diáspora y cultura vasca
02/11/2010
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Madrid, España. Le encanta el patxaran. Y el arte de Oteiza y de Chillida. En el regazo descansan sus apuntes de euskera. Acude cada día al euskaltegi, ya va por el segundo curso y su objetivo es vivir algún día en Donostia o en Iparralde. "Baiona me encanta", dice abriendo mucho los ojos. Hasta aquí todo normal, habitual. Aficiones, gustos y ocupaciones que perfectamente podrían corresponder a una chica del País Vasco. Pero es que Yoshino es japonesa y vive en Madrid. Y está "enamorada" de Euskadi, de sus gentes y sobre todo, de su lengua. Esta joven de 38 años y procedente de Tokio, es uno de los alumnos extranjeros del euskaltegi de la Euskal Etxea de Madrid, en cuyas aulas, los baldintzak, los aditz laguntzaileak y el nor-nori-nork suenan diferentes, envueltos en acentos exóticos y procedentes de tierras lejanas. Suramericanos y asiáticos se mezclan en las tres aulas de este euskaltegi no sólo con vascos que residen en la capital de Estado, sino también con un nutrido número de madrileños que se sienten atraídos por el euskera.
¿Y qué es lo que impulsa a una japonesa, a un chino, a una chilena, a una rusa o a un madrileño a estudiar euskera? "Hay algunos que tienen alguna raíz en Euskadi, y una gran mayoría se han enamorado de algún vasco o vasca y quieren conocer el idioma que habla su pareja en casa. Y hay muchos extranjeros que se acercan por curiosidad", explica Errukiñe Olaziregi, una de las tres profesoras de este euskaltegi que cuenta con la friolera de 128 alumnos y que recibe subvenciones de HABE. "También hay muchos jóvenes que escuchan rock euskaldun y quieren entender las letras de Kortatu o Negu Gorriak", añade. "En los niveles más altos hay sobre todo gente vasca que ha estudiado en Euskadi y que lo retoma aquí", afirma Errukiñe, una donostiarra que vive en Madrid desde los 12 años.
Así, una japonesa, un chino, una chilena, una madrileña y un gasteiztarra cuentan a Deia qué les ha movido a estudiar euskera a la sombra de la Cibeles.
Yoshino era periodista en su Tokio natal. Allí asistía a clases de flamenco y acabó afincada en Madrid, donde trabaja en una agencia de viajes japonesa. Se enamoró del País Vasco tras un viaje a Donostia y a Iruñea y una vez que aprendió bien el castellano se metió de lleno con el euskera, una lengua que no le parece especialmente difícil. "Me habían dicho que el euskera es muy parecido al japonés gramaticalmente y es verdad", asegura esta japonesa que se relame pensando en la gastronomía vasca. Hace apenas un par de semanas, Yoshino subió al monte Txindoki. "El Txindoki me llamaba, me llamaba...", cuenta expresiva Yoshino, que esperaba encontrarse en la nublada cima con la mismísima Mari. "¡Me encanta la mitología vasca!", concluye.
Yu Zeng dejó su China natal hace cinco años y se asentó en Madrid para perfeccionar su castellano, ya que hizo la carrera de Traducción e Interpretación. Actualmente ejerce su profesión en un agencia de adopciones, y hace apenas un mes que ha aterrizado en el euskaltegi para aprender euskera, una lengua que le parece "un poco difícil". "Los verbos en español acaban en ar, er, ir. Pero en euskera no hay nada de eso. ¡Y hay muchos sufijos!", explica Yu con su perpetua sonrisa, amable y tímida. Yu siente mucha curiosidad por la cultura y la lengua vasca. Este interés nació después de viajar un par de veces a Iruñea, en plenos Sanfermines. "¡Allí hay un ambiente muy loco!", dice riendo Yu, que también conoce Donostia.
En muchas ocasiones, el círculo familiar y de amistades de estos alumnos no comprende esta querencia por aprender euskera. Ese es el caso de Yu. "A mis amigos les parece que estoy totalmente loco", ríe. "Dicen que, como todas las personas en el País Vasco hablan español, no tiene sentido aprender euskera", explica. "Ellos piensan que es más útil estudiar francés, italiano o portugués, porque hay negocios entre China y Francia y Brasil. Pero el euskera es más interesante para mí", subraya.
