“Eman ta zabal zazu munduan fruitua”, se escucha en el himno del Árbol de Gernika. 165 años después de que Iparragirre escribiera estas estrofas, su legado permanece más vivo que nunca. Los retoños del roble siguen aumentando su presencia por todo el mundo. Esta pasada semana, el propio lehendakari Iñigo Urkullu plantó el último retoño en Auschwitz y hoy mismo la presidenta de las Juntas Generales, Ana Otadui, hará lo mismo con otro ejemplar en Bakio, pero en los últimos 22 años se han plantado 66 ejemplares. Sídney, Nairobi, Roma, Montevideo, Washington o Sao Paulo son algunas de las ciudades en las que ha echado raíces el símbolo de la paz y de las libertades vascas. Aitziber Atxutegi firma el artículo en Deia.
Aitziber Atxutegi. Solo el pasado mes de marzo, Ana Otadui ha presidido la plantación de cuatro retoños del histórico árbol: el día 14, en la base central de la Ertzaintza en Erandio; el 17, en la localidad gallega de Narón, y el 18 y el 27, en Zornotza, para conmemorar el 50 aniversario del grupo Udabarri Dantza Taldea y la ikastola Andramari. Desde 1975 se tiene constancia de la entrega de 66 retoños del Árbol de Gernika, en lugares tan distantes como Celaya (México); la Euskal Etxea de Rosario (Argentina); Montalivet (Francia); Nairobi, o el Ayuntamiento de La Garriga, en Barcelona. Se sabe que antes hubo muchos más -los expertos hablan de varios centenares- pero es difícil contar con un registro completo desde que se empezaran a entregar en el siglo XIX. La presidenta afirma que es una investigación que quieren acometer en un futuro. “Queremos saber cuál es nuestro mapamundi de los retoños, saber dónde está la estirpe del milenario Árbol”, avanza.
Los retoños del árbol no se entregan de forma indiscriminada. “Tiene que ser una institución, entidad o asociación que sea significativa, digna y que vele por el interés público, que aporte algo a nuestra sociedad”, explica la presidenta de las Juntas Generales. No se contempla la cesión a particulares y los solicitantes deben garantizar su posterior cuidado y mantenimiento en un espacio público. “No podemos olvidar que es el símbolo más universal del pueblo vasco, un símbolo de nuestros derechos y libertades. A raíz del bombardeo de Gernika, además, se ha convertido en un símbolo universal de paz”, destaca Otadui, quien nunca olvida el “respeto” que se le rinde desde todo el espectro político. “Es querido por todas las ideologías. Todos los partidos políticos vascos, desde el PP o el PSE hasta la izquierda abertzale, Podemos o el PNV realizan sus actos más importantes y simbólicos en torno al Árbol de Gernika”.
Numerosos centros vascos de los cinco continentes cuentan con descendientes del Árbol, como los de San Francisco, Sídney o Córdoba (Argentina). Pero también en lugares especialmente castigados por la guerra, como el campo de concentración de Gurs, en Francia, como homenaje a los vascos encarcelados en la Segunda Guerra Mundial; la localidad catalana de La Garriga, bombardeada por la aviación italiana durante la Guerra Civil, o Sartaguda, conocido como el pueblo de las viudas por el gran número de fusilados durante la contienda. Los aniversarios de centros educativos, asociaciones de danzas o centros de día, entre otros, también han estado protagonizado por la plantación de este ilustre ejemplar. Y no solo plantaciones; el 3 de febrero, Ana Otadui participó en Oñati en el centenario de la llegada del retoño. Una vez autorizadas las donaciones, las Juntas Generales contactan con los solicitantes para fijar una fecha de plantación y posteriormente se les pone en contacto con Basalan, que es la sociedad pública foral encargada de mantener y cuidar los retoños, para informales la fecha de entrega. Normalmente las entregas se realizan a domicilio; Basalan planta el retoño con anterioridad al día oficial, en el que se echan unas paladas simbólicas de tierra. Cada retoño va acompañado de un certificado de autenticidad firmado por la presidenta de las Juntas Generales.
Todos los retoños que se reparten por el mundo y también los que aseguran el relevo generacional en la Casa de Juntas de Gernika tienen un mismo origen: las bellotas del árbol actual y las de sus antecesores. Basalan recoge los frutos del ejemplar -aproximadamente medio millar cada año- y los siembra en un vivero del Txorierri; ahí hay una reserva de casi 3.000 retoños. Todos son menores de seis años; a partir del séptimo, se trasladan a montes forales para que continúen con su crecimiento.
“PLENA ACTUALIDAD” Ana Otadui reconoce que se sigue emocionando cada vez que recibe una solicitud. “Me da mucha alegría porque veo que algo que tiene tantas raíces en nuestro pueblo sigue teniendo plena actualidad. Que diferentes instituciones y asociaciones quieran celebrar sus actos más importantes con la plantación de un retoño es muy gratificante para mí”, admite. “Se está cumpliendo aquello que decía Iparragirre: eman ta zabal zazu. Formamos parte de este eslabón y tenemos que seguir con esa frase: teniendo las raíces en nuestro pueblo pero dando sus frutos en los cinco continentes”. Ella personalmente intenta acudir a todas las plantaciones que puede, acompañada de una representación de los apoderados de la Cámara. “Tratamos de cuadrar agendas y consensuar una fecha. Es un acto muy solemne en los que participo con satisfacción”, explica. Además de los discursos, los asistentes arrojan unas paladas de tierra al nuevo retoño, mientras suena el Gernikako Arbola, se descubre una placa identificativa del ejemplar, se hace entrega del certificado de autenticidad y se baila un aurresku o una danza típica del lugar.
(publicado el 23-04-2017 en Deia)