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Fusilados donostiarras de 1936 podrían estar enterrados en Ulia; vecinos de Donostia anuncian para el 16 de octubre un homenaje en ese monte (en Gara)

06/10/2005

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Donostia-San Sebastián. El monte Ulia de la capital guipuzcoana podría albergar una fosa común de fusilados en la guerra del 36. Esta posibilidad se desprende de un informe elaborado por Aranzadi basado en el testimonio de testigos de la época. Según la sociedad, lo que sí se puede asegurar es que Ulía fue uno de los enclaves donostiarras en los que hubo fusilamientos.

Las inmediaciones de la rotonda situada en el monte Ulia de Donostia podrían albergar una fosa común de personas fusiladas por las tropas franquistas durante la guerra del 36, según un informe de la Sociedad de Ciencias Aranzadi basado en el testimonio de testigos de la época. Según informaron desde Aranzadi, el cura párroco de Mariaren Bihotza, Patxi Muguerza, les comunicó hace unos años el lugar en el que fueron fusiladas varias personas, algunas de las cuales pudieron ser inhumadas en ese mismo sitio.

El médico forense Francisco Etxeberria, presidente del departamento de Antropología de Aranzadi, aseguró ayer que existen datos históricos que confirman que el alto de Ulia fue uno de los enclaves utilizados para los fusilamientos durante la guerra del 36, al igual que otras zonas de la capital guipuzcoana, donde se calcula que fueron ejecutadas más de 300 donostiarras en lugares como el Puente de Hierro, Ondarreta o Bidebieta.

Explicó que Aranzadi elaboró en 2003 un informe tras una petición formulada por Patxi Muguerza, quien les puso en contacto con vecinos de Ulia que presenciaron ejecuciones. «Una familia que vivía al final de la carretera de Ulia relató cómo un día tras otro veía llegar las camionetas en las que transportaban a los presos, que luego eran asesinados. Aseguró también que recordaba haber visto excavaciones», señaló.

Etxeberria aclaró que, pese a que la existencia de ejecuciones está contrastada, es difícil determinar si realmente existe una fosa común en Ulia, ya que a muchos de los fusilados en Donostia se les trasladaba a los cementerios de Polloe y Altza o al de la localidad de Hernani.

Agregó que «ahora el paisaje está modificado, hay una glorieta, una zona ajardinada y un camino asfaltado que lleva hasta una casa, por lo que es complicado ubicar con exactitud el lugar que describen los testigos». Por esta razón, Aranzadi «no ha dado el paso de proceder a la excavación», que no se llevará a cabo «a no ser que se empeñen las familias, que tienen todo el derecho», en cuyo caso se desarrollaría una «prospección arqueológica», aunque «sin garantías», según adelantó el forense.

«Las auténticas víctimas»

Vecinos de Ulia, junto con ciudadanos de barrios como Ategorrieta, Intxaurrondo, Bidebieta y Trintxerpe, han decidido celebrar el 16 de octubre un acto en recuerdo a los fusilados en ese monte, según informaron los organizadores, que comparecieron junto a Celestina Zabala y María Teresa Lasalle, hijas de dos fusilados republicanos. «Será un acto de desagravio de las auténticas víctimas, esas que no viven del victimismo», afirmaron.

Además del homenaje, que tendrá lugar a las 12.00 en la rotonda de Ulia, el día 13 habrá una conferencia en la casa de cultura de Okendo, a las 19.30.


«No podías ni decir que lo habían matado»
María Teresa LASALLE | Hija de fusilado

A su padre lo fusilaron cuando sólo tenía seis años. Se llamaba Jorge, tenía 41 años y era herrador de oficio. «Le advirtió a mi madre de que la situación se estaba poniendo muy fea, por lo que le dijo que lo mejor era que fuéramos todos a Amorebieta-Etxano, que era el pueblo de mi madre, y que él ya se reuniría más tarde con nosotros», recordó María Teresa Lasalle.

«Mi padre vino dos veces a visitarnos en los meses que estuvimos allí, hasta que no supimos más de él. Le debieron de coger y llevar al cuartel de Ondarreta, donde ‘le dieron la libertad’ a los dos días», señaló.

Agradece el homenaje que recibirán el 16 de octubre en el monte Ulia, al estimar que es una nueva oportunidad para sacar a relucir todo lo que pasó en la guerra del 36. «Antes no podías ni decir que habían matado a tu padre, igual te llevaban a la cárcel. Ahora, por lo menos, se puede decir. Aunque tampoco mucho», remarcó.


«Se lo llevaron cuando estaba en la Concha»
Celestina ZABALA | Hija de fusilado

Cuando detuvieron y fusilaron a su padre, Celestina Zabala tenía 11 años y su hermano Narciso ocho. Su padre se llamaba Millán, tenía 55 años y era sereno de comercio del Ayuntamiento de la capital guipuzcoana. La familia vivía en Intxaurrondo en aquella época. «Según le contaron a mi madre, se lo llevaron cuando estaba en la barandilla de la Concha. A partir de ese momento, ya no supimos nada más de él», explicó. «A las horas, vino la Policía a registrar la casa. Allí nos encontrábamos yo, mi hermano y mi madre. Se llevaron la pistola de mi padre, que la tenía por su trabajo de sereno, un baúl lleno de ropa blanca y una cámara fotográfica», recordó.

«Al día siguiente, mi madre salió a la calle a ver si encontraba a su marido. Y no lo encontró por ningún lado. Por mediación de un sereno de Donostia nos describieron cómo lo habían cogido. Nos dijeron también que creían que estaba en el cerro de San Bartolomé», prosiguió.

(publicado el 06-10-2005 en Gara)


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