euskalkultura.eus

diáspora y cultura vasca

Noticias rss

Gernika: Un horror experimental

26/04/2005

PUBLICIDAD

Se cumplen este martes 26 de abril 68 años desde que la aviación nazi al servicio del general Franco bombardeara la villa de Gernika, localidad símbolo para los vascos de sus libertades y su identidad como Pueblo. Lugar exento de importancia como objetivo militar y desprovisto de defensas, fue arrasado por los aviones nazis con el beneplácito del ejército fascista en un día de mercado, cuando labradores y baserritarras se reunían para vender sus productos en un ataque que sirvió a los nazis como banco de pruebas de armamento, tácticas y sistemas que más tarde emplearían durante la Segunda Guerra Mundial. Desde Argentina, Federico Borrás Alcain, presidente de la Asociación Vasca Urrundik de Paraná, evoca y efectúa una reflexión sobre aquel aciago día desde entonces señalado en la historia de los vascos.
Por Federico Borrás Alcain

El 26 de abril de 1937, era un lunes de mercado en la villa vasca de Gernika. La ciudad es un lugar sagrado. Allí se encuentra el Árbol de Gernika, símbolo de las libertades del Pueblo Vasco, ante cuya sombra los monarcas juraban respetar las milenarias libertades de los euskaldunes, costumbre que se remonta al año 1317. Bajo ese árbol, los representantes del Pueblo se reunían en juntas, y según escribiera Rousseau, “siempre toman las decisiones más justas”.

Pero ese lunes no sería un día más para Gernika, ni para el resto de la humanidad. Pasadas las cuatro de la tarde, la villa sufriría la primera destrucción masiva contra una población civil indefensa producto de un bombardeo aéreo que registra la historia.

Sus responsables: la Legión Cóndor, enviada por Adolfo Hitler a la Península Ibérica días antes del ataque, en auxilio de su aliado español Francisco Franco, e integrada por 5.000 hombres al mando de los más modernos aviones de guerra de la época. El escuadrón servía de cobertura aérea en la ofensiva del general Mola contra el País Vasco, en el marco de la Guerra Civil española.

Durante más de tres horas y media, los aviones de la Legión Cóndor arrojaron más de 10.000 kilos de bombas explosivas, 30.000 kilos de incendiarias, en tanto los cazas ametrallaban a los aterrados pobladores que intentaban huir de la masacre. La ciudad quedó convertida en cenizas y, aunque los historiadores no se ponen de acuerdo en la cifra de muertos, se calcula que unas 2.000 personas pudieron perder la vida ese día.

El ataque se desarrolló con total impunidad, ante la ausencia en la ciudad de toda artillería antiaérea. Según los partes de guerra del propio Cuartel General del Generalísimo “Guernica no constituía en ningún momento objetivo militar para la Aviación nacional” (1).

¿Cómo se puede explicar entonces tanta barbarie? En verdad, la ciudad cumplió indirectamente con un objetivo militar, aunque no en el sentido en que pueda pensarse inicialmente. Gernika sirvió como un ejercicio táctico para la Luftwaffe, una prueba de armas y de técnicas que después utilizaría Alemania en la Segunda Guerra Mundial (2).

El propio mariscal Herman Goering lo reconoció en el juicio de Nuremgerg en marzo de 1946, al afirmar que representó “una oportunidad para poner a prueba a mi joven Fuerza Aérea (...) así como para que mis hombres adquieran experiencia”. El corresponsal inglés Steer, entre otros muchos analistas, sostiene que el objetivo del bombardeo era desmoralizar a la población civil, atacando una ciudad símbolo para el Pueblo Vasco. El argumento bien puede enlazarse dentro de la blitzkrie aérea alemana, que combinaba no solo bombas rompedoras, incendiarias y ametrallamiento, sino también, como no, el terror.

Y esta simbología de una villa sagrada no la podían ignorar los aliados franquistas de los alemanes.

La experiencia realizada en Gernika fue tan “exitosa”, que los pilotos de la Legión Cóndor utilizaron esos mismos sistemas de bombardeo en la guerra aérea rápida sobre Francia, Grecia, Creta o Yugoslavia. En premio al sistema probado en Gernika, el jefe de Estado Mayor de la Legión, el teniente coronel Wolfram von Richthofen (primo del mítico Barón Rojo muerto en combate en la Primera Guerra Mundial) fue promovido por Hitler al puesto de mariscal de campo.

Wilson Churchill lo diría mejor que nadie: “Gernika fue un horror... experimental”.

En el colmo de la desfachatez, Franco acusó a los propios vascos de la destrucción de la ciudad. Debieron pasar 60 años para que en 1997 Alemania reconociera oficialmente su participación en la masacre y pidiera perdón a Gernika, en un noble gesto de reconciliación entre los pueblos. Los franquistas, en cambio, nunca lo hicieron.


(1) Parte fechado en Salamanca, el 28 de abril de 1937
(2) Leguineche, Manuel. “Gernika: un horror experimental”. Ed. Iparraguirre SA


« anterior
siguiente »

© 2014 - 2019 Basque Heritage Elkartea

Bera Bera 73
20009 Donostia / San Sebastián
Tel: (+34) 943 316170
Email: info@euskalkultura.eus

jaurlaritza gipuzkoa bizkaia