Joseba Etxarri. Nacido en Montevideo hace 46 años, Enrique Yarza Rovira es uruguayo por los cuatro costados: esto es, un crisol de razas y orígenes. Entre sus ancestros suma desde italianos, catalanes o brasileños hasta indígenas, canarios o vascos. Doctor en Derecho e historiador, desde 1991 dedica una importante parte de su tiempo a la genealogía y ha sido además en un par de mandatos presidente del Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay. Hace unos días presentaba en el Centro Euskal Erria de Montevideo su último libro, que lleva por título (sic) "Un Vasco Anónimo en la Aventura Americana: Testimonio de la emigración de nuestro esquivo antepasado Juan Martín Beracochea a las sierras de Minas (Uruguay)".
La pregunta parece obligada: ¿"Esquivo antepasado" Juan Martín Beracochea?
-Nace de una cierta frustración genealógica. Uno tiende a identificar al inmigrante vasco que llega al Uruguay con un joven de diez y pico que llega solo, que se casa, forma familia y cría y da medios a sus hijos para que se eduquen. Pero he aquí que este vasco antepasado mío nunca quiso casarse, vivió en pareja y tuvo tres hijas con la misma mujer, aunque nunca les dio el apellido. Nunca dijo dónde nació y por más que he indagado no he logrado avanzar sobre él. Lo cierto es que, como digo en el libro, no todos los vascos trascendieron, pero son sin duda parte de nosotros y fundaron familias que hoy forman parte de nuestra sociedad.
Por linea directa paterna desciende usted de vascos de Oñati y Oronoz.
-Mi bisabuelo Manuel de Yarza y Balanzategui, guipuzcoano, llegó al Uruguay en 1842 y se radicó en Minas. Allí casó en 1855 con Josefa Lasarte, navarra nacida en Oronoz. Vivían en un entorno rural, entre paisanos vascos. Mi abuelo, que casó con italiana, hablaba el euskera, aunque lamentablemente falleció cuando mi padre tenía 11 años. Tengo otros ancestros vascos, más lejanos, por diferentes ramas familiares.
¿Cómo nace su interés por la genealogía?
-De joven, en cierto momento de la vida, uno se pone a filosofar y, en mi caso, tendría unos veinte años cuando me hice las típicas preguntas, de dónde vengo, a dónde voy y me di cuenta de que no sabía gran cosas sobre mis orígenes. El único dato que tenía era que mi abuelo había nacido en Uruguay hijo de vascos. Por parte materna --Rovira-- el abuelo de mi abuelo materno nació en Lleida, mientras mi abuela materna era italiana cien por cien. Lo cierto es que en mi universo ancestral los vascos son el grupo más numeroso, con un 29% de mis orígenes, aunque si sumamos todas las actuales autonomías españolas, incluidos los vascos, sumo un 52% de mis ancestros; también tengo un 25% italiano, 12% portugués-brasileño y también sumo ancestría indígena y un remanente que no he podido clasificar bien, en torno a un 10%, de criollos de antigua data, nacidos prácticamente en todos los países de América del Sur, desde Panamá y Colombia hasta Argentina y Chile.
En nuestra cultura solo perdura el apellido paterno...
-Psicológicamente uno le da más valor a su primer apellido, aunque yo siempre digo que es una ficción jurídica, porque en realidad también portamos todos los demás orígenes, están ahí, en nuestros genes.
¿Completar nuestro árbol genealógico es una tarea finita? Tras 25 años de investigación usted lo tendrá bastante completito.
-En la línea en que más lejos he llegado sumo 20 generaciones, pero es cierto, nunca se acaba. Soy consciente de que aun disponiendo de tres vidas me faltaría tiempo para completarlo. Siempre hay más, aparecen nuevos datos, quedan flecos e hilos...
Presentó su último libro hace unos días en Montevideo; en Minas lo hizo el pasado viernes, con el salón igualmente lleno. En pocas semanas le llegará el turno a Buenos Aires y quién sabe cuándo a Euskadi. ¿Alguna presentación prevista en el País Vasco?
-Las presentaciones hasta el momento han sido bien concurridas. Pero tenga en cuenta que, por ejemplo, hablar ante un auditorio en Minas significa que entre los presentes habrá mucha gente de apellidos como Etchepare, Berrueta, Lete, Lujambio, Ezponda, Iriarte, Lasarte, Yarza, Zabalzagaray, Salaberry, Olascoaga, Tellechea, Ibargoyen... Tengo este y otros libros relacionados con los vascos y sin duda ninguna aceptaría encantado presentarlos en el País Vasco y, más aún, publicarlos allá: tendría mucho sentido y me haría mucha ilusión.