'Dulce y melódico'
El sosiego y los ademanes tranquilos de Yu contrastan con la espontaneidad y la locuacidad de Claudia Weitzman, una chilena que aterrizó en Madrid hace nueve años para estudiar y trabajar y se ha quedado atrapada en esta ciudad. Claudia estudió en su país Administración de Empresa y Teatro, continuó en Madrid con su formación y actualmente trabaja de camarera o dependienta, a la espera de que salga algo en lo suyo. Estudia euskera porque sí. Porque le da la gana. Porque está en un momento de su vida en el que hace las cosas que le llenan y que le gustan. Y el euskera le gusta. Mucho. Su primer contacto con esta lengua fue en la Escuela de Artes Escénicas, en Madrid. Allí tenía una compañera donostiarra y Claudia se quedaba embelesada cada vez que le oía hablar por teléfono en euskera con su familia "Me parecía que sonaba muy bonito al oído, muy melódico, muy dulce y le pedía continuamente que me enseñara palabras", explica Claudia. Unas vacaciones se escapó a Donostia. Una vez allí, se bajó del autocar, miró a su alrededor y se dijo: "Esta es la ciudad en la que quiero vivir". Asegura que se enamoró de las gentes de esas tierras del norte, de la gastronomía y de sus paisajes, que le recuerdan a los del sur de Chile. Su relación con un chico vasco le reafirmo en su querencia por el euskera y, empeñada en aprenderlo, se bajó un curso de internet para estudiar por su cuenta, pero se vio desbordada y se matriculó en este euskaltegi, donde cursa el segundo año. "Me llamó la atención que era una lengua muy arraigada a la naturaleza, a la tierra, una lengua superantigua", resalta. Claudia dice que a raíz de comenzar a estudiar euskera ha empezado a interesarse por la lengua mapuche, una de las lenguas indígenas de su país.
El euskera también tiene tirón para las gentes de Madrid. Lara Sierra, de 30 años, es una madrileña con orígenes asturianos que estudia la lengua de los vascos a raíz de conocer a un grupo de gente de Orio. "Ellos están encantados con que aprenda euskera. Son los únicos a los que no les pareció raro que estudiara este idioma", explica Lara. Esta madrileña también resalta el hecho de que su entorno no comprenda su empeño por conocer este idioma. "La gente no lo entiende porque aquí no tiene utilidad", afirma. Lara se ha dejado seducir por el euskera. Le gusta lo que tiene de misterioso, no saber cuál es su origen, que se pierde en la lejanía de los tiempos. El mayor problema para Lara radica en que en Madrid no puede incorporarlo a su día a día.
Andoni Oporto es un gasteiztarra que ejemplifica el otro sector de alumnos que acude a este euskaltegi: los vascos residentes en Madrid. Andoni se fue a la capital del Estado para ampliar sus posibilidades profesionales como diseñador de páginas web. Ya estudiaba euskera en Gasteiz y se enganchó a las clases en Madrid. Ahora está en el quinto curso. "Lo que más me sorprendió es encontrarme con gente de otras partes del mundo y de Madrid que quisieran aprender euskera", explica. "En Euskadi hay muchos que se apuntan porque en sus trabajos les requieren un perfil lingüístico. Aquí la gente se apunta porque le gusta. Es otra motivación", dice.
irakasle y actriz No ha renunciado en absoluto a su sueño de trabajar como actriz pero, hoy día, Yannick Vergara disfruta como profesora del euskaltegi de la Euskal Etxea de Madrid. Después de trabajar tres temporadas en la serie Goenkale, y de dar clases en un euskaltegi de Bilbao, Yannick partió a Madrid para ampliar sus posibilidades en el mundo de la interpretación. "Las producciones son cada vez más escasas en Euskadi y cuando no hay más toca buscarse la vida de otra manera", explica. Así que, por las mañanas Yannick estudia teatro y por las tardes imparte estas clases de euskera. "Me sorprendió y me encantó ver que la cultura vasca interesa más allá de nuestras fronteras", asegura esta actriz de ojos expresivos.
Yoshino, Yu, Claudia, Lara y Andoni. Cinco orígenes. Cinco historias. Cinco acentos. Cinco maneras de amar, aprender y vivir el euskera.
(publicado el 31-11-2010 en Deia)
-Página web Euskal Etxea: www.euskaletxea-madrid.com
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