euskalkultura.eus

diáspora y cultura vasca

Noticias rss

Gurutz Jauregui, Catedrático de Derecho Constitucional, Premio Euskadi de Investigación: «La democracia se debilita porque sus valores están perdiendo fuerza» (en El Correo)

07/02/2005

PUBLICIDAD

[El reciente premio Euskadi de Investigación cree que la globalización explica al menos en parte el resurgimiento de los nacionalismos]

César Coca/Donostia. Cuando la democracia es antes un método de organización social que un conjunto de valores, se está vaciando de contenido. Gurutz Jáuregui, reciente premio Euskadi de Investigación en Ciencias Sociales y catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), advierte de lo que entiende como «un peligrosísimo debilitamiento de la democracia» y explica el resurgimiento de los nacionalismos como reacción a una globalización que no suma culturas, sino que pretende imponer los patrones de una, la estadounidense. Jáuregui, un especialista en los conceptos de nación y democracia, habla de ello en una entrevista concedida a este diario.

-- ¿Qué sentido tiene hoy el concepto de nación?

La nación sigue teniendo sentido. Lo que ha cambiado es el contenido del término y su forma de estructura política. Durante el XIX y principios del XX había una regla de oro por la cual toda nación debía ser un Estado. Ahora, con la globalización, incluso los estados fuertes se ven obligados a ceder parte de sus poderes a entidades superiores y por eso decimos que los estados nacionales están en crisis. Pero esa crisis no afecta tanto a la nación como a la forma política en que se ha articulado hasta ahora. La reivindicación de un Estado independiente, que ha sido clásica en los nacionalismos, ya no tiene sentido. Tampoco lo tiene la lucha contra viento y marea de los estados nacionales que quieren mantener al máximo su soberanía frente a realidades supranacionales.

-- ¿Qué ha sucedido para que, tras un siglo de utopías internacionalistas, resurjan los nacionalismos?

Tiene mucho que ver con la globalización. Se ha construido un mundo globalizado que no respeta la diversidad: se fundamenta en unas bases que pretenden ser cosmopolitas, pero que son cualquier cosa menos eso. En el fondo, todo viene de EE UU. Pues bien, como reacción han renacido o surgido nuevos nacionalismos; son una respuesta a ese proceso de uniformización. Y esto es algo que se manifiesta en Europa, pero también en otros lugares. Es una protesta contra una cultura universal que no se concibe como la suma de todas, sino como el predominio de una sobre las demás. Lo que sucede es que muchas veces estos nacionalismos de reacción son peores.

-- Sin embargo, parece paradójico que se dé en una etapa en la que el mundo está más conectado que nunca y los ciudadanos se mueven y se mezclan con una gran facilidad.

Hasta hace unos 30 años la gente se sentía identificada y muy segura dentro de los parámetros del Estado nacional al que pertenecía. Pero ahora ese Estado clásico ya no responde con la misma eficacia a los intereses y necesidades de las personas, y eso ha dado lugar a dos reacciones: la primera, el cosmopolitismo, toda esa gente que se mueve de forma continua, que van de aeropuerto en aeropuerto; y la segunda, la tendencia a encerrarnos en nosotros mismos ante la invasión de una cultura foránea. Es la consecuencia lógica del hecho de que el Estado nación ya no es la piedra angular en la que se fundamenta la estructura del mundo.

-- ¿Y qué es hoy la democracia?

La democracia es en primer lugar un método: sirve para resolver los conflictos políticos de forma pacífica. Pero en segundo lugar es también valor. Y me parece que la democracia como valor, o los valores de la democracia, están perdiendo fuerza y están siendo muy baqueteados por parte de los propios líderes. Ello lleva a un peligrosísimo debilitamiento de la democracia, que se está vaciando de contenido. Eso es un retroceso sobre épocas anteriores, algo muy preocupante.

ESTRUCTURAS POLITICAS

-- ¿Tiene hoy más trascendencia lo que decide el cuerpo social con su voto o lo que deciden las grandes multinacionales?

Ése es uno de los grandes problemas. La economía ha evolucionado a toda velocidad con el signo de los tiempos, mientras la política y sus estructuras siguen ancladas en métodos e instituciones del siglo XIX. Al no existir instituciones políticas de control, quien tiene la batuta son las grandes corporaciones, que están bien preparadas para desenvolverse en este mundo globalizado. De ahí la necesidad de dotarse de estructuras políticas supranacionales que puedan limitar ese poder.

-- ¿Qué valor tiene una democracia en la que las ideas se sustituyen por eslóganes y prácticamente no existe debate?

Es uno de los reflejos del deterioro de la situación. Democracia significa racionalidad e implica participación. A veces no es fácil conseguirlo, pero hay que intentarlo. Lo que sucede en cambio es que hasta el día de las elecciones se dice al elector que él decide, y a partir de las doce de la noche de ese día se le pide que deje todo en manos de los políticos. En las campañas, la clave está hoy en una palabra: 'ya', 'decide', 'cambio'... una palabra con la que se nos machaca. Y ésa es la máxima degradación de la democracia en cuanto método de convivencia de seres humanos. Hay programas, pero como si no; no se debate, no hay alternativas...

