diáspora y cultura vasca
18/09/2009
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San Diego, California, EEUU. Aita Patxi Aldasoro ha muerto en silencio en California, afectado en los últimos seis años por una trombosis que le había privado del habla, aunque no de la memoria. Nacido en la localidad de Mutiloa, en el Goierri guipuzcoano, su vida transcurrió básicamente en Estados Unidos, donde residió 55 de los 87 años que tenía. Fue el segundo cura enviado desde el País Vasco a Boise al objeto de atender a los feligreses vascos locales en su propia lengua y realizó esa labor durante algo más de cinco años, entre 1954 y 1959. Tras ello y debido a que el clima de Idaho influía negativamente en su salud, tuvo que dejar la zona para asentarse en el sur californiano, donde trabajó en diversas parroquias y destinos --desde 1968 adscrito a la Diócesis de San Diego-- hasta que una intervención cardíaca en enero de 1990 le llevó a jubilarse en julio de ese mismo año, para residir posteriormente en Escondido. En julio de 1999, NABO le entregó, junto a los demás sacerdotes enviados por las diócesis vascas a Estados Unidos como capellanes de la comunidad vasca norteamericana, una placa de reconocimiento, en el transcurso de la Aste Nagusia y NABO Convention de Reno. Al año siguiente participaría asimismo del Jaialdi de Boise. Golpeado por una trombosis en 2003, quedó parcialmente imposibilitado y perdió el habla. Si bien nacionalizado estadounidense, en todos estos años nunca perdió su relación con su familia en Euskal Herria, de tal modo que su hermano Jexux y su sobrino Josu recién le habían visitado el pasado mes de julio en California.
No fue aita Patxi el primer amerikanoa de su familia. Antes que él su padre y tíos emigraron al Oeste, si bien su padre retornaría al cabo de los años a Mutiloa. No así sus tíos, por lo que tenía familia y primos carnales en Colorado, Utah y Idaho. Este hecho influiría más tarde en su emigración a Estados Unidos, cuando contaba 32 años de edad, tras una estadía de más de dos años en Cuba.
Patxi Aldasoro Iparragirre --en los papeles Francisco Aldasoro Iparraguirre-- nació en Mutiloa, Gipuzkoa, el 21 de noviembre de 1922. Llevó a cabo sus primeros estudios en la vecina localidad de Segura y en 1934 ingresó en el Seminario de Saturrarán; más tarde --en tiempos de la guerra civil española-- pasó a los de Bergara y Vitoria-Gasteiz. Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1947 por el obispo Carmelo Ballester. Su primer destino le llevó hasta Villabuena de Alava y Baños de Ebro, entre 1948 y 1950; y el segundo a San Miguel de Vitoria, años 1950-51. Tras ello, realizó unos cursos en Pamplona y Madrid, de preparación para desempeñar su labor en América, después de lo cual partió hacia Cuba, inicialmente a La Habana, aunque una vez en el país le destinaron a Santiago, primero a la Virgen del Cobre, después a la catedral de Santiago y, finalmente, a San Andrés de Guabasiabo.
Residiendo en Cuba recibió una carta de su familia de Utah/Colorado (EEUU) comentándole la posibilidad de incorporarse a Idaho como capellán de la colonia vasca en Boise. Ya en 1910 el obispo Glorieux de Boise había solicitado a su homólogo vasco de Vitoria el envío de un cura euskaldun que pudiera atender en euskera a la creciente población vasca local. Ello motivó la llegada en 1911 a la capital idahoense de un primer sacerdote, el tolosarra aita Bernardo Arregui, que cumplió con ese cometido por unos años. Después de él ho hubo más curas vascos hasta la llegada de Patxi Aldasoro. Informado por la familia del mutiloarra de la existencia de un nuevo candidato, el obispo norteamericano solicitó la incorporación de aita Aldasoro, por lo que el pater mutiloarra llegaría a su nuevo destino en Boise el 5 de marzo de 1954, tras una escala de unos días en el rancho de sus tíos en Price, Utah.
