Yolanda Veiga/Amorebieta, Bizkaia. Fue casualidad. Eso y que no conocía la idiosincrasia del país. Porque A'gota Blanka Krizsàn (Hungría, 25 años) eligió Sevilla y Plentzia como destinos para mejorar su castellano. «El primer día que llegué a Andalucía llamé a mi madre por teléfono: 'Hola, estoy en un sitio donde son españoles pero no hablan español'. ¡Y es que el primer mes no les entendía nada a los sevillanos! Después de casi medio año estudiando allí vine a pasar el verano a Plentzia, a trabajar de niñera, y volvía a llamar a mi madre: 'Ahora resulta que estoy en un sitio donde no son españoles pero hablan castellano'» (risas).
Blanka rescata la anécdota en un castellano más que aceptable, aunque está licenciada en Filología Alemana. Ahora anda a vueltas con el euskera, peleándose «con los demostrativos» y el «nork». Es una de las tres extranjeras entre el grupo de 80 alumnos que pasan el verano estudiando euskera en el barnetegi de Zornotza. También hay una chica italiana y Christian Hahne, un alemán de 26 años que atiende en un castellano casi perfecto. Podría hacerlo en euskera porque ya tiene nivel para defenderse y algo más. Estudió Filología Inglesa y además de castellano, habla «un poco» de portugués, catalán y euskera. En nuestra lengua le inicio Unai (Lauzirika), un chico de Lekeitio que da clases de euskera en la Universidad de Alemania donde estudia Christian (ahora está haciendo Traducción). «Allí hay clases de gallego, catalán y euskera. Yo empecé con el catalán pero el profesor que me enseñaba lo dejó porque decidió hacerse monje. En la fiesta de despedida que hicimos en su honor apareció Unai repartiendo folletos de un curso intensivo de euskera en febrero. Como en Alemania febrero y marzo son meses de vacaciones para los universitarios, me apunté». Ahora es capaz de reconocer una canción de Gatibu con los primeros acordes.
A'GOTA BLANKA KRIZSÀN
Lugar de origen: Hungría
Estudios: Filología Alemana
Conexión con Euskadi: «Veía capítulos de 'Vaya semanita' en la web de ETB y busqué en YouTube música en euskera. Me encantan Su Ta Gar y Basaki»
CHRISTIAN HAHNE
Lugar de origen: Alemania
Estudios: Licenciado en Filología Inglesa. Ahora estudia Traducción del castellano al alemán
'Parecidos razonables': «Allí tenemos un deporte parecido al de serrar troncos. La diferencia es que aquí le ponen más dedicación» (risas)
Música: «Me gustan Gatibu, Ruper Ordorika...»
Suena (Gatibu) en el rato de descanso que tienen a media mañana los alumnos del barnetegi de Amorebieta, entre ellos un chico de Valladolid que repite experiencia. Durante julio y agosto el centro organiza cursos intensivos de quince días con ocho horas de clases diarias que solo interrumpen un recreo de media hora a las once y media y la comida a mediodía (una hora). A las 18.30 horas acaban y entonces los estudiantes se acercan al pueblo (está a unos buenos diez minutos andando por un sendero que arranca de una zona de arbolado preciosa) o participan en las actividades que organiza el barnetegi, desde zumba a autodefensa o bertsolaritza. «Yo tengo que confesar que me echo la siesta después de clase. Comparto habitación con otros tres chicos y dos roncan así que no duermo muy bien por las noches», se ríe Christian.
Blanka no tiene ese problema. Y tampoco otro que suele padecer durante los veranos en Hungría... el calor. «Allí están a 38 grados, es demasiado calor. Así que voy a echar de menos la lluvia de aquí». «Sirimiri», le corrige el compañero, y señala la ventana. Cae una lluvia fina que no durará más que un cuarto de hora y refresca el termómetro hasta los 20 grados que a mediodía serán algunos más con el sol.
Es la primera experiencia en el barnetegi para los dos (empezaron el día 1 y acaban mañana) y han llegado con una beca del Instituto Vasco Etxepare. «Corren con los gastos de las clases y el alojamiento (duermen en el propio euskaltegi), así que solo tenemos que pagarnos el viaje».
