Iban Gorriti. Biznieto de exiliados vascos y catalanes, el chileno afincado en Bizkaia Mauro Saravia (Viña del Mar, 1982) inaugurará el 2 de marzo la muestra más completa que nunca se ha llevado a cabo sobre los últimos gudaris y milicianos vivos del Ejército vasco de 1936 Eusko Gudarostea.
El título del interesante proyecto de autor que ha trabajado con el apoyo de la asociación memorialista Intxorta 1937 es Azken bataloia, el último batallón. La exposición verá la luz en la planta baja del edificio de las Juntas Generales de Bizkaia -ente que patrocina la muestra- en la calle Hurtado de Amezaga, ubicada en Bilbao.
El fotógrafo explica el por qué del título, Azken Bataloia. “Hace referencia a que en Euskadi, cuando los batallones tenían bajas, se reagrupaban en nuevas unidades. Como estos son los últimos combatientes vivos, me parece que el título no podía ser otro”, relata.
Gracias a su interés, tesón y buen hacer, Saravia ha retratado en blanco y negro a 26 excombatientes antifascistas nonagenarios y centenarios. Por suerte, tal vez conozca a dos gudaris más que ha sabido que viven. “Quizá tenga que ampliarlo de urgencia hasta 28. Intentaré no dejar a nadie fuera”, apostilla.
Los retratos son diferentes tipos de planos, hechos en formato medio, con cámara analógica y apoyado por una segunda digital. Además existe el respaldo de los clips audiovisuales que recogen testimonios de los combatientes. Se trata de un proyecto de “fotografía documental”, califica, que acabará convirtiéndose en un fotolibro.
El papel de la mujer
Esta exposición de Juntas Generales es la primera parte de la iniciativa etnográfico-memorialista que impulsa. “Me faltaba la mitad de los relatos. El punto de vista de la mujer. Muchas veces se habla de los hombres, de lo que sufrieron en el frente y presos, que no es menor. Pero, ¿y la mujer? ¿Qué pasaba con ellas?”, pregunta y va más allá: “Investigando sé que estuvieron también en el frente, con armas, apoyando, suministrando, creando la red y la infraestructura para que los gudaris y milicianos pudiesen estar allí. El rol que desempeñó la mujer durante la Guerra civil y posterior época en Euskadi fue importante. El bando sublevado lo sabía y por ello ejerció una represión y una violencia descomunal hacia ellas, tanto en la guerra, como en la postguerra”.
De esta investigación conjunta con Intxorta 1937 Kultur Elkartea, nació la necesidad de retratar y recoger relatos de mujeres que fueron represaliadas por el franquismo. “Aprovecho para hacer un llamamiento a todas aquellas que deseen participar, ser retratadas y contar su historia. Especialmente si nos lee alguna miliciana, enfermera o participante directa o indirecta de la contienda o represaliada de origen vasco. Que se comunique a través de la pagina web www.maurosaravia.com, por favor”, invita.
El fotolibro recogerá las dos partes, los gudaris y las mujeres. “Estoy contento porque creo que aportará un punto de vista más rico”.
Pero, aunque las bibliotecas custodian recomendables libros de biografías de excombatientes, surge la pregunta de qué supone para Saravia ser el primero en firmar una exposición fotográfica tan completa con los últimos excombatientes del Eusko Gudarostea. “Me parece increíble que no se haya hecho antes, pero es un honor enorme. Bueno, no sin quitar mérito a todos quienes tanto han trabajado en ello y siguen haciéndolo”, reconoce.
Vivencias
Un día con un gudari se le queda marcado a cualquiera. En el caso de este fotógrafo, la jornada con ellos es “muy intensa”. Tiene un guion de trabajo. Se pone en contacto con la familia, acuerda una cita, lo que no suele ser nada fácil. “Una vez en la sesión, tengo poco tiempo de trabajo porque los modelos, con razón, se me cansan (risas) lo que hace que todo pase muy concentrado en un breve espacio. Cuando llego a casa, me vienen a la mente las historias, las vivencias, es tremendo, más de una vez me ha costado dormir”.
Se emociona en cada sesión. “Un republicano que construyó el Cinturón de hierro, cuando entran los franquistas a Bilbao, fue alistado a la fuerza por el ejército sublevado y me cuenta que se encontró en primera línea, fusil en mano disparando con ojos cerrados muriéndose por dentro, sabiendo que al frente estaban sus dos hermanos”.
Y a esto sumar desde un hombre, con un hermano fusilado, que por sus ideas estuvo 21 años preso ,a otro que jamás habló de la guerra y su vida con sus hijos, porque literalmente decidió “no criarlos desde el odio”. Un niño de 14 años se fue a combatir en un barco, “sabiendo que si moría, nadie lo reclamaría, ya que no estaba inscrito en ningún lado. Así el armador no tendría problemas”.
Objetivos
De la exposición itinerante este fotógrafo espera que se vea “y mucho, en muchos lugares” -también viajará en el año 2017 a Chile-, que estas historias de vida no pasen desapercibidas. Necesitamos empatizar con este tipo de vivencias para que a través de la empatía se fomente el dialogo y así cultivar la paz. El mensaje es muy importante, la guerra es mala, es atroz, no nos podemos permitir más guerras”, insiste Saravia.
En estos años, han fallecido algunos de los gudaris y otros no han llegado a tiempo de ser retratados para aparecer en la exposición, algo que le ha dejado una espina clavada y le hace recordar con emoción a los que han partido. “Me he sentido privilegiado, por haber tenido la fortuna de conocer y compartir momentos con estas grandes personas, no puedo evitar sentirme muy triste cada vez que alguien parte. Entiendo que han cumplido un ciclo, pero siempre me quedo con la sensación de que no los hemos aprovechado lo suficiente, que podemos aprender muchísimo más de ellos y ellas”, recalca.
(publicado originalmente en Deia)