En Idaho, aita Patxi ejerció de capellán de los muchos vascos que residían en aquellos momentos, tanto en la capital y otras ciudades del Estado, como de quienes trabajaban de pastores en los montes y las sierras que abundan en la zona. Aquel joven cura de 32 años residía en la catedral católica de Boise y, en función de la estación del año, su programa consistía entre semana en visitar cada noche un campamento diferente de pastores, y los fines de semana quedarse a atender a los residentes en la ciudad. Oficiaba una misa mensual en euskera en la catedral. Para sus desplazamientos, la comunidad vasca realizó una colecta con cuyo producto adquirieron para él un chevrolet, que le hicieron entrega a los dos meses de su llegada a Boise. En los campamentos, se reunía con los pastores de cada zona al anochecer, en torno al fuego; allí compartían noticias, hablaban de cosas de América y del hogar dejado atrás en Euskal Herria, para finalizar la velada con una misa. Aita Patxi llevaba asimismo un cuaderno, en el que apuntaba los nombres y fechas de cumpleaños de sus feligreses, a cada uno de los cuales enviaba por correo en el día correspondiente una felicitación y un bertso escrito por él mismo. Cada día depositaba en el correo 8-10 postales de éstas.
Aita Patxi permaneció cinco años en Boise. El clima de esa zona del país le perjudicaba la salud, por lo que hubo de mudarse, haciéndolo al sur californiano. Aquí, ejerció su ministerio en la iglesia de St. Didacus en San Diego hasta 1966, en el Hospital de San Bernardino hasta 1976 y en Our Lady of Guadalupe, en El Centro, hasta 1983, para finalizar en Our Lady of Mt Carmel, en San Ysidro, hasta 1990. En enero de ese año fue objeto de una severa intervención cardíaca, tras lo cual tomaría el retiro en julio, para pasar a residir a la cercana localidad de Escondido.
Ya jubilado, vivía una vida tranquila, en la que le gustaba cuidar su jardín y árboles frutales. Estaba de hecho muy orgulloso de los productos de su huerta y gozaba con ello. Aunque nacionalizado americano y con planes a todos los efectos orientados a éste, su país de adopción, procuraba viajar cada dos años a su localidad natal de Mutiloa, y llamaba semanalmente por teléfono a sus hermanos en Euskal Herria.
En julio de 1999 la Federación de Entidades Vascas Norteamericanas (NABO) le hizo entrega --junto al resto de sacerdotes enviados a lo largo de la segunda mitad del siglo XX por las diócesis vascas con el cometido de ser capellanes de las comunidades euskaldunes del Oeste-- de una placa de agradecimiento, en el transcurso de la Euskal Astea de Reno. Aita Patxi era una persona discreta, no demasiado amiga de homenajes, y costó que accediera a recibir la placa, pero finalmente se hizo presente. El verano siguiente, en 2000, visitó a sus antiguos parroquianos de Idaho y tomó parte del Jaialdi de Boise.
Patxi Aldasoro fue un hombre bueno. Tranquilo y reposado, además de las amistades que cultivó en Estados Unidos, nunca descuidó o interrumpió su relación con su familia en Euskal Herria. Aquí y allá, ayudo a quien pudo. Tras quedar sin habla en 2003 a consecuencia de la trombosis, los términos se invirtieron, y ha sido desde entonces su hermano más joven, Jexux, quien cada semana se ha ocupado de llamarle, para compartir con él historias, noticias y recuerdos que él, aunque sin poder responder, ha escuchado y seguido con avidez.
Precisamente hace apenas dos meses, este pasado mes de julio, habían viajado su hermano Jexux y el hijo de éste, Josu, a California, para compartir en persona unas semanas con su tío y hermano. Fueron unos días y momentos álgidos para aita Patxi, que más tarde han resultado ser unas jornadas de alegre despedida, entre bromas y sonrisas. Mila esker, aita Patxi. Goian bego.
(Un oficio en su recuerdo tendrá lugar el domingo 27 de septiembre en la iglesia de Mutiloa, a las 13:00 horas)
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