La ruta ya la conocían los dos. Blanka porque estuvo de niñera hace tres veranos en un hogar de Plentzia -«la familia buscaba una cuidadora que hablara alemán a los niños y como yo he estudiado Filología Alemana...»- y Christian porque estuvo de Erasmus en Bilbao. «Al principio había elegido como destino Portugal pero a última hora cambié de parecer y me vine a estudiar seis meses a la Universidad de Deusto. Vivía en el barrio de San Francisco y en cuanto hacía bueno aprovechaba para escaparme a la playa de Sopelana. Voy a echar mucho de menos el mar cuando vuelva a Alemania... Bueno, también voy a echar de menos los pintxos, claro».
A propósito de Portugal y del portugués, cuenta una anécdota muy graciosa. «Había estudiado un poco de portugués en la Universidad y coincidió que fui de visita a Barcelona. Al llegar me quedé muy sorprendido y pensé: ¡Qué raro, cuánta gente habla portugués aquí!'. No hablaban portugués, evidentemente. Era catalán pero yo lo confundí porque la pronunciación es parecida, nada que ver con el sonido del castellano o del euskera».
A los dos les encanta la 'musiquilla' del euskera, un idioma del que tenían entre pocas referencias y ninguna. «Lo que más gracia me hace son los 'falsos amigos', palabras que se escriben exactamente igual en húngaro y en euskera pero que significan cosas totalmente distintas. Como 'erre', que en euskera significa 'fumar' o 'quemar' y en húngaro lo empleamos para decir: 'por aquí'. Es algo muy divertido».
El kalimotxo, la conexión entre Euskadi, Alemania y Hungría
Estaban buscando algún punto en común, una conexión entre Euskadi, Hungría y Alemania. Y la han encontrado... ¡en el kalimotxo! Blanka dice que prefiere la sidra porque se cansó del kalimotxo. Lo toman los adolescentes húngaros, la misma combinación de tinto y cola que allí se llama 'vadàsz', «que significa 'cazador'». En Alemania al kalimotxo lo llaman 'Kalte muschi'. «Se pronuncia 'kalte muxi', parecido a la palabra euskaldun, porque precisamente lo importaron unos alemanes que habían estado en el País vasco y descubrieron esta bebida». Explica Christian que lo del nombre se las trae porque es un juego de palabras de dudoso gusto. 'Kalte' significa en alemán 'frío' (sería uno de esos 'falsos amigos' de los que hablaba Blanka porque también existe en euskera y significa 'perjuicio') y la polémica surge con el 'muschi'. Se puede traducir como 'gato' y de otra forma que nos vamos a ahorrar porque la combinación resulta una ordinariez.
¿Alguna palabra o expresión que haya aprendido recientemente y le haya llamado la atención?
Kutxazain automatikoa (cajero automático), ja, ja.
Blanka se acercó al euskera a través de un profesor que enseñaba cultura e historia vasca en la Universidad en Hungría: «Quería estudiar algo diferente». Pero está en el nivel básico, así que no se atreve a hacer la entrevista en euskera. Tampoco en inglés, porque solo lleva estudiándolo cinco meses. «No me gusta el inglés, pensaba que podría evitar estudiarlo, pero me he dado cuenta de que es imposible».
Christian se maneja perfectamente en inglés y más o menos en euskera -«estoy entre laugarren y bostgarren kurtsoa», explica-, por lo que estudió en Alemania y por el Erasmus en Deusto, donde hacía algunas asignaturas en inglés, otras en castellano y alguna en euskera. Además, está en contacto con la Euskal Etxea de Berlín. «Esa euskal etxea, a diferencia de otras, no fue fundada por vascos. La creó un grupo de alemanes que no quería que cayera en el olvido que la Legión Cóndor alemana había bombardeado Gernika. De hecho, allí, junto a la Avenida Española hay una plaza que se llama Gernika. Y también lleva ese nombre una asociación cultural». Así que no le va a faltar con quién seguir practicando el euskera en casa. Blanka lo tiene algo más complicado porque en Hungría lo del euskera es bastante anecdótico, pero ella va a seguir estudiando. Hasta que domine a la perfección los demostrativos.
(publicado originalmente en El Correo)