diáspora y cultura vasca
16/09/2010
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Roseville, California, EEUU. Erramun Caballero nacía el 6 de diciembre de 1937 en Ezterenzubi, en el seno de una familia que había llegado a esta localidad bajonavarra huyendo del levantamiento armado de Franco y de la guerra. Eran años duros, que también en Iparralde serían complicados al estallar la Segunda Guerra Mundial y llegar los alemanes hasta Lapurdi y la Baja Navarra.
Erramun se graduó en la universidad de la vida, y ya de muy joven se desplazó para unrse a sus hermanos talando árboles. Su amigo Mattin Etxamendi recuerda en este punto el dicho de que "no hay mejor instructor que la propia necesidad". Recuerda asimismo cuando un jovencito Erramun apareció en el pueblo con una hermosa bicicleta, orgulloso de ella porque era fruto de su esfuerzo y sudor realizando la labor forestal antes referida. En aquella época correría incluso diversas carreras como ciclista con un equipo de Mont-de-Marsan.
Cuando en esta última etapa, estando ya postrado, alguien le mentaba esa incursión en el mundo ciclista, se le iluminaban los ojos. Era muy aficionado al deporte, sobre todo a la pelota a mano. ¡Cuántos partidos no jugó en la cancha de la euskal etxea de San Francisco! Participó asimismo en frontones diversos en campeonatos de NABO. Guardaba un excelente recuerdo de esos momentos, acontecidos mientras se ocupaba de sacar adelante su familia.
Pero en ocasiones la vida golpea, como en este caso, en que quien un día era un trabajador normal y un hombre atlético que corría tras la pelota, al día siguiente quedaba confinado a una silla de ruedas. Un accidente en el trabajo, cuando trataba de salvar a un compañero, tuvo la culpa. Llegarían años oscuros y difíciles. Aunque tras unos años iniciales bien duros, supo hallar el ánimo y las fuerzas para salir del agujero.
Comenzó a acudir a un lugar no lejos de casa donde se reunían gentes que estaban como él en silla de ruedas, a abrirse y aprender con ellos. Pronto se hizo querer. Practicaban manualidades y se ocupaban de diferentes maneras. Llegó a ayudar a otros, de tal manera que un diario publicó un artículo en el que se elogiaba su labor.
En la última fase, su enfermedad comenzó a vencer y fallecía tras muchos sufrimientos.
Tuvo los funerales que se merecía. Acudieron gran cantidad de amigos, algunos de ellos desde lugares lejanos, para rendirle un último homenaje. Su amigo y paisano también ezterenzubitarra Johhny Kurutxet le dedicó unos emocionados bertsos de despedida.
Deja mujer, hijo y nietos, a quienes hacemos llegar nuestras más sentidas condolencias.
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