-- Sin embargo, hay quien habla ya de democracia demoscópica, de gobiernos que deciden a golpe de encuesta. En ese sentido, la opinión de los ciudadanos parece decisiva.

Sí cuenta la opinión del ciudadano; tampoco hay que decir que no cuenta en absoluto. Pero eso es algo relativo. El problema no está muchas veces en la respuesta del ciudadano, sino en la pregunta. Los grandes gabinetes de prospectiva ya anticipan cuáles son los asuntos que pueden reportar los mayores beneficios a bajo coste, y se potencian ésos frente a otros más importantes pero que supongan me- nos rédito electoral. Aunque a veces los ciudadanos se rebelan. Fue lo que sucedió tras el 11-M. Ésa es la gran ventaja del sistema democrático, con todas sus debilidades, frente a otros sistemas. Cada cierto tiempo, los ciudadanos podemos dar un puñetazo en la mesa.

-- ¿Hasta qué punto tener derecho al voto implica la obligación de estar informado para votar?

Quienes viven la política de una forma directa siempre han sido pocos. Lo que sucede es que antes esos sectores encontraban mecanismos para hacerse sentir, y ahora esos caminos son cada vez más estrechos, por el maridaje entre líderes políticos y mediáticos. De hecho, hay un fenómeno significativo: uno de los últimos lugares al que acudiría hoy alguien a ejercer su vocación democrática de servicio sería un partido político. Los jóvenes van a las ONG o a ámbitos fuera de la estructura oficial de la política.

-- Un tópico que circula con amplitud es el de que todas las ideas son legítimas si no se usa la violencia para defenderlas. ¿Lo ve así?

Me parece que todas lo son salvo las que van dirigidas a prohibir las ideas de los demás. Pero éste es un tema muy vidrioso porque no hay grupos políticos cuyo objetivo manifiesto sea acabar con los demás. Por tanto, ¿quién está legitimado para decidir si una idea es legítima o no? En caso de duda, yo soy partidario de aceptarlas todas, porque ni siquiera creo que sea eficaz la prohibición de las que se consideran perniciosas.

-- ¿Qué se puede hacer cuando un cuerpo social, por las razones que sean, vota algo pernicioso para la sociedad? ¿La democracia debe permitir el suicidio de una sociedad?

La democracia es reflejo del ser humano, que acierta y se equivoca. Es un riesgo de la democracia, porque un derecho humano es el de equivocarse. Efectivamente, se han cometido errores terribles que han supuesto el suicidio de una sociedad o de una generación. Pero es que si no fuera así sería una democracia tutelada.

LEGITIMIDAD Y LEGALIDAD

-- Si las formas son esenciales en una democracia, ¿da el apoyo popular base suficiente para obviar ciertos aspectos legales?

Otro eterno dilema: el de legitimidad y legalidad. En principio, desde el punto de vista teórico, debería prevalecer la legitimidad, pero la democracia también es método, y eso exige seguridad jurídica, es decir, defensa de la legalidad. Saltarse el método no es en principio conforme a la democracia. Pero puede suceder que una forma esté anquilosada y que haya una explosión popular que rompa con esa norma. Para evitar eso, una de las fórmulas es establecer un sistema de reforma de las leyes que permita adaptarlas a la evolución de los tiempos. Pero, en tanto exista esa norma, yo siempre me defino a favor del respeto de los métodos establecidos, denunciando que no son compatibles con los tiempos actuales si es así.

-- ¿Cuando algo explota y se salta esa norma puede hablarse en teoría política de una revolución?

Una revolución o quizá mejor una ruptura. La revolución implica también cambios profundos de valores. Una ruptura es un cambio de métodos, de estructuras.

-- ¿Por qué hoy es tan difícil en todo el mundo democrático crear esos grandes consensos que usted siempre defiende?

Porque estamos en situaciones de crisis. Las viejas estructuras ya no sirven y están por surgir las nuevas. Al entrar en crisis los valores entra en crisis también el consenso básico. Tras la Segunda Guerra Mundial había grandes consensos básicos. A partir de la caída del Muro, hemos entrado en un proceso radical de cambios y las estructuras democráticas no están preparadas para asumirlos. El problema además es que antes los cambios afectaban a un Estado, pero ahora son a escala global, lo que complica mucho la situación. Para un analista político, vivimos una era histórica apasionante, aunque, desde el punto de vista práctico, genera momentos muy difíciles.

-- La Constitución europea ha propiciado un consenso bastante amplio. ¿Le parece un texto digno de ser apoyado?

Si nos planteamos si se trata de un gran paso para que Europa dé grandes avances democráticos, creo que no. Si lo que nos planteamos es si supone un paso, y seguramente de no retorno, hacia unos nuevos valores, la respuesta es sí. A mí el texto me ha defraudado bastante si tengo en el horizonte las expectativas generadas al principio. Pero tiene avances bastante importantes en orden a configurar esa nueva realidad europea.

