actual. Recuerdo que ocurrió en un San Ignacio. Intervino el lehendakari Aguirre, que tenía un gran carisma, y las aguas volvieron a su cauce”. “Nos faltó que ese hombre hubiera vivido unos años más”, se lamenta Aretxabala, “tenía un don especial que cautivaba; lo veía uno a él, le oía hablar y parece que estuviera oyendo a Jesucristo”, dice con un gesto que refleja una veneración profundamente sentida.
Durante cuatro largas décadas, hasta la formación tras la muerte del general Franco de un nuevo gobierno democrático, heredero del que formó en 1936 el lehendakari Aguirre, Pedro de Aretxabala fue delegado en Chile del Gobierno Vasco en el exilio. “Yo me retiré cuando salió el lehendakari Garaikoetxea del Gobierno”, explica. “Fui delegado desde 1942, en que me designó Aguirre, hasta 1982-83”.
Chile, tierra de acogida vasca
“En todos esos años, incluidos los terribles años de la dictadura, la Delegación en Chile hizo todo lo que estuvo en su mano para atender dignamente su misión representativa y apoyar a los refugiados y a la causa de la democracia en Euskadi”, asevera. “La comunidad aquí ayudó mucho y un buen número de vascos vinieron a Chile terminada la guerra. No tuvieron grandes problemas para entrar. Teníamos buenos contactos en el ministerio, con amigos, hijos y descendientes de vascos”.
La llegada en 1939 a la presidencia de la República de don Pedro Aguirre Cerda supuso de hecho un importante apoyo para los diferentes organismos vascos. En junio de ese año Aguirre Cerda era homenajeado por Euzko Gaztedija, a cuya directiva mostró su interés por recibir a refugiados vascos. El Gobierno Chileno no llegaría a dictar disposiciones específicas que favoreciesen la emigración vasca pero, tanto las instrucciones del Presidente Aguirre Cerda (y los que le siguen en el mandato), como la actitud del Departamento del Ministerio de Relaciones Exteriores, con Carlos Errázuriz y Luis Castellón como responsables del otorgamiento de los permisos, hicieron posible la aceptación de todas las peticiones vascas.
Vascos ayudando a vascos
Los primeros exiliados vascos llegaron por sus propios medios. En muchos casos gracias a préstamos realizados por conocidos, amigos o familiares. Sin embargo, fue el viaje del Winnipeg, fletado por Pablo Neruda, entonces cónsul chileno en París, el que más repercusión obtuvo en la prensa y la opinión pública chilena e internacional. El buque, con más de dos mil refugiados republicanos a bordo, salió de Burdeos el 4 de agosto y atracó en Valparaíso el 3 de septiembre de 1939.
“Recuerdo bien aquel día”, señala Aretxabala. “Fuimos a buscar a los vascos que llegaron y los repartimos en las casas de familias amigas. Una comisión se había encargado de buscarles alojamiento. Uno de sus miembros fue precisamente Santiago Zarranz, también Alberto Etcheverry, presidente entonces del Centro Vasco, Pedro Azula, el mismo Fermín Borda... eran del Directorio del Centro. Fue un movimiento de solidaridad, porque todos éramos vascos, cada cual con su propio modo de pensar y su ideología, pero dispuestos a ayudar a los compatriotas en problemas. Vinieron bastantes, antes y después del Winnipeg. Muchos de sus hijos siguen hoy vinculados a Eusko Etxea y mantienen su sentimiento. Recuerdo que yo acogí en la casa a dos matrimonios. Uno de los hombres se llamaba José María Bilbao y lo tomé de empleado en una de las panaderías. El otro recuerdo que había sido superintendente de aviación en Bilbao...”
Una vida de profundo compromiso vasco
La sede de la Delegación del Gobierno en el exilio estuvo en el Pasaje Enrique MacGuiver. “Era un departamento arrendado, en el segundo piso. Nos mantuvimos ahí seis o siete años. Más tarde nos trasladamos a Santa Isabel, a la sede de una imprenta, por motivos puramente económicos. Allí trabajaba Julián Pe-Menchaca, socio de Santiago Zarranz. La sede se mantuvo allí hasta que se disolvió la Delegación. Durante un breve período se publicó una revista de la que se sacaron seis u ocho números. Se llamaba Batasuna (Unidad). Entre otros escribían el mismo Santiago Zarranz y Juan de Aretxabala –-éste último, primo mío, en euskera--, que lo había hecho con anterioridad en el periódico Euzkadi de Bilbao”.
Sigue hablándonos Pedro de Aretxabala de los mil y un recuerdos que jalonan su intensa vida en la que tan presente ha estado siempre el compromiso vasco adquirido desde una lejanía en kilómetros tornada cercanía en el corazón. Le agradecemos el tiempo que nos ha brindado. Nos lanza un sonoro ondo ibili (buena suerte), tras haber correspondido nosotros a su amabilidad con un eskerrik asko (muchas gracias).
[fragmento de la obra 'Chile y los vascos, la Euskal Herria que encontré en Chile', de Joseba Etxarri, escrito en 1998-99 y publicado en 2004 en el seno de la colección 'Vascos en el mundo', vol. 7, de Presidencia del Gobierno Vasco]
Enlaces complementarios
Primera Delegación de Euskadi en Chile (1942-1980)
Por Palmira Oyanguren