-- ¿Cree usted, como Pániker y otros intelectuales, que cuando se apela a palabras como patria, dios o revolución empiezan los crímenes?

Sí. Todas las grandes palabras, las que se escriben con mayúsculas, me dan miedo: yo añadiría nación, estado... son palabras que, efectivamente, provocan muertos.


TRAYECTORIA

Nació en Urretxu en 1946

Doctor en Derecho, inició su carrera docente en 1978

Hoy es catedrático de Derecho Constitucional de la UPV/EHU

Premio Euskadi de Investigación en Ciencias Sociales y premio Eusko Ikaskuntza. También ha ganado el Anagrama y el Nacional de Ensayo, así como el Jovellanos

Obras: Autor de varios libros, entre ellos 'La democracia en la encrucijada' y 'La democracia planetaria'.

(publicado el 07-02-2005 en El Correo)


«EL ESTATUTO DEBE PACTARSE, EL PAIS NO ESTA PARA GUERRAS»

-- ¿Ha vivido un momento tan crítico para la sociedad vasca como el actual?

Sí. Se ha exagerado muchísimo por todas las partes en cuanto a las consecuencias del plan Ibarretxe. Supone un cambio importante, pero creo que no es para tanto. Momento crítico fue 1978, y no digamos la Guerra Civil, o aunque no fueron específicamente vascas, las guerras carlistas. No perdamos perspectiva.

-- ¿Percibe fragmentación en la sociedad?

La sociedad vasca moderna, la del último siglo y medio, no ha estado mínimamente estructurada, no ha tenido un mínimo común denominador. Hay problemas pendientes de relación con España y en cuanto a cómo asentar la convivencia en su interior. El Estatuto palió el problema, pero no terminó de resolverlo. Sería un buen momento para sentarse a reflexionar y, con consenso, resolverlo de cara a las futuras generaciones.

-- Si cesara la violencia, ¿sería partidario de hacer un referéndum sobre el plan Ibarretxe?

Sería partidario de hacerlo con un carácter indicativo; al menos nos señalaría cuáles son las posiciones. Pero lo que no podemos permitir es que el referéndum, en lugar de arreglar las cosas, las estropee más.

-- ¿Y si no fuera legal?

En esas circunstancias, no. Hoy, según la Constitución, el único que puede convocarlo es el presidente del Gobierno central, quien también puede autorizar a la comunidad autónoma la posibilidad de hacerlo. Parece que el presidente del Gobierno no está por el referéndum, así que yo, que soy muy respetuoso con la legalidad, no lo haría. Sin embargo, creo que el presidente del Gobierno acertaría si autorizara a la Comunidad Autónoma Vasca la celebración de ese referéndum.

-- ¿Qué opina de la sustitución del concepto de sociedad vasca por el de pueblo vasco?

A mí me gusta más la palabra sociedad, porque es menos equívoca que pueblo. En una circunstancia normal no está mal hablar de pueblo vasco, lo que pasa es que hay gran confusión y un uso etnicista del término.

-- ¿Qué le parece la distinción entre ciudadanía y nacionalidad?

Hoy en día hay tendencia a separar los dos términos, algo que permitiría abordar el problema de la inmigración. El término ciudadanía es más amplio que el de nacionalidad, y va ligado a unos derechos en tanto seres humanos. Con carácter general, me parece bien la diferenciación. No puedo dar una respuesta concreta respecto de cómo se establece en el plan Ibarretxe.

-- ¿Qué salida ve tras el rechazo del Congreso al plan Ibarretxe?

Creo que no va a pasar nada desde el punto de vista práctico. Habrá mucho fuego artificial hasta las elecciones, y luego no quedará más remedio que sentarse a negociar y consensuar un texto a partir de éste, o de otro, o de uno completamente nuevo. El Estatuto debe reformarse, pero siempre sobre la base del consenso entre dos sensibilidades: la nacionalista y la no nacionalista. Este país no está para guerras.

-- ¿Hay terreno suficiente para un acuerdo?

Por supuesto. Nuestro problema es menor que el del Ulster, o el de Irak. Es relativamente sencillo: hace falta un 80% de voluntad política y un 20% de inteligencia política.

-- ¿Qué pasaría si un día hay en Euskadi un Gobierno no nacionalista?

Nada. La democracia es alternancia. Supongo que el nacionalismo se subiría por las paredes y algunos nacionalistas dirían que 'nos están robando la casa del padre'. Ya sabemos que eso no es así. Alternancia y adelante. Es ley de vida de la democracia.

(publicado el 07-02-2005 en El Correo)


« anterior
siguiente »

© 2014 - 2019 Basque Heritage Elkartea

Bera Bera 73
20009 Donostia / San Sebastián
Tel: (+34) 943 316170
Email: info@euskalkultura.eus

jaurlaritza gipuzkoa